Pasear por Mallorca es cruzarse con hornos, o "forns" en mallorquín, sin parar. En ellos, el turista puede descubrir la faceta más desconocida de la gastronomía tradicional de la isla: sus múltiples pastas saladas y dulces. Si las acompaña un granizado de almendras, mucho mejor. Hemos recorrido la isla y hemos seleccionado estas seis pastas representativas de sus obradores. Falta la ensaimada, pero el abanico de sabores es, a diferencia de la península, tan extenso que bien merecen un artículo propio. En unos días lo publicaremos.
Panades
Panades o empanadas. Entres en el "forn" que entres, sus mostradores están colmados de empanadas tradicionales. De carne sola, con guisantes, de calabacín, de pescado, de verduras… y la más espectacular de todas: de sepia, a la que le añaden un poco de tinta a la masa para oscurecerla. Un bocado donde la tradición marinera de la isla satisface tanto el estómago como el espíritu.
Cocarroi
Volvemos al mundo de las empanadas, aunque en este caso se trata de una empanadilla. El relleno, en lugar del habitual pisto de la península, es una deliciosa mezcla de verduras: coliflor, col, acelga, cebolla… La herencia árabe de la isla también llega a nuestra boca a través de las especias, el pimentón y alguna que otra pasa, un contrapunto dulce que sorprende y alegra el paladar incluso de los que no somos grandes amantes de este fruto.
Coca de trampó
Se trata de una coca descubierta, como una pizza pequeña, aunque más crujiente. Por encima lleva cebolla, tomate, pimientos...todo bien aliñado, que es de donde viene precisamente el origen de su nombre, de trempar, aderezar en mallorquín. Todo picado muy fino y luego mezclado, lo que da a la coca un gusto muy sabroso que invita a repetir.
Coca de patata
La coca de patata, con permiso de la archiconocida ensaimada, es la reina, entre las elaboracions dulces. En apariencia es un bollo sencillo que recuerda al panquemado valenciano, pero su masa es un poco más densa, gracias a la manteca; dulzona, gracias a la patata, y floral. A medio camino entre un roscón de Reyes y un brioche. Las hay con chocolate negro o blanco por encima, incluso alguna rellena de crema o nata, pero, sin duda, la mejor es la sencilla, espolvoreada con un poco de azúcar glas y ya. Dicen que en Valldemossa están especialmente buenas, aunque es imposible probar una que no guste.
Robiol
Pasta de origen medieval con forma de empanadilla y cuyo relleno depende de la isla en la que nos encontremos. En Menorca, suele rellenarse con algo salado, como un sofrito; en cambio, en Mallorca, son dulces. La masa lleva harina, aceite, manteca y huevo. Las hay rellenas de confitura, flan, chocolate, cabello de ángel… Pero, sin duda, merece la pena probar la de requesón, que se suele mezclar con azúcar y ralladura de limón. Un bocado delicioso, dulce, ligero y equilibrado.
Gató
De almendras, como no puede ser de otra manera en esta isla. Esta especie de bizcocho circular tiene una masa muy esponjosa y suave, en la que predomina el sabor del fruto seco. El azúcar glas que lo cubre por encima puede parecer excesivo y redundante, pero aporta un toque dulce muy ligero y vaporoso que alegra a las papilas gustativas. En el siglo XVII ya tenemos constancia de su presencia en Mallorca y a ciencia cierta, su nombre proviene de gâteau francés. Desde 2018 forma parte del catálogo de la Comisión de los Alimentos Tradicionales de las Islas Baleares.
Bonus: granizado de almendras
Si en Valencia el verano sabe a horchata, en Mallorca el rey es el tradicional granizado de almendras. Nada más lógico, pues la isla está poblada de almendros. ¿A qué sabe? Pues a una mezcla de leche de almendras y turrón, aunque mucho menos azucarado y empalagoso que el dulce navideño. Es denso, pero no por ello pesado, y, eso sí, muy refrescante. Perfecto para acompañar todos estos productos que llenan los hornos mallorquines.