Ya estamos en julio, el calor no da tregua y el fresón desaparece de fruterías y lineales de supermercado. Sí, pero no. Quizás es que hay que saber buscarlo, porque el que ya no se encuentra hasta que llegue diciembre es el fresón de Huelva, el que conocen la mayoría de los consumidores.
No ocurre lo mismo con el de Aranjuez, localidad madrileña situada entre las vegas de los ríos Tajo y Jarama con una magnífica huerta famosa por sus fresas, fresones, espárragos y crucíferas (familia vegetal que engloba a todas las coles y repollos). De hecho, muchos desconocen que el origen de todo el fresón que se comercializa en España procede precisamente de un pueblo a sólo 50 kilómetros de Madrid.
¿Cuál es su orígen?
Para explicarlo hay que remontarse al siglo XIV. Es cierto que la fresa silvestre ya la comían los romanos y la apreciaban y recomendaban los médicos griegos por sus bondades medicinales, pero no es hasta que está acabando la Edad Media cuando pasa de ser planta ornamental y comienza a cultivarse por sus frutos. El devenir histórico, las conquistas de territorios de ultramar, hizo posible que en Europa se introdujeran variedades de fresa que sólo se daban del norte al sur de América, a lo largo de toda la costa del Pacífico.
En la Viejo Continente ya está perfectamente establecida en el XVII. A España llega un siglo más tarde gracias a los Borbones, en concreto al primer Borbón, Felipe V, que desde Versalles traslada las mejores plantas de fresa para cultivarlas en el Real Sitio de Aranjuez —hoy Patrimonio de la Humanidad—. Las fresas de Aranjuez se hicieron muy famosas, hasta tal punto que el segundo ferrocarril que se inauguró en el país, en 1851, adoptó el nombre de Tren de la Fresa. Unía la capital con Aranjuez, y a día de hoy sigue existiendo como tren turístico, con sus bonitos vagones de madera.
¿Cómo llegó a Huelva? En la publicación La fresa de Huelva, editada por la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, señalan que fue gracias a un soldado que hizo la mili en Madrid, conoció su cultivo en Aranjuez y la transportó hasta Moguer. En los años 70 del pasado siglo, en la provincia onubense se inicia el boom de su producción.
¿Fresa o fresón?
En realidad, botánicamente ambas pertenecen a la misma familia, el género Fragaria, aunque se trata de dos variedades distintas. La fresa es la Fragaria vesca, de origen es salvaje, mientras que el fresón o Fragaria x ananassa —al que comúnmente se le denomina también fresa— es un híbrido de distintas variedades que se ha ido desarrollando ex profeso para su cultivo.
En Aranjuez se cultivan las dos. Y entre ambas hay diferencias evidentes. “Son dos productos totalmente distintos, por textura, sabor, la misma planta es diferente”, nos aclara Jorge Nieto, quinta generación de agricultores que con la marca La Huerta de Aranjuez cultiva y comercializa fresas y fresones en la finca familiar de 17 hectáreas (producen también espárragos, tomates, calabazas, patatas, acelgas, coliflores y un largo etcétera, productos que cambian con la temporada).
”La fresa es mucho más pequeña, ácida y dulce a la vez, con una textura más granulosa, pero de sabor incomparable”, y añade que es una planta mucho más delicada, que una vez que se ha recolectado el fruto aguanta mal, de ahí que se vea poco en los supermercados y aparezca más en los restaurantes. Su temporada va de mediados de abril a mediados de junio, según el calor que haga cada año, porque es extraordinariamente sensible a las altas temperaturas.
Los Nieto tiene unas 15.000 plantas de fresa (o fresita), que en temporada —que precisamente se ha terminado hace medio mes— venden en cualquiera de sus once tiendas de Madrid y provincia (además de online). La baja producción, la corta estacionalidad y su fragilidad hacen de las deliciosas y escasas fresitas un producto caro: esta campaña las han estado vendiendo a 4 euros la tarrina de 125 gr. (a 32 euros/kg).
El fresón resulta mucho más económico, entre otros motivos porque su temporada es mucho más larga: “Empieza en primavera, a últimos de marzo, y cortamos fresón diariamente hasta que va llegando el frío, también durante el verano, aunque sea de calibre más bajo porque cada vez va saliendo un poco más pequeño”, explica Nieto. En sus tiendas a comienzos de campaña estaba a 4 euros/kg., y a día de hoy las cajas de kilo alcanzan los 7 euros. Es verdad que no hay mucho, pero hay.
Madrid versus Huelva
En su opinión, la diferencia entre el fresón madrileño y el onubense es la textura. “El nuestro es un poco más pequeño, más carnoso, con más consistencia y con un dulzor ligeramente ácido que lo hace muy rico, mientras que el andaluz tiene más agua”. El motivo, dice, “es la tierra de Aranjuez, sumamente fértil, aunque la producción madrileña es ridícula comparada con la de Huelva”.
Ellos tienen 150.000 plantas, que aunque se sumen a los cultivos de fresón de Segovia y Ávila, con características muy similares al arancetano, no pueden hacerles la competencia. Y es que el 90% de la producción de fresón española se da en Huelva (unas 340.000 toneladas), que también lidera la europea (somos segundos a nivel mundial, tras los EEUU).
El auge del fresón de Huelva como sus métodos de cultivo, basados en el modelo productivo californiano, y su clima templado, perfecto para la planta, llevó al éxito a sus agricultores, al tiempo que decaía el de Aranjuez. Sin embargo los viveros de semillas y productores de plantas están precisamente en Castilla y León, comunidad desde la que se abastece a toda la Península. De aquí parten los plantones que luego poblarán las grandes hileras de estos frutos rojos tan sabrosos y nutritivos como trabajosos de recolectar.