Familia Torres dio por finalizada ayer jueves, 15 de setiembre, la vendimia en sus fincas de Catalunya, con la variedad ancestral pirene en Sant Miquel de Tremp, situada en el Prepirineo leridano a una altura de 950 metros. Esta es una de las variedades prefiloxéricas que ha recuperado la bodega familiar y por la que está apostando como solución al cambio climático ya que es de maduración tardía y resistente a las altas temperaturas y la sequía. La pirene se ha adaptado especialmente bien a la viticultura de montaña, que va ganando protagonismo a medida que aumentan las temperaturas por la calidad de la uva y frescura de los vinos.La vendimia ha finalizado unos días antes que el año pasado, aunque se había iniciado con más de una semana de adelanto, el 19 de agosto, como consecuencia a las altas temperaturas de verano y al avance de la brotación. La de este año ha sido una cosecha técnicamente compleja, condicionada por la meteorología durante el periodo vegetativo de la planta: el invierno cálido provocó una brotación adelantada que expuso la viña a las heladas del mes de marzo, afectando especialmente los viñedos del Alt Penedès, mientras que las lluvias abundantes en primavera propiciaron el desarrollo del mildiu, que hizo mermar la producción, un hecho que se agravó con la sequía de los meses de verano. La mayor parte de la uva procedente de las fincas que Familia Torres tiene en las denominaciones del Penedès, Priorat, Conca de Barberà y Costers del Segre, ha entrado en bodega antes del 30 de septiembre, una fecha avanzada que marca un récord histórico para la bodega y que sería consecuencia de los efectos del calentamiento global. Durante la primera quincena de octubre, se han terminado de vendimiar los viñedos más fríos y variedades más tardías, como la finca de Mas de la Rosa en el Priorat, la variedad ancestral forcada en el Alt Penedès o la pirene en Tremp, que ha cerrado la campaña.Durante ocho semanas, los equipos de viticultura y enología de Familia Torres han trabajado intensamente en la selección de la uva, tanto en el campo como en la bodega, para asegurar las mejores condiciones del fruto. Gracias a ello, y al trabajo previo realizado para minimizar la afectación del mildiu en los viñedos ecológicos, la cosecha ha sido de buena calidad a pesar de la baja productividad, que en algunas zonas ha sido de un 30% menos con relación al año pasado. Todo ello en un contexto marcado por la pandemia, que ha obligado a trabajar con una gran planificación de las medidas de seguridad para asegurar la salud de las personas y la continuidad de la vendimia.Según Miguel Torres Maczassek, director general de Familia Torres: “Este ha sido un año atípico en muchos sentidos, pero estamos satisfechos de la cosecha y de la calidad que muestran los primeros vinos. Un año más, una variedad ancestral, en este caso la pirene, cierra la campaña, lo que demuestra el potencial de estas variedades para afrontar el futuro, condicionado por el cambio climático”.