La destilería irlandesa Boann, un pequeño negocio familiar situado en el histórico valle del Boyne, ha rescatado 68 barriles de vino centenarios de una bodega española para envejecer su whisky y prolongar así la vida de estas valiosas maderas durante, al menos, un siglo más.
Esta combinación de viejas barricas de roble americano, que en su día maduraron en solera vino de Jerez, con una fórmula autóctona y única de whisky irlandés promete un brebaje "lleno de sabores", asegura el director de exportaciones de Boann, Peter Cooney.
Procedentes de Córdoba
Su familia lleva décadas elaborando el "uisce beatha" —whisky en gaélico y cuya traducción es "agua de vida"— y buscando toneles en cualquier parte del mundo, desde Sicilia a Oporto, pasando por Kentucky —la cuna del bourbon— y llegando hasta Andalucía, al sur de España.
En la localidad de Montilla (Córdoba) localizaron el pasado año una bodega en proceso de cierre y encargaron a la empresa de tonelería J.L. Rodríguez que reparasen tantos barriles como pudieran. "Los llevaron al taller para inspeccionarlos y decidir cuántos podían reparar. Creo que de unos 80 lograron recuperar 68. Los rellenaron con vino oloroso durante varios meses y después los mandaron aquí a Irlanda a la destilería", explica Cooney.
La fórmula secreta del whisky
El proceso continuó en Boann con la llegada el pasado mes de los barriles, sustituyendo el oloroso por la clásica mezcla irlandesa, destilada en un único alambique a partir de cebada cruda (40%), cebada malteada (30%), avena (15%), trigo (10%) y centeno (5%). Esa ceremonia tan especial, recuerda Cooney, corrió a cargo de José Luis y Juan Manuel Rodríguez, que estamparon su firma en los dos primeros toneles.
"Esta fórmula —observa-— se comenzó a usar en Irlanda hacia 1920 en una destilería que curiosamente también existió durante cien años y ahora hemos rellenado barriles centenarios con un destilado también centenario". El resultado, obviamente, no se podrá catar hasta dentro de unos años. Tres como mínimo, que es el tiempo que, por ley, debe madurar el "agua de la vida" en barrica para que lleve la denominación de origen de whisky irlandés.
"Normalmente, solemos rellenar barriles de sherry de una antigüedad de entre 30 o 40 años y obtenemos intensos sabores parecidos a los que encuentras en pasteles navideños, a uvas pasas, higos, frutas compotadas, y maravillosas notas de sherry, a los que se unen un poco del dulzor del destilado en un solo alambique", describe Cooney.
Un negocio sostenible
Esta mezcla, redescubierta en 2021 por el historiador Fionnan O'Connor, también deja en el paladar un regusto a malta y especias y dado que ahora madurará en barriles de cien años, "estamos deseando ver qué pasa en los próximos años", agrega Cooney. Este "es un negocio de largo plazo" y "cuanto más tiempo pase en los toneles, mejor será", insiste.
"Estos barriles son bastante grandes (de hasta 600 litros) y eso determina la ratio de contacto de la madera con el destilado, así que el resultado después de 10, 20, 40 o 50 años esperamos que será fantástico". Para esta empresa familiar también es importante la sostenibilidad y entiende que la adquisición de estos barriles andaluces eleva la calidad de su producto y es una forma de reciclaje."Todo nuestro grano es local. La avena, el trigo, el centeno y la cebada se cultiva en un radio de 30 kilómetros de esta destilería, así que supongo que ahora estamos dando una nueva vida a estas barricas de cien años para otros cien más", concluye Cooney.