La mayoría de veces, cuando queremos saber si un alimento se encuentra o no en buen estado antes de consumirlo, revisamos su fecha de caducidad o de consumo preferente. Además de estos dos datos, nos fijamos en sus características organolépticas, es decir, las cualidades de dicho alimento que percibimos a través de los sentidos.
Por ejemplo, se puede detectar que un trozo de carne puede estar en mal estado por distintos motivos: tiene mal aspecto, la aparición de moho, su tacto es muy blando, tiene un sabor extraño o bien desprende un olor desagradable. Siempre hay que prestar atención a estas pistas, pero estas pueden no estar relacionadas estrictamente con su estado real. Del mismo modo, puede suceder que otros alimentos no muestren ninguna de estas señales y, aun así, ya no sean aptos para su consumo. ¿Cómo detectarlo?
El olfato, a veces falla
Primero, hay que hacer caso a las fechas de vencimiento, siempre que se hayan cumplido las condiciones de conservación descritas en el etiquetado de cada producto y este no se haya abierto. De lo contrario, su vida útil puede verse reducida antes de la fecha prevista, sobre todo si hay pistas claras que dejen ver el deterioramiento del alimento.
Sin embargo, habrá ocasiones en que no será tan evidente el mal estado de la comida, porque los microorganismos que se desarrollan y originan su descomposición son imperceptibles para nuestra capacidad sensorial, más si se encuentran en una baja proporción.
Algunos de los microbios y bacterias más comunes que causan enfermedades gastrointestinales e intoxicaciones por consumición de comida en mal estado son la listeria y la salmonela. Como suelen concentrarse en pequeñas cantidades, ninguno de ellos genera mal olor. Se encuentran con frecuencia en alimentos de origen animal, como leche, huevos, carne y aves de corral, cuando no se cocinan bien o están contaminados.
Alimentos de olor fuerte
Hay que tener en cuenta que algunos alimentos tienen un fuerte olor característico, pero no es un indicador de su mal estado, como sucede con otros productos frescos. Es el caso de algunos quesos, sobre todo los azules como el de Cabrales o el roquefort, que contienen hongos que facilitan su fermentación, a la vez que les otorgan ese fuerte olor y sabor.
También ocurre con algunos platos de pescado, como el surströmming, una especialidad sueca elaborada a partir de la fermentación de arenques que desprenden un fuerte olor. En el caso de los vegetales, bien conocido es el durian, una fruta asiática considerada la más apestosa del mundo.
Otras señales a tener en cuenta
Mientras que en los productos fermentados su olor intenso muestra su calidad, en los alimentos frescos, el olfato es clave para detectar si un producto está podrido o se está echando a perder. Es el caso de frutas, verduras o la leche y los derivados lácteos, sabremos si están en mal estado si huelen demasiado y tienen un sabor agrio cuando se descomponen, además de presentar grumos.
En cuanto al pescado, la carne, las aves y las vísceras, el olor rancio revela su mal estado, aunque podemos guiarnos por otras señales: un tacto más blando de lo que debería, un color más oscuro o bien descolorido, una textura húmeda y gelatinosa, partes rotas o que lucen golpeadas... Y, en el caso del pescado, ojos sin brillo y escamas sueltas.
Para evitar que se estropeen, es importante mantener los alimentos a una temperatura adecuada, planificar mejor el momento de consumirlos y utilizar las cocciones adecuadas.
Consejos para evitar el desperdicio alimentario
Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), en el año 2022 se desperdiciaron en España 1.200 millones de kilos/litros de alimentos, es decir, unos 26 kg por persona, una cifra muy elevada, pero que se ha reducido en un 6,2% respecto al año anterior. Tal como apunta el último informe, esta disminución se ha dado gracias al aumento de la conciencia social, ya que el 29,2% de los hogares españoles no desperdicia ningún tipo de alimento.
Podemos reducir el desperdicio alimentario si nos fijamos en las fechas de caducidad de cada producto y los colocamos ordenados en la despensa, de manera que los que caducan antes se puedan consumir primero. Asimismo, siempre deben almacenarse de forma adecuada y si es necesario, consultar las instrucciones que se encuentran en el etiquetado, dado que muchas veces los alimentos vencen antes de su fecha prevista por una incorrecta conservación. También es importante planificar bien las comidas y la lista de la compra, optar por cocinar platos de aprovechamiento con las sobras o congelar los alimentos para alargar su vida útil.