Muy demandado en chiringuitos y restaurantes, el pescado es uno de los alimentos reyes del verano, aunque su consumo se mantiene durante todo el año ya que se trata de un alimento muy valioso por su valor nutricional, especialmente rico en omega-3, lo que le convierte en un ingrediente indispensable en nuestra dieta mediterránea.
Sin embargo, existen algunos riesgos al consumir pescado como contraer una reacción adversa, en caso de que contenga el parásito que transmite el anisakis, o quedarse atragantado por la ingesta de alguna espina. Sobre todo si esta se clava en la garganta y genera molestias o dolor que impidan tragar los alimentos.
Para evitar estas situaciones, es importante limpiar bien el pescado y quitarle las espinas antes de empezar a comer. Aunque, a veces, su extracción no es suficiente para solucionar el problema, ya que algunas espinas son muy pequeñas y cuesta verlas, quedando ocultas entre el pescado.
¿Cómo actuar si se clava una espina?
Lo primero que se debe hacer en caso de que una espina se quede atrapada en la garganta es no alterarse en exceso, puesto que puede solucionarse fácilmente, siempre que no suponga complicaciones graves que un médico deberá resolver mediante una endoscopia.
Existen muchos alimentos usados como remedio casero para tratar de solventar el problema, como son el arroz blanco, el pan de molde, el plátano o el aceite, dado que por sus cualidades de absorción y viscosidad pueden parecer eficaces para retirar la espina clavada. También hay personas que intentan quitarla por sí mismas con las manos, haciendo la maniobra de Heimlich o utilizando instrumental.
Sin embargo, ninguna de estas opciones resulta efectiva para solucionarlo. Tal y como ha explicado María José Rodríguez Lagunas, profesora colaboradora del máster universitario de Nutrición y Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en declaraciones para Hule y Mantel, todo depende de factores como el tamaño de la espina, su forma y la zona donde se ha quedado atrapada, por lo que en función de ellos, será un asunto de menor o mayor gravedad.
La docente apunta que, por lo general, la espina clavada cae por sí misma. Si se encuentra en el esófago, el mismo movimiento que se realiza al tragar alimentos hará que la espina se desprenda y salga expulsada. Si está en la garganta, la actividad habitual de entrada de alimentos y aire al respirar terminará deshaciéndose de ella, así que no hay de que preocuparse.
La experta recomienda acudir al médico en caso de molestias para que examinen la zona y retiren las espinas siguiendo un procedimiento adecuado. "Si se realiza en casa con instrumental que no está preparado para ello, puede ser incluso más peligroso, más allá del simple hecho que no podemos vernos la garganta", advierte Rodríguez. "Tampoco es útil hacer la maniobra de Heimlich, pues solamente sirve para ahogamientos y expulsar alimentos que se han quedado taponados y obstruyen el conducto del esófago, un caso distinto a la situación de las espinas".
Pescados con y sin espinas
La mayoría de los peces, al tratarse de animales vertebrados, tienen espinas. Por eso, se debe estar al tanto de su presencia para no ingerirlas. Pescados como la merluza, el salmón, el atún, el emperador o el jurel, entre otros, presentan una espina dura y grande, fácil de localizar y de eliminar. También el lenguado y otros pescados planos, con mucha espina, pero que se retira sin complicaciones.
Si buscamos un pescado que apenas tenga espinas, encontramos el bacalao. Mientras que pescados azules de menor tamaño, como la sardina o el boquerón, tienen una espina más pequeña y blanda que no supone peligro alguno. Por su parte, otras especies procedentes del mar, como los cefalópodos, los moluscos o los crustáceos, son animales invertebrados, así que directamente no tienen espina.
Las elaboraciones más habituales
Los pescados son el ingrediente principal de calderetas, suquets de pescado y guisos tradicionales, como la zarzuela. Se pueden cocinar de mil maneras: a la plancha, al vapor, a la brasa, al pil pil, empanados, en foma de buñuelos o de albóndigas, marinados, como tartar... e incluso crudos, como sucede en la cocina de origen asiático.
Asimismo, en verano se consumen mucho con una buena fritura y en forma de tapa, siendo las más comunes las anchoas, las sardinas, los chipirones o los calamares a la romana, u otras propuestas que se alejan de la freidora como los pulpitos a la gallega, entre muchas otras.