Igual es cosa de la edad. De la nuestra, se entiende. Pero en el singular universo de gamers y streamers, el sentido común, cierta mesura con la gestión del ego y la fama, y procurar no ser un ejemplo tóxico para los más jóvenes no es algo que se estile demasiado. Precisamente por esto Ibai Llanos nos cae bien. También por su defensa de que los impuestos se pagan donde toca.
Así que celebramos su llegada al menú The Gaming Family de Dani García y su Gran Familia Mediterránea, donde comparte carta con otros personajes que cuidan menos esas cosas de la toxicidad y la fiscalidad. De hecho, igual que pasa con muchos cocineros, cuando alguien te cae bien se está más predispuesto a que te guste su cocina. O, en este caso, las ideas que ha tenido y que ha ejecutado García para este servicio de comida a domicilio.
5 platos con pasatiempos incluidos
El Gran Menú de Ibai consta de cinco platos. Y parece haber sido un éxito notable porque ha tocado esperar unas semanas desde su estreno para probarlo. Incluso el día elegido faltaban dos de ellos en la cocina de Barcelona de donde salían.
Así que nos quedamos sin saber qué tal el bocata Bull —sí, la famosa salsa de Daría García— con carrilleras y queso, y las croquetas que, como aliciente, incluyen una picante en la ración. De ahí que sean “croquetas challenge”.
El menú se completa con unas alitas de pollo, un perrito caliente y un dorayaki como único postre. Todos los platos incluyen algún guiño a los fans del famoso streamer bilbaíno. De hecho, el cuidado packaging en el que llega toda la comida esconde en su parte inferior sencillos pasatiempos relacionados con la carrera de Ibai. Y, por el estilo de estos juegos, cabe suponer que el público potencial de estos platos son los chavales más jóvenes.
Lejos de lo saludable
Así que ahora es cuando toca la parte sobre la compleja relación de famosos, menores y una propuesta gastronómica alejada de lo saludable. Ni una ensalada o un hummus para disimular un poco.
Por mucho que se asuma que estamos ante platos de carácter festivo y puntual, es imposible no revisar la carta de The Gaming Family —no sólo la nueva aportación de Llanos— sin que chirríe un poco. Igual que tanto ultraprocesado del supermercado con el famoso de turno, cierto. En cualquier caso, asociar el mundo gamer a perritos calientes, patatas y hamburguesas, por muy buenas que estén, es algo que tal vez merece ser revisado.
Perrito de 'txuleta'
Aclarado este punto, nos quedamos más tranquilos al comprobar que el perrito caliente a base de salchicha txuleta está rico. No sabemos si la txuleta en cuestión era madurada o de buey pero, tonterías al margen, se agradece que se aleje de esa textura y sabor un tanto plasticoso de tanto hot dog. De hecho, junto a la salsa Bull, el bacon y las patatas fritas, excepto por el pan es casi más un bocadillo sabroso de salchicha que el típico perrito caliente.
Sí es verdad que la nuestra llegó un poco más tostada y seca de lo deseable. Tampoco es que, por aquello de la txuleta, la queramos sangrando, pero más jugosa estaría más rica. Se sirve acompañada de una muy generosa ración de patatas fritas y cuesta 13,50€.
Las Disaster Wings (alitas de pollo glaseadas con salsa de barbacoa de miso, miel y cebollino) no decepcionan, con un sabor potente que combina bien lo dulce y lo salado gracias al marinado. La ración es de seis piezas (medias alitas, como es habitual), llega sin acompañamiento y cuesta 8,50€. Se acaban rápido, eso es buena señal.
'Ibaiyaki' de postre
También el postre llega con toque personal. El dorayaki japonés se convierte en un Ibaiyaki, con relleno de dulce de leche y chocolate —en un recipiente separado— para verter por encima de los dos bizcochos que conforman el plato, con un precio de 7,50€.
Se recomienda darle 30 segundos de microondas para que el relleno quede más cremoso. Así que hicimos caso, pusimos el chocolate por encima y, evidentemente, de esa mezcla sólo puede salir algo rico. Y con ese punto cochino, en el mejor sentido gulesco, de todos los platos.
Asumimos que pretender hacer algo parecido a crítica gastronómica con esta propuesta tiene poco sentido y, sobre todo, dará absolutamente igual a sus potenciales consumidores. Aquí se viene por ser fan de Ibai Llanos y lo que nos ponga de comer nos parecerá estupendo. Así que, en este contexto, la buena noticia es que, más allá de pequeñas pegas (esas patatas recalientan regular si se quedan frías de camino) está rico. Y que Ibai sí paga sus impuestos en España. ¿Lo habíamos dicho ya?