La desconexión con el origen de los alimentos es uno de los problemas principales de nuestro tiempo. Apenas sabemos nada sobre su producción, las personas que hay detrás y, sobre todo, cómo llegan a nuestro plato. Sucede con la huerta, con la ganadería y con el producto del mar, así que si te gusta el pescado, una forma fantástica de saber qué se pesca en cada zona y dónde disfrutar el pescado bien fresco es recorrer las lonjas. Iniciamos una ruta por los puertos de pesca de lo más veraniega e instructiva, para ver cómo el pescado salta del mar al plato.
El Maresme: la lonja de Arenys
Nuestro recorrido empieza en El Maresme, comarca catalana que antecede a la Costa Brava. Famosa por sus aguas frías y costa agreste, en los puertos de Roses, Palamós, Llançà o l’Escala, se capturan una de las mejores gambas rojas del mapa peninsular, las famosas anchoas de l’Escala o especies como el cap roig (escórpora), un pescado de roca con el que se cocina uno de los más sabrosos suquets o caldereta. Tanto en Cadaqués como en Calella de Palafrugell encontraréis lugares magníficos donde saborearlo.
El Maresme, sin embargo, cuenta con puertos menos turísticos, aguas más cálidas y temperaturas más suaves. Desde Blanes a Badalona las lonjas enseñan a partir del mediodía (entre las 14 y las 17 horas) las capturas del día. Arenys de Mar le debe su fama principalmente a la gamba roja que compite en calidad con las del Empordà, pero también al calamar de potera que tiene para él solito unas jornadas gastronómicas en otoño.
La mayoría de las pescaderías de la comarca se nutren de lo que desembarca cada día la flota de bajura de la lonja de Arenys. En los meses de verano es un espectáculo contemplar las plateadas sardinas, las caballas, los boquerones, los bonitos del Mediterráneo, algo más pequeños que los del Cantábrico, salmonetes, sonsos, etc. Tras esta visita —la subasta debes contemplarla desde arriba, pues la entrada no está permitida— lo mejor es acercarse al restaurante de la cofradía, Els Pescadors (Muelle Pesquero, s/n, Arenys de Mar), y preguntar por el pescado del día.
Badalona: una lonja que sobrevive
Seguimos hacia el sur con la inmensa tristeza de haber perdido la lonja de Montgat, último reducto para los vecinos donde comprar pescado vivo como tacons (pescadito plano y pequeño de piel oscura), pulpos, sepias, lluernes, arañas de mar, burritos, cintas, galeras y todo ese conjunto de pescado de roca que llaman morralla para elaborar los caldos más intensos.
Badalona sigue, sin embargo, su difícil andadura, renqueando, con las dificultades de toda flota de bajura en un mar esquilmado, aportando algunas capturas a las pescaderías de la población como las rayas, brótolas, sepias, cañaillas o cargols de punxa, sargos, doradas, etc. Si queremos degustarlo y seguir gozando de la vista de esta playa tranquila, lo mejor es recalar en La Donzella de la Costa (Passeig Marítim, s/n, Badalona), un clásico que se actualiza y pervive con su cocina marinera, como el Pont del Petroli y el Anís del Mono, iconos badaloneses por excelencia.
De Barcelona a Vilanova
También Barcelona tiene su rincón pesquero al lado de la Torre del Reloj del Port Vell. Desde la Cofradía de Pescadores de Barcelona, en la Barceloneta, se está haciendo una magnífica labor divulgativa sobre especies poco consumidas, pero de un gran valor gastronómico como pageles, pargos, sardos o brótolas. Hace años, el Racó del Mariner, ubicado frente a la propia Torre, era una buena referencia para saber qué se había pescado ese día. El restaurante sigue vivo, pero más alejado, en el Port Fòrum, y es de esos que quizás vivió tiempos mejores. Pero en la Barceloneta perviven clásicos como La Cova Fumada (c/ del Baluard, 56, Barcelona), donde además de su icónica bomba, se pueden degustar sardinas a la brasa o pescaíto frito, o el histórico Salamanca (Pepe Rubianes, 34, Barcelona).
