El Chartreuse, los Aromas de Montserrat o el Licor de Valvanera son buenos ejemplos de cómo en los monasterios y entornos monacales se hace mucho más que rezar. La historia de las bebidas espirituosas monásticas se remonta siglos atrás y gracias a que los monjes y monjas, conocidos por su dedicación a la vida contemplativa y a la oración, han desarrollado técnicas únicas de elaboración delicores y destilados. que se han transmitido de generación en generación.
Actualmente, los productos de bebida y alimentación con origen en monasterios, y más concretamente los licores, han emergido como una tendencia al alza, ofreciendo una combinación de “calidad excepcional, tradición ancestral y valores espirituales”, destacan desde el sector.
Lo certifican marcas emblemáticas como la mencionada Chartreuse y otras como Bénèdictine y Eyguebelle, a nivel internacional. Así como, en España, los Aromas de Montserrat que, desde 2011, se elaboran en la fábrica de Anís del Mono, el Licor Tizona del Cid, elaborado en Burgos, o el milenario Licor de Valvanera, de origen riojano.
Marcas francesas de referencia
En el caso de Chartreuse, una marca icónica reconocida en todo el mundo, son los monjes cartujos de la Grande Chartreuse (Francia) los que elaboran esta emblemática bebida espirituosa desde el siglo XVIII, utilizando una receta secreta que incluye una combinación de hierbas y plantas cuidadosamente seleccionadas.
La marca ha mantenido su autenticidad y calidad a lo largo de los años, convirtiéndose en un referente de los licores de origen monástico. Además, tiene un fuerte vínculo con España puesto que, a principios del siglo XX, los monjes se vieron obligados a abandonar Francia y empezaron a producir el licor en una destilería de Tarragona, hasta que esta fue bombardeada durante la Guerra Civil.
Bénèdictine, cuya receta se remonta a 1510 y se basa en plantas medicinales locales realzadas con especias orientales, ha ganado reconocimiento mundial por su sabor distintivo y su historia centenaria, atrayendo a consumidores que buscan productos únicos y con tradición.
Por último, Eyguebelle es una marca francesa fundada por los monjes cistercienses que ha sