Munébrega es un pequeño pueblo aragonés de unos 350 habitantes y sufre el embate de la despoblación como tantas otras zonas de la España vaciada. La búsqueda de soluciones para resultar atractivo y fijar población es una constante, casi una obsesión. Y si algo hay en esta España despoblada, es terreno y campo abierto. Por eso los hermanos Yolanda y José Bueno, de 37 y 42 años respectivamente, han apostado por la producción de huevos camperos de calidad, con gallinas ponedoras que pasan el día en libertad picando y rascando el suelo. Ovoserendipia se llama la aventura, que comercializa a través de la marca Olé tus huevos camperos. Un proyecto empresarial que también incluye algo de romanticismo y de lucha por la supervivencia del terruño y del pueblo.
Música y educación para las gallinas
“Tenemos seis mil gallinas repartidas en dos naves”, nos cuenta José, “puede parecer mucho, y para una familia como la nuestra es una inversión muy grande, y por tanto, también un riesgo. Pero para la producción de huevos industrial que domina nuestro mercado, es prácticamente nada. Así que, aunque lo estamos consiguiendo, también nos está costando mucho hacernos un hueco”.
Todos nos hacemos una idea aproximada de lo que necesita una gallina para ser feliz: terreno, tranquilidad y buen pienso. Pocos pensamos, por ejemplo, que la música puede ser un factor a considerar en este proceso. José y Yolanda le ponen música a sus gallinas: “Siempre música tranquila, que no las asuste, mucha melodía y poca percusión. Como mejor están ellas, mejor salen los huevos”.
Otro factor a tener en cuenta es que a las gallinas hay que "educarlas" para que en sus costumbres adquieran comportamientos que faciliten su manejo. Por ejemplo, José y Yolanda se pasaron semanas subiendo y bajando las gallinas del suelo a los gallineros elevados para que adquirieran la costumbre de poner en el sitio adecuado sus huevos. “Es mucho trabajo, la gallina no es el animal más listo del mundo y hay que repetir, repetir y repetir el moverlas y ponerlas en su puesto. Y son miles de gallinas, cada día, la verdad que fue un curro tremendo”.
Respecto al terreno, ellos se benefician que su granja es enorme, tienen 2,5 hectáreas para seis mil gallinas, con un ratio de más de cuatro metros cuadrados por cada ejemplar. Y sobre el pienso no hay mucho misterio, la verdad: “Les damos de comer pienso de cereales, principalmente trigo. También como mejor es el pienso, mejor es el huevo”.
Cómo es el manejo diario
Resulta espectacular el momento de la salida matutina, tras la puesta del huevo. Suele ser sobre las 11 de la mañana cuando las puertas se abren lentamente y miles de gallinas comienzan a salir con prudencia. Eso sí, con un estruendoso cacareo. Esta pausa prudente se comprende en cuando uno levanta la vista al cielo: “Es muy habitual ver rapaces que están al acecho, y casi cada día alguna ataca a las gallinas, es normal porque estamos en medio del monte y del campo”, dice José. Durante la visita, miles de gallinas corrieron al refugio dejando tras de sí una gran nube de plumas y revuelo: un águila en círculos sobre nuestras cabezas hizo aparición hasta que tras un par de picados fallidos decidió proseguir su vuelo.
Tras la salida, las gallinas campan a sus anchas hasta la puesta de sol, en que solitas vuelven al refugio de la nave. “Durante esas horas, a nosotros nos toca recoger la puesta de huevos, clasificarlos, etiquetarlos y preparar los envíos. En 24 horas, en la mayoría de los casos, y en 48 horas, cuando el destino está más lejos, los huevos llegan al punto final de venta”. Este punto es crucial, porque la calidad del huevo es también una lucha contra el tiempo.
Ante la pregunta de si es un oficio sacrificado, Yolanda asiente y José arquea las cejas con resignación: no hay domingos, claro, las gallinas no saben de eso. “En nuestro caso, no teníamos experiencia en el sector, igual por ese motivo este primer año ha sido una auténtica experiencia. El no saber si nuestras chicas estaban bien, si tenían hambre, si tenían sed y como les podía afectar el calor era una de nuestras grandes preocupaciones. Si ellas no están bien, el resultado no es el mismo”.
Cómo distinguir la calidad de un huevo
La apuesta por la crianza de gallinas en libertad y la producción de huevos camperos se extiende poco a poco por todo el país. Como tienen un precio superior al huevo de producción industrializada, su futuro depende en buena medida de que el consumidor sepa apreciar sus virtudes. “Sobre todo y muy importante, al ser un huevo fresco se nota que no se desparrama al freír sino que se encoge y se compacta".
Y añade José: "Visualmente, la mayor garantía de que el cliente está comiendo un huevo campero es que el primer número escrito en el huevo sea el 1 ya que hay mucho engaño con las llamadas gallinas de suelo. Les llaman así y eso genera confusión, pero son de gallinas que nunca han visto el sol ni salen al aire libre. A parte que el color de nuestra yema es completamente natural por los cereales de la alimentación, nada de colorantes ni inventos”. Una prueba interesante que se puede hacer en casa es separar una yema de su clara e intentar "pellizcar" la yema y levantarla entre los dedos. Si el huevo no es fresco, es seguro que se romperá.
Todo hecho a mano
Como la gran producción copa el mercado y la distribución, actualmente los pequeños productores utilizan mayoritariamente el comercio local como manera de lograr un hueco y asegurar su supervivencia. Hay una gran presión sobre los precios que han escalado mucho. ¿Cómo se lucha contra eso? ”A día de hoy hemos visto que el consumidor final que más acepta nuestro producto es a través de comercio pequeño, de proximidad y grandes superficies con productos de Aragón. También el canal de la restauración porque hay cocineros y restaurantes que nos eligen porque tienen como objetivo dar calidad de producto en su carta y en algunos casos también colaborar en mantener un tejido de producción local“.
Una cosa curiosa de los huevos de José y Yolanda es que como tienen varias razas de gallinas distintas, también los colores de los huevos son variados y resulta curioso verlos unos junto a otros. Ellos no hacen distinción y los empaquetan de manera aleatoria en sus cajas, todos por igual. Todo el proceso es muy manual, basta darse una vuelta por la granja y verlos trabajar para darse cuenta de eso. Una cinta transportadora y una impresora que marca cada huevo son las herramientas mecanizadas y el resto toca hacerlo a mano.
El futuro de la granja, del territorio y del pueblo
Actualmente la granja ha conseguido estabilizarse en cuatro puestos de trabajo, que puede no parecer mucho pero, otra vez, conviene poner contexto: es más del 1% de la población del pueblo, y si los consumidores nos ponemos las pilas, pueden proliferar muchas otras granjas como esta y ser una salida profesional viable. “Además de estos puestos de trabajo, también nos enorgullece un poco que ayudamos a publicitar, a dar visibilidad a nuestro pueblo. Estar en Munébrega deja claro que nuestras gallinas viven en el medio rural y que son camperas”, cuenta.
Si les preguntas a los hermanos Bueno por las medidas que desde las instituciones se afirma que se toman para paliar el problema de la despoblación rural del país te contestan rapidito y al vuelo: “Nosotros no nos hemos beneficiado de ninguna medida que dicen que han tomado” y, a pesar de todo, se muestran contentos. “Somos optimista con el tema, pero consideramos que tendría que haber más ayudas para potenciar que más gente se quedara en los pueblos, más allá de venir para pasar las vacaciones”.
Tras este año inicial de experiencia, ¿qué se aconsejarían a sí mismos si pudieran enviarse un mensaje cuando empezaron con la aventura? Los dos coinciden: “Lo más importante es olvidar las prisas y andar con calma. No te vamos a engañar, hay veces que hemos dicho: quien nos llamaría a nosotros en meternos en esta aventura. Pero, después de todo, lo bueno y lo malo, lo volveríamos hacer. Luchar nos hace más fuertes y nos une más, la experiencia este año ha sido súper bonita, aún después de un trabajo duro de 365 días al año, ha merecido la pena”.
Hay que desconfiar de quien promete soluciones simples a problemas complejos, como lo es el tema de la despoblación rural. Y en cambio, apoyar a quienes predican con el trabajo y el ejemplo. Una opción es decidir que si nuestro bolsillo lo permite, vale la pena comprar más huevos camperos.