Fran Belín
Unos buenos mejillones y vino tinto: ¡hagan la prueba!
Tiene su explicación: el molusco contiene grandes cantidades de prótidos que hacen posible tal ensamblaje.
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Reunión distendida días después de estrenada la Fase 1 de la desescalada. Mejillones al vapor y cada uno decía su apetencia para acompañarlos: cerveza, vino blanco,… Vino tinto. ¡Extrañeza! Pero es que cada uno de los resultados de ensayar maridajes (armonía idónea entre comida-bebida) tiene su "intríngulis".El maridaje o la armonía siempre me ha parecido una quimera intangible pero me la he encontrado en no pocas ocasiones. Si pensáramos en clave de mejillones-vino tinto, enseguida habría detractores y partidarios, como así fue el caso. Como está claro que no hay reglas estrictas –ni escritas-, vale resaltar la experiencia en la que se defendió la combinación de los mejillones al vapor con un vino tinto joven. A priori, una 'osadía'. Tiene su explicación: el molusco contiene grandes cantidades de prótidos que hacen posible tal ensamblaje. Es ciencia. Esas proteínas, digamos, casan con los matices organolépticos de un tinto ligero. Una vez efectuado “el ensayo”, casi todos asintieron. La misma carne reventona aceptaba el trago festivo, quizá a modo de vinagreta, en una estupenda ida y vuelta de registros gustativos.Existen conjunciones que pueden estar llamadas al éxito simplemente porque cumplen este concepto: un foie con un blanco francés tipo sauternes.Otras están basadas en la tradición y se admiten sin más: dígase un pincho con queso cabrales y una sidrina asturiana. No hay que irse a la prehistoria para recordar que en estas tierras se iba a comer pescado o carne, y una vieja guisada podía ir perfectamente con un tinto del Norte o una carne cochino con un blanco del Sur.