Nos aproximamos al 1 de noviembre, día de Todos los Santos y, mientras busco una buena representación del Don Juan Tenorio con que trasladar a las aulas las buenas costumbres, espero con ilusión la llegada de los Tosantos en Algeciras (Cádiz). Una denominación que es un alarde de esa economía lingüística que en ocasiones caracteriza la lengua andaluza.
Durante mi infancia, era un día para rendir tributo a los muertos, comer sopa, huesos de santo, panellets y, al caer la tarde, pasteles después del preceptivo rezo del rosario. Fui creciendo y mi abuela, matriarca estricta pero justa, dispensaba la bula para el rezo y solo quedaban los pasteles. El año pasado, recién llegada al sur del Sur, lejos de Valencia, me encontré con un panorama muy diferente. Desconocía por completo los Tosantos —que agradablemente me recordaba a Tots Sants— y me sorprendió lo que mi frutero me reveló. Aquí la víspera del 1 de noviembre los comercios se llenan de frutos secos y otras frutas propias del otoño, por lo que decoran los escaparates con ellos, con capazos y cestos para la ocasión, y el horario se extiende un poco más allá de lo que es habitual.
La gran fiesta de los mercados de la provincia de Cádiz
Algeciras es una de las ciudades que celebra esta fiesta a lo grande. El centro del comercio en la ciudad siempre es el mercado de abastos Ingeniero Torroja —que bien vale una visita para aquellos que gusten de las construcciones del célebre constructor y abuelo de Ana Torroja de Mecano—, así como sus alrededores. Sin embargo, la tarde del 31 de octubre y hasta la medianoche, este entorno se llena de puestos a rebosar de almendras, avellanas, nueces y otros frutos secos, muchos de ellos en su versión chocolateada, que congregan a miles de personas a lo largo de la tarde-noche para adquirir sus favoritos o tapear en el interior del mercado. Tampoco faltan los humeantes puestos de castañas.
Esta tradición, que al foráneo seguramente le resulte tan desconocida como lo era para mí, saltó a la palestra internacional el año pasado cuando el chef José Andrés, cuya esposa Patricia Fernández de la Cruz es algecireña, paseó entre los puestos y compartió un vídeo en el que se pueden apreciar la singularidad de la fiesta y sus bodegones.
El origen de Tosantos
El origen de Tosantos reside en la celebración de los frutos del otoño, una suerte de fiesta de la cosecha para celebrar a los difuntos, similar a lo que antaño era Halloween o el Samhain celta, cuando se remarcaba el paso del verano a la estación otoñal. Algunas fuentes también señalan una posibilidad más mundana, a la necesidad de abastecer los comercios con mayor cantidad de producto, ya que se trataba de una víspera de festivo, con productos estacionales. Sea como fuere, el caso es que en la provincia de Cádiz se puede marcar como punto de referencia el año 1876, cuando la comisión municipal del mercado de la Plaza de la Libertad decoró llamativamente los puestos y su entorno, lo que atrajo a un buen número de clientes y así se ha mantenido la tradición hasta la actualidad.
Berenjenas con espíritu carnavalero
La costumbre de decorar los comercios permanece además en forma de concurso, para el cual los comerciantes preparan curiosas escenas que bien merecen el calificativo de kitsch, en las que la sátira, la ironía y el ingenio convierten a vegetales, hortalizas, caretas de cerdo y cabezas de pescado en impensables protagonistas de situaciones de todo tipo. Valgan como ejemplo el tiranosaurio rex de berenjenas y el triceratops a base de patatas y setas de cardo que encandilaron a los niños y no tan niños el pasado año.
Desde luego, algunas de las composiciones resultan mucho más terroríficas, pero también entrañables que los redundantes disfraces y calabazas más propios de la tradición anglosajona. Si se encuentran por la zona, o están pensando en visitarla porque son tan afortunados de contar con un puente en esa víspera, no duden en acercarse a cualquiera de los mercados gaditanos y degustar unas castañas, nueces, azufaifas o unos exquisitos dátiles de Berbería.