Botas fuertemente amarradas al tobillo, forro polar, cortavientos y una mochila cargada de ilusión. Una mañana fría se despereza en el pequeño pueblo de Touro (A Coruña) y solo el graznido incesante de una familia de ocas parece perturbar la calma de esta pequeña aldea en el corazón de Galicia, a unos treinta kilómetros de Santiago de Compostela. El peregrino aún no lo sabe, pero su Camino estará marcado en gran medida por estas aves que son, en realidad, parte fundamental de una de las travesías más antiguas del planeta.
El juego del Camino
La noche anterior había disfrutado de una partida al juego de la oca con otros compañeros de camino en el albergue de Roncesvalles. “De oca a oca y tiro porque me toca”, se oye en varias lenguas. Lo que el peregrino también desconoce es que este juego, con una apariencia familiar e inocente, es todo un mapa encriptado que los antiguos templarios diseñaron para reconocer los lugares que eran refugio. Es una de las teorías que se esgrimen sobre su origen, una de las más populares y, sin duda, en la que se cree por aquí. Y es que todo parece encajar. Como dirían los italianos: 'se non è vero, è ben trovato'.
32 casillas que representarían las 32 etapas desde Roncesvalles hasta Santiago. Otras tantas de vuelta, de regreso al origen. Puentes que salvarían peligrosos caudales y que nos permiten avanzar, como en la vida. La simbología va más allá. Las cárceles o pozos serían solo representaciones de lugares donde la fe se castigaba con la muerte o donde, como si de un reflejo social se tratase, el peregrino podría sufrir momentos de soledad, de desidia y desesperanza. El pozo. Casilla treinta y uno. Penúltima etapa del Camino Francés.
Las ocas felices del Camino
Ajenas a estos códigos corretean las de Ocas Camiño en Touro (A Coruña), una empresa gallega que destaca por ser la primera explotación de cría de ocas en libertad de Galicia. En esta tierra próxima al río Ulloa disfrutan de más de tres hectáreas de verdes prados y charcas que permiten el disfrute, especialmente en los días más calurosos del verano gallego. Unas charcas que también ayudan a mejorar la fertilidad de estas ocas de raza toulouse agrícola, de gran adaptabilidad y excelente reputación culinaria.
Los ansarones (los polluelos) y los huevos de oca se comercializan, dentro de un estricto código de bienestar animal desde 2017 y registro sanitario, para dos fines: su cría o bien su consumo. La cría de oca, además, es de gran ayuda en los corrales, porque su presencia en gallineros evita las peleas entre gallos y ahuyenta a los depredadores. No obstante, aquí también se respetan las temporadas. Sus preciados huevos solamente están disponibles en época de puesta (de febrero a junio), y en el caso de los ansarones, se limita a la época de reproducción (de marzo a junio).
La mañana avanza y ya son varios los que se han parado frente a la enorme finca que estas aves sienten como su hogar. A pesar de lo que se pueda imaginar, esta raza de ocas es una de las más dóciles y sociables que se conocen y, por ello, se permiten las visitas guiadas de dos horas de duración. Algo que sobre todo gozan los niños, a los que se les enseña a desgranar el maíz y alimentarlas, recoger sus huevos, conocer los anserones recién nacidos e incluso ver los embriones con el ovoscopio... Es decir, aprenden a valorar el oficio de la granja desde dentro.
Simbolo de acogida
El peregrino se ha descalzado, las llagas y ampollas que acumula desde hace días hacen mella. Observa las hectáreas que hacen las delicias de estos peculiares animales y repara en sus patas. Las ha visto en algunas iglesias y enclaves del Camino de Santiago. No está loco, no es por el dolor ni es fruto de que ya quede poco para atravesar el pórtico de la catedral. Las patas de las ocas fueron, en efecto, un símbolo de hospicio, de acogimiento a todos aquellos templarios que realizaban el Camino hacia Compostela.
Su forma invertida recuerda a Jesús en la cruz y sirve como guía. Al igual que la paz que transmiten estos praderíos rodeados de ocas, las casillas del juego eran lugares donde descansar, donde sentirse protegidos. Casilla 9 —símbolo de pata de oca en la catedral de Santo Domingo—; casilla 14 —antigua iglesia templaria de San Juan—. El peregrino se queda absorto en sus pensamientos hasta que decide emprender de nuevo el viaje.
Ensoñado, se pregunta si podrá degustar alguno de los 40 huevos que cada oca de Ocas Camiño pone por temporada. Quizás en la rúa do Franco, vergel gastrónomo de la capital gallega, la cena sea un festín a base de estos productos. Paso a paso. Últimas zancadas. En las cafeterías del barrio de San Lázaro, una pareja de mujeres de avanzada edad disfruta lanzando los dados sobre el tablero. Suerte y azar. Lo que ya no le cabe duda es que ha llegado a la gran oca. Inclina rodillas en Obradoiro. Fin del juego, la casilla 63.