Otra de mis lonjas favoritas es Vilanova i La Geltrú. Su puerto pesquero a las dos del mediodía es un trajín de gentes del mar en busca de la mejor pieza. Además, Vilanova tiene uno de los mejores mercados que yo conozco, por lo que es interesante hacer la doble visita lonja/mercado y luego ir a comer al Bar del Mercat (Plaça Soler i Carbonell, Vilanova i la Geltrú) que prepara el antiquísimo bull de tonyina (tripas de atún guisadas con patatas y caracoles), truita d’espigalls (tortilla de los brotes de la col brotonera) en invierno y unos calamares rellenos con picada de chocolate increíblemente sabrosos.
El sur de Cataluña: atunes y mejillones
Nuestra próxima parada es L’Ametlla de Mar, sede de la empresa Balfegó que ofrece, además de buen atún a un sinfín de restaurantes, la experiencia de sumergirte entre estos túnidos rojos que son tan apreciados como los de las almadrabas gaditanas. Si después empieza a entrar hambre, que es lo más probable, se puede ir en busca de un entrante de mejillones del Delta, sardinitas a la brasa, unas cuantas almejas, algún arroz o, incluso, un all i pebre, el guiso de anguila que acompaña al viajero a lo largo de toda la desembocadura del Ebro.
En San Carles de La Rápita el atardecer nos espera. Las mejilloneras bordean la línea del horizonte, están produciendo uno de los mejores mejillones de este país y su mejor momento son los meses de abril y junio. Si os gustan las ortiguillas, el restaurante La Tancada, ubicado dentro de un camping con el mismo nombre (Contrada Sant Carles de la Ràpita Salines S/n, Amposta), las fríe de manera primorosa, cocina unos arroces magníficos y tiene un suave pero sabroso carpaccio de gambas.
Las lonjas en Valencia
Vinaròs es la parada de los amantes de los langostinos, crustáceo que necesita una buena dosis de agua dulce y salobre, por eso los deltas y marismas son sus espacios favoritos. Su pesca abarca los municipios de Vinaròs, Benicarló, Peñíscola, Castellón y Burriana. En su mercado, generalmente por la tarde, podrás encontrar lo más fresco que haya salido de una barca ese día.
Y ya en Castellón hay que ir a Terra Milles (Port Pesquer, s/n, El Grao, Castellón de la Plana), que está al lado de la lonja. Casi se pueden tocar las barcas con la mano desde la mesa. En este lugar he comido las sepias más frescas y tersas, y sobre todo, un guiso de huevas de este cefalópodo encebolladas al azafrán casi imposible de encontrar en ningún restaurante. También podemos darnos un homenaje con el arrós a banda (plato típico de los pescadores de El Grao) en Casa La Gata (Camí Vell de la Mar, 131, Castelló de la Plana). Este guiso que se preparaba con pescados de descarte se hace hoy en día con raya, colitas de rape, cazón o moixina, algún pequeño pulpo, patatas y alioli. Con el caldo resultante se prepara un arroz a modo de “segundo vuelco”.
Y cerramos nuestra ruta —de momento— en Xàbia, Alicante, provincia que también cuenta con una rica tradición atunera con importantes almadrabas, incluso con una isla, Tabarca, llena de historia, leyendas de piratas y gentes dedicadas a la pesca de este túnido migrante. Hoy en día, en sus restaurantes, los turistas pueden disfrutar de una gran variedad de arroces (mi favorito, en verano, es el de boquerones y espinacas), pero yo me quedo con la ventresca de atún guisada con vino blanco y ajetes, así de simple. Como Sorolla, quedamos extasiados con esta luz y esta dura vida del pescador. ¡Y aún dicen que el pescado es caro!