“Mucha gente en el restaurante nos pregunta si pueden llevarse un poco de pan”, nos cuentan Sergio y Javier Torres. No es raro, porque el pan que cada día se elabora en Cocina Hermanos Torres —reconocido con tres estrellas Michelin en la última edición de la guía— fue elegido a principios de este mismo año como el mejor pan de restaurante del país.
Así surgió la idea de vender su propio pan. Algo que, por ejemplo, Jesús Sánchez lleva años haciendo junto a su Cenador de Amós en Cantabria. Pero los Torres pensaban en un proyecto a mayor escala, capaz de llevar ese pan por toda la ciudad de Barcelona y a un precio apto para cualquier bolsillo.
Y es ahí cuando entra en juego Macxipa, la cadena de panaderías con más de 200 locales en toda la provincia y que desde hace unos días ya vende cada día unas 2000 barras de este pan que los hermanos han bautizado como Catalina, en honor a su abuela, a la que siempre recordaban en su programa de televisión.
¿El precio? 1,8 euros la barra de 300 gramos, es decir, a unos 6 euros el kilo. “Calidad-precio imbatible”, apunta Carlos Llarás, panadero de cuarta generación y unos de los responsables de esta casa, creada en 1903.
La misma masa madre del restaurante
Las alianzas de cocineros con grandes marcas siempre generan gestos de sorpresa y alguna duda. También en este caso, aunque los Torres lo tienen muy claro: se trata de democratizar el buen pan, poder venderlo a un precio ajustado y conseguir que esté tanto en El Carmel —el barrio donde ellos crecieron— como en la Diagonal. Y eso, explican, sólo se puede hacer junto a una empresa con capacidad de producción y distribución y con la que, por cierto, ya habían colaborado hace años.
Aunque no es exactamente el mismo pan que sirven en su restaurante triestrellado, el Catalina sí comparte masa madre. Una de cinco años —la misma antigüedad que su Cocina Hermanos Torres— y que, según recuerdan, iniciaron con manzana y uva.
Precisamente las largas fermentaciones son clave en un pan que presume de usar tres tipos de harina de máxima calidad (trigo, centeno y malta) y que en ningún momento se congela: llega formado a cada tienda, donde se le da la última fermentación, el corte y horneado.
En cada una de las más de 200 tiendas se distribuyen cada día diez panes, que no suelen tardar en agotarse. Aunque esa producción limitada le da cierto aire de exclusividad, según explican los responsables de Macxipa, la idea es aumentar la producción si la demanda sigue creciendo.
Y, a todo esto, ¿qué tal el pan? Rico, por encima de la media y, efectivamente, con una relación calidad-precio excelente. De corteza tostada y muy crujiente, el sabor no es tan profundo como se percibe en algunos buenos panes artesanales, pero sí se percibe un ligero aroma y sabor ácido vinculado a esa larga fermentación y que lo hace mucho más interesante.