Hace ya tiempo que el txakoli dejó de ser ese vino blanco y ácido relegado al poteo —ese noble arte vasco de ir de bar en bar tomando algo— y poco conocido fuera de Euskadi. Y en ese proceso la bodega guipuzcoana K5 ha jugado un papel fundamental. Fundada en 2010 por Karlos Arguiñano junto a un grupo de amigos, fue una de las pioneras en apostar por nuevos tipos de elaboración, lías, crianzas más largas…
En definitiva, salirse del perfil más tradicional del txakoli que se da sobre todo en Getaria y en todo Guipuzcoa y apostar por un vino más gastronómico y dispuesto a competir entre los mejores blancos del país. Ahora que todo el mundo busca frescura y acidez que de a los blancos una vida larga, esa parte en el caso del txakoli está más que resuelta.
Con viñedos propios de uva hondarrabi zuri alrededor de la bodega situada en un precioso enclave en Aia, la popularidad del cocinero vasco ha sido otro empuje evidente para los txakolis que lleva más de una década elaborando K5, desde su referencia de entrada, hasta el K5 Pilota y también los dos más nuevos y especiales que hemos tenido ocasión de probar en la Barcelona Wine Week de la mano de Amaia Arguiñano, hija del conocido chef y responsable de la bodega, y Andrea Vargas, enóloga de todos los vinos de K5 junto a Lauren Rosillo.
¿Cómo son los nuevos vinos de Arguiñano?
Kaiaren, además de ser la primera referencia que prescinde el K5 en su nombre, representa perfectamente esa apuesta por un blanco de gama alta muy gastronómico y con mucha vida por delante. La añada 2016 que está ahora a la venta con un precio entre 35 y 40 euros la botella ha pasado por una crianza de 48 meses en lías y lleva en botella desde 2021.
¿Un txakoli de 8 años? Hace no mucho sonaría a locura, ahora es algo cada vez más habitual y una apuesta en firme de muchas bodegas. Y basta catar este Kaiaren ("del puerto", en euskera) para entender por qué. Un vino que mantiene frescura y equilibra muy bien su caracterírstica acidez con el punto cremoso que la larga crianza en lías le da. Un blanco que, sin duda, tiene todavía mucho recorrido en botella y que, aunque está estupendo para beber ya, dará mucho juego en los próximos años.
Muy interesante también el Vendimía Tardía de K5, el primer txakoli dulce de la bodega. Acaba de salir a la venta —somos de los primeros en probarlo, nos asegura Amaia Arguiñano— y, de nuevo, se trata de una edición muy limitada: 750 botellas de medio litro con un precio de unos 24 euros.
Dulce en realidad no es una buena descripción para este txakoli de color más opaco que sus compañeros de bodega. Evidentemente es mucho más dulce que otros chacolís, pero de nuevo la acidez reclama su protagonismo para compensar la dulzura de las uvas que se recogieron en diciembre, dando como resultado un vino mucho más interesante y también fácil de beber y maridar que los clásicos vinos dulces.
Tras este estreno, nos cuentan que la idea es producirlo sólo en las añadas excepcionales y en las que sea posible aguantar la uva en el campo hasta finales de años para que esa sobremaduración y concentración de azúcar permita una elaboración como ésta. Algo que la climatología del País Vasco —por suerte aquí sigue lloviendo, aunque menos que antes— no siempre lo pone del todo fácil.