Aunque su punto óptimo se encuentra en verano, el tomate es uno de los alimentos más consumidos durante el año. Esta hortaliza es muy versátil, pues puede comerse de muchas maneras, tanto en crudo como cocinada. Asimismo, existen muchas variedades de tomates, y cada una de ellas es más adecuada para una preparación u otra. Sin embargo, una característica que todos comparten es su componente ácido y la facilidad con la que se estropean. ¿Por qué sucede esto y cómo podemos evitarlo?
La falta de humedad
El tomate pierde humedad interior cuando está separado de la planta. La humedad se escapa por el pedúnculo, el hueco que ha dejado la rama que lo unía a la tomatera, situado en la parte superior de la hortaliza. Esta falta de humedad afecta a las cualidades organolépticas del fruto, dado que se seca por dentro, mientras que por fuera presenta una forma arrugada, se ablanda y pierde su brillo, sabor y jugosidad.
Para poder conservar el tomate con la piel crujiente, regordete y repleto de jugos, hay que tapar esa vía de escape.
Trucos para alargar su vida útil
Lo primero que debemos hacer es almacenar el fruto correctamente. Como ocurre con las hortalizas, han de estar en el cajón indicado de la nevera. Si se pone boca abajo, el pedúnculo quedará taponado, y se evitará que pierda la humedad rápidamente. Los tomates no deben quedar amontonados con el resto de verduras, y deberían consumirse en un plazo máximo de tres días. A partir de este periodo, no se asegura que preserven todas sus cualidades.
Otro truco que se ha hecho viral es colocar una cinta o esparadrapo encima del pedúnculo, con lo que no solo se conserva la humedad, si no que también se evita la entrada de posibles amenazas, como microorganismos o insectos. Para extremar más estas precauciones, nunca hay que eliminar el pedúnculo.
También se debe tener en cuenta su temperatura. Cuando se trata de tomates que todavía no están maduros, presentan un tono verdoso y están duros. Estos han de mantenerse fuera del refrigerador en un lugar fresco y alejado de la luz solar. No obstante, como están conservados a temperatura ambiente, hay que vigilar que el calor no acelere su proceso de maduración. Ante esta situación, deben guardarse cuanto antes en el frigorífico o bien consumirse una vez han alcanzado el punto óptimo, recién madurados.
Finalmente, antes de comerse, deberían sacarse de la nevera con antelación para que no estén demasiados fríos. Con estas acciones cotidianas, se puede evitar que el tomate se arrugue y dure más tiempo de lo previsto.
Propiedades de los tomates
De acuerdo con Quirónsalud, los tomates son nutritivos y muy poco calóricos. Contienen grandes cantidades de vitamina C y ácido fólico. Y son ricos en licopeno, un pigmento orgánico que está relacionado con el betacaroteno y que da a algunas verduras y frutas un color rojo, según el portal MedlinePlus de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Además, es un poderoso antioxidante que podría ayudar a proteger las células.
Se encuentra en el tomate, pero también en la sandía, la naranja roja, el pomelo rosado, el albaricoque o la guayaba. El licopeno se absorbe mejor cuando procede de productos elaborados a altas temperaturas. Así, la cantidad de licopeno procedente del zumo de tomate procesado con calor es mayor, que si lo que ingerimos es un tomate crudo.
Elaboraciones con tomate
La versatilidad de este vegetal permite que se utilice en multitud de recetas. En Cataluña, especialmente, una de las maneras más frecuentes de consumir tomate es untándolo en pan o en una tostada con aceite de oliva. Una vez utilizado, el tomate, en vez de desecharlo, puede aprovecharse para otra elaboración, como un gazpacho, un sofrito, o bien triturarlo para preparar un sabroso zumo de tomate o una salsa que acompañe un plato de pasta, entre otros ejemplos.
Asimismo, otro uso común es en una ensalada, o incluso asado al horno para acompañar un plato principal.