Entre antiguos pozos mineros y bosques de hayas, el viajero se topa con el precioso pueblo de Sosas de Laciana. Ubicado en el extremo occidental de la montaña leonesa, este pueblo con encanto cuenta con una de las joyas más relevantes de toda la provincia de León: su lechería.
En un enclave donde la ganadería y la minería han podido convivir en perfecta armonía, la lechería La Popular es el ejemplo del ingenio de los lacianiegos por aprovechar el exceso de materia prima que se recogía cada día. Vacas que pastaban en los verdes prados de la comarca, donde el rocío y la escarcha permitían que la alimentación fuese lo más natural posible. Una leche con un alto contenido en grasa, característica de la montaña y, en concreto, de la raza mantequera leonesa.
Tras cruzar el pequeño arroyo que divide el pueblo de Sosas en dos y que vierte sus aguas al inmenso y caudaloso Sil, nos topamos con la lechería. Destaca por su pequeño tamaño, que nos puede recordar a un molino tradicional. Será la fuerza motora del agua la que permita crear estas delicias naturales.
Tal era la calidad de esta mantequilla que la antigua Mantequerías Leonesas, empresa encargada de la explotación de la lechería, abrió un local para vender sus productos en la madrileña calle Alcalá. Corrían los comienzos del siglo XX y el tradicional chocolate típico en la época dio el testigo al café y a la mantequilla, un producto de clara inspiración europea. Pronto, el éxito y la calidad del producto hizo que Mantequerías Leonesas abriese hasta treinta locales por todo el territorio nacional hasta 1995, año del cese de su actividad.
En el interior de la lechería La Popular aún se guardan auténticos tesoros originales, que se mantienen así desde el cierre de esta instalación en los años setenta. Desde la desnatadora o el calderín, son varios los instrumentos que permitían formar una mantequilla que destacaba por un intenso aroma, cremosidad y un vistoso color amarillo y que, durante el boom de la minería en la comarca, suponía un alimento con una elevada concentración de nutrientes que permitiese mantener las largas jornadas en el tajo.
Un proceso aparentemente sencillo donde primero se necesitaba tomar una muestra de las leches procedentes del valle para testear la calidad de las mismas. Hechas las comprobaciones acordes a los estándares de calidad de la época, la leche se pasaba a la centrifugadora donde se separaba la grasa (que precipitaba al fondo) respecto del suero.
Tras esta primera escisión, la grasa se llevaba al caldero y la báscula donde se media la cantidad de materia que se había conseguido, transportándola hacia el calderín.
Al baño maría, se podía calentar el producto para conducirlo rápidamente, sin perder temperatura, hacia la desnatadora. Aquí se obtenía una primitiva manteca muy vaporosa que, por la acción de la fría y cristalina agua que se canalizaba para introducirse en la lechería, comenzaba un batido rítmico hasta transformarse en la mantequilla tradicional.
Era una época difícil por lo que los subproductos del proceso se reutilizaban, ya fuese el agua caliente empleada en la higiene personal o bien la debura, leche desnatada, que se usaba como alimentación para la ganadería.
Fabricada la manteca, solo quedaba introducirla en las características latas de hojalata, de varios tamaños y vivos colores, que estaban inspiradas en las presentaciones de las mantequillas procedentes de Flandes.
Un fenómeno, este el de las lecherías y mantequerías, que se desató en todo el norte peninsular. No es difícil encontrar documentación sobre la tradición mantequera en Asturias, Galicia o León aunque, sin duda, las mazadas de La Popular eran unas de las que mejor calidad y mayor fama poseían.
Hoy en día, La Popular y su entorno se han rehabilitado por una iniciativa privada haciendo que sea posible visitar la instalación y comprender, de primera mano, todo el proceso. Angélica, anfitriona de La Popular, lleva arraigada la tradición mantequera en su familia por lo que nadie mejor que los locales para revivir estas historias de la producción agroalimentaria española y el desarrollo de las aldeas del siglo XX. Un ejemplo del emprendimiento de lo que hoy conocemos como España vaciada y que, tras años de trámites, permite recuperar joyas de la esencia e idiosincrasia de nuestros pueblos.
Aunque hoy en día la manteca no se produce en la propia lechería, se puede adquirir con el mismo procedimiento artesanal en su página web y en varias tiendas especializadas en el propio valle de Laciana y la cercana Babia.
Serán las aguas de esta Reserva de la Biosfera o los bucólicos verdes prados. Será el entorno escarpado por la acción de la minería o el aliciente nuevo soplo de juventud que riega estas tierras. Lo cierto es que la tradición evoluciona hacia nuevas formas de agroturismo que, poco a poco, permiten descubrir rincones con encanto de nuestra geografía.
Lechería La Popular Sosas de Laciana / 659 497 754