Un bronceado saludable y duradero no se consigue con más horas espatarrados en la playa. Al contrario. Para que nuestra piel luzca hidratada, colorida y sana debemos exponernos sólo a primera y última hora, cuando el sol no aprieta, con crema en la piel antes, durante y después; pero también requiere de una alimentación e hidratación adecuadas. Toca un cambio de chip, porque tu moreno no solo se consigue en la toalla, también en la frutería.
¿Cómo mantener una alimentación acorde a tus planes de bronceado? Has de aliarte con la ingesta de alimentos ricos en vitaminas y antioxidantes que ayuden a absorber los beneficios del sol, pero también que contribuyan a la salud de tu piel, ojos y mucosas. Básicamente frutas y verduras que contengan, sobre todo, betacaroneto (provitamina A) y vitamina D. Aquí algunos alimentos comunes y accesibles que te ayudarán a resplandecer aún más.
Zanahoria
¡Betacaroteno para tu moreno! La zanahoria es tu mejor amiga para mantener un bronceado saludable. El betacaroteno es el pigmento responsable de los colores amarillos y naranjas de ciertos alimentos. También se denomina provitamina, porque tiene la capacidad de transformarse en vitamina A en nuestro cuerpo. Los betacarotenos son antioxidantes, es decir, protegen al cuerpo del envejecimiento celular, lo cual incide en la salud de tu piel.
Comer cada día una zanahoria nos prepara para cuando tomemos el sol, nos cambia el tono y retiene más tiempo el bronceado. Son el snack perfecto y pasadas ligeramente por la sartén o en crema oportan un dulzor idóneo para combinar con especias u otras hortalizas.
Espinacas
La luteína es un carotonoide antioxidante muy presente en las espinacas, capaz de disminuir el daño en las capas más superficiales de nuestra epidermis cuando la radiación del sol ha sido demasiado potente. Estas hojas previenen el envejecimiento prematuro y son grandes aliadas contra las enfermedades oculares. Al fin y al cabo, la piel y los ojos son los más expuestos al sol.
¿Cuál es la mejor manera de comer espinacas? En batidos. Así lo demuestra un estudio reciente de la Universidad de Linköping, en Suecia. “Lo mejor es no calentar las espinacas en absoluto", dice su autora. Por tanto, es en crudo, también en ensaladas, pero sobre todo como smoothie, triturada o licuada con un lácteo. "Mejor aún es hacer un batido y añadir grasas de productos lácteos, como nata, leche o yogur. Cuando la espinaca se corta en trozos pequeños, se libera más luteína de las hojas y la grasa aumenta la solubilidad de la luteína en el líquido”.
Mango
SI te fijas verás que muchas cremas bronceadoras y aceites protectores continenen zanahoria y mango, pero en esta casa además preferimos comerlo porque es dulce, refrescante y saciante, perfecto para el verano. La lista de beneficios es tan extensa que pocas dietas restringen su consumo e incluso algunas te aconsejan comerlo en ayunas tal cual te levantas.
Nos proporciona 62 kcal por cada 100 gramos y su aporte es altísimo en betacarotenos, vitaminas C y B, hierro, pectina para mantener a raya el colesterol malo, y fibra, que arrastra y limpia nuestro aparato digestivo, además de ayudar en el control de la glucosa en sangre.
Podemos comerlo en postres, ensaladas, compotas y batidos. También es muy recurrente en mocktails, es decir, en cócteles sin alcohol. Un apunte final: aunque sea una fruta tropical, su huella de carbono se reduce si buscamos mangos nacionales. Su cultivo está naturalizado ya en Málaga, Granada y Canarias, por ejemplo.
Melón cantalupo
Un proverbio árabe dice que "quien que sacie su estómago con melones se llenará de luz" y no va desencaminado. El color del cantalupo delata el betacaroteno, sobre todo visible en su pulpa, que cuanto más anaranjada, mayor índice y, por tanto, más amiga de tu piel, pelo, mucosas y sistema inmunológico. Además, nos regala vitamina C en grandes dosis, que nos ayuda a cicatrizar y a resistir infecciones.
El melón tiene una capacidad diurética e hidratante simultánea imprescindible, muy valiosa para largas exposiciones solares: permite eliminar líquidos, por lo que agiliza la evacuación de toxinas; y a su vez nos echa una mano para recuperar líquidos cuando sudamos o nos encontramos mal. Además, nos ofrece hierro, calcio, magnesio y fósforo. Recuperemos el melón con jamón, ¿quién lo quitó de las cartas?
Pepitas de uva
La vitis vinisfera, es decir, todas las uvas de mesa, son oro. Su piel y sus semillas son secuestradoras natas de los radicales libres y evitan el deterioro acelerado de la piel. Nos ayudan contra el estrés oxidativo y del fotoenvejecimiento, por ello muchos suplementos que potencian el moreno contienen extracto de uva.
Podemos comerla tal cual o añadirla a platos veraniegos como el ajoblanco o en la vichyssoise fría. También en forma líquida, como zumo licuándola o como mosto no industrial. Reiteramos: lo más importante es que no desechemos las pepitas, que es donde residen sus aceites naturales. Mastícalas, que ya eres mayorcito/a.
¿Cuenta el vino como antioxidante?
Pues a estas alturas diremos que no. ¿Es antioxidante? Sí ¿Los polifenoles se mantienen? Sí. Sin embargo el componente etílico es indiscutible y aunque seamos indulgentes y sea parte de nuestra cultura, sería irresponsable recomendar su ingesta para cuidarnos. El vino nos acompaña en buenos momentos, por supuesto, y por ello seguiremos disfrutando con moderación, pero no por prescripción.
Nota de Hule y Mantel a favor de la revisión anual con tu dermatólogo/a: "En España, cada año, se diagnostica a más de 78.000 nuevos pacientes con cáncer de piel, de los cuales casi el 95% presentan cáncer de piel no melanoma, que afecta aproximadamente a 74.000 pacientes nuevos cada año. Por su parte, el cáncer de piel melanoma, el más agresivo y con peor pronóstico, genera aproximadamente 4.000 nuevos afectados al año". Datos de 2022 recogidos en "El Libro Blanco del Cáncer de Piel", de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).