Toc toc. Buenísimos días. Basado en hechos “solo para camareros". Informarles que después de la experiencia nefasta de ir el domingo a la playa he decidido quedarme a trabajar y disfrutar con ustedes todos los domingos del resto de mi vida. Fue terrorífico, les envió un pequeño resumen: Después de tres años decido cerrar un domingo y darle una sorpresa a mi novia que llevaba tres años dándome la tabarra: “¿y por qué no cierras un domingo?”; y cierro el dichoso domingo. Decido darle la sorpresa después de esos tres años y va y me dice que ella ya tiene sus planes, que como no le avisé antes, que esto no son formas que es que no pienso. Que no no. Que ella ya quedó con sus amigas migas y no las piensa dejar tiradas. Me acordé que mi hija. Siempre me dice: papi ¿cuando descansas un domingo y nos vamos juntos a la playa? Ring ring ring ring -Mona soy el chico de tus sueños. -La mona: papi déjame dormir. -El mono, “que soy yo”. Monaaa que hoy no trabajo, ¿qué te parecer si nos vamos a la playa juntos? -La mona: papi qué dices… que hoy es domingo no lunes -El mono: que hoy he cerrado y podemos pasar el domingo juntos. -La mona: papi tú flipas, yo ya había quedado. Que voy a El Hierro con unos amigos y hace meses que lo tenemos planeado, si ya te expliqué… Es que no me escuchas cuando te hablo. -El mono: pásalo bien. -La mona: lo siento papi otro día. -El mono: siií claro… en 2040 me retiro y ya tengo todos los domingos libres. -Wilson: ¡que pringado eres! ¿Wilson te vienes conmigo a la playa? -Wilson: déjame tranquilo que yo quiero ver la final de la Eurocopa. Yo apago el móvil despacito y sin dar golpes. Respiro y me pongo a buscar una toalla de playa que, aunque parezca mentira, para alguien que no va nunca a la playa es complicado. Encontré una de hace 20 años cuando llegué a esta isla, una toalla toda chula con colorines y dos palmeras grandes dibujadas y un grabado que decía “qué bonito eres". 13:30 del mediodía, en pleno solajero, me armo de valor y yo solito y como un hombre me voy a la playa de Las Gaviotas. Comí y me bañé solo, tumbado en la playa y contando los granos de arena como si fueran de arroz. Es entonces cuando me di cuenta: los domingos “están sobrevalorados”.