El hostelero Hakan Karamahmutoglu, propietario del bar Sweet and Vicious, deberá pagar medio millón de dólares a 16 trabajadoras y extrabajadoras por acoso sexual, acoso por razón de sexo, discriminación racial, turnos sin descansos, apropiación de propinas e impago. Así lo ha pactado el acusado con la Fiscalía de Nueva York por tal de evitar el juicio. La investigación, llevada a cabo durante 16 meses, corrobora el entorno hostil que generó y normalizó el acusado.
El hostigamiento y acoso
"Las empleadas fueron sometidas de manera habitual a comentarios inapropiados sobre su raza, sexualidad, cuerpos y apariencias, y sufrieron insinuaciones sexuales no deseadas por parte de gerentes del local y clientes", ha afirmado Letitia James, fiscal general de Nueva York. La investigación también revela los habituales insultos que recibían de él sus empledas, volcados en su físico y sus vestimentas. Entre los más comunes, solía dirigirse a ellas como "vacas" y "zorras".
Además, se ha demostrado que permitió que los gerentes varones y los clientes las acosaran físicamente y amenazaran sistemáticamente con apuñalarlas, violarlas y golpearlas. A sumar también que el código no era igual para los trabajadores hombres que para las mujeres, las cuales no podían hacer uso de su teléfono, sentarse, beber o ir al baño. También ha sido señalado por mantener turnos de 8 horas sin descansos, semanas laborales de más de 40 horas sin computar extras y la apropiación indebida de las propinas que pertenecían a los empleados.
Declaraciones en primera persona
“Este caso es representativo de la intersección de problemas nacionales: la subyugación de los trabajadores y el acoso sexual de las mujeres en su puesto de trabajo”, ha manifestado Veronica Leventhal, exempleada del bar, en el conferencia de prensa de la fiscalía. “Sweet and Vicious no es una anomalía, es un excelente ejemplo de cómo los hombres con poder descontrolado se aprovechan de sus empleados”.
Otra empleada que no se identificó por el nombre definió el bar como "la empresa más abusiva en la que he tenido la desgracia de trabajar". Su testimonio sigue: "La humillación y degradación racial, sexual y de género que mis compañeros de trabajo y yo soportamos en silencio es más de lo que nadie debería tener que experimentar mientras intenta ganar un salario digno".
La respuesta del acusado
Por otro lado, el acusado Hakan Karamahmutoglu también ha compartido su parecer a través de un comunicado en el que deja clara su posición: "Estoy profundamente angustiado por las acusaciones, ya que no reflejan mi perspectiva o carácter, y no reflejan la actitud del bar hacia sus empleadas o clientes. Muchas de las afirmaciones son simplemente falsas o extremadamente confusas".
Precedentes que abren camino
Esta investigación sigue a tantas otras que visualizan los entornos hostiles de las mujeres en el sector de la restauración. Tras el caso de Harvey Weinstein, la industria hostelera de Estados Unidos comenzó a levantar alfombras. Las dos más famosas y contundentes fueron las condenas a Ken Friedman, el socio mayoritario del popular restaurante Spotted Pig en Manhattan. El acuerdo al que llegó con 11 trabajadoras fue de 240.000 dólares y parte de las ganancias.
Asimismo, el mediático chef Mario Batali y su exsocio Joe Bastianich fueron acusados de sexualizar a sus trabajadoras y violar las leyes de derechos humanos estatales y municipales. El acuerdo pactado fue de 600.000 dólares a una veintena de trabajadores. La cifra del caso de Sweet and Vicious se acerca estrechamente a la que fue condenado Batali y supone otro precedente para futuras denuncias.
“Las valientes supervivientes y trabajadoras que denunciaron esta toxicidad en Sweet and Vicious están sentando una base increíble para un cambio duradero y, con suerte, una señal de cambio cultural para una industria tan plagada de violencia basada en el poder”, manifestó en la coferencia de prensa de la fiscalía JoEllen Chernow, una de las responsables de la plataforma Survivors Know .