Para los amantes del queso, este producto típico de Suiza es uno de los grandes imprescindibles. ¿Quién no conoce y ha probado el raclette? Lo cierto es que es uno de los productos punteros del mercado suizo, pero siempre se ha confundido con un origen francés. Junto con la fondue, es uno de los grandes reclamos de la gastronomía suiza.
Esta destaca por sus productos de alta calidad y tradiciones culinarias profundamente arraigadas. La raclette, con una preparación que simbolizan la calidez y el espíritu comunitario de este país alpino, ha traspasado fronteras y ha conquistado paladares en toda Europa y el mundo.
¿Qué es la 'raclette'?
La raclette es un queso semiduro suizo, elaborado de manera artesanal con leche 100% suiza, sin aditivos y con un proceso de maduración que varía entre tres y cinco meses. Su característica más destacada es su excepcional capacidad para fundirse, lo que lo convierte en el ingrediente perfecto para platos cálidos.
Además de su textura cremosa, la raclette posee un aroma concreto y un sabor suave, pero distintivo. Incluso su corteza, libre de aditivos, es completamente comestible. Tradicionalmente, este queso se consume fundido, utilizando parrillas eléctricas o llamas directas para derretirlo. Luego, el queso derretido se raspa directamente sobre patatas, encurtidos o panes.
¿Por qué es tan popular en el resto de Europa?
Aunque nació como un plato típico de los Alpes suizos, la raclette se ha ganado un lugar destacado en las mesas de Europa debido a varias razones. Su preparación es un evento social que reúne a familias y amigos en torno a una mesa, lo que refuerza su atractivo en sociedades donde la comida tiene un papel central en las celebraciones y reuniones.
Además, la versatilidad de la raclette es otro de sus puntos fuertes. Puede combinarse con una amplia variedad de ingredientes, desde encurtidos hasta carnes y verduras, lo que permite adaptarla a distintos gustos y culturas gastronómicas. Este carácter inclusivo ha facilitado su adopción fuera de Suiza, donde la gente busca platos sabrosos que fomenten la interacción social.
Origen e historia de un plato único
El origen de la raclette se remonta a siglos atrás, cuando era conocida como bratkäse o queso asado. Documentos históricos de los monasterios suizos de Obwalden y Nidwalden, fechados alrededor de 1291, ya mencionan este queso, lo que sugiere que formaba parte de las tradiciones culinarias de la región.
En sus inicios, la raclette era un alimento típico de los granjeros alpinos. Para consumirla, colocaban media rueda de queso cerca de una hoguera o una estufa, y luego raspaban el queso derretido para servirlo. De hecho, el término “raclette” deriva del verbo francés racler, que significa raspar.
El queso no solo se fundía al contacto con el fuego, sino que también adquiría un ligero toque ahumado, intensificando el aroma y el sabor. Este método de preparación, junto con su origen rural, convierte a la raclette en un símbolo de las tradiciones alpinas suizas.
Durante el siglo XX, con la llegada de los hornos eléctricos y la expansión del turismo, la raclette dejó de ser exclusiva de las zonas rurales para convertirse en un plato apreciado a nivel nacional e internacional. La aparición de dispositivos específicos para su preparación también contribuyó a su popularidad global, facilitando su consumo en hogares y restaurantes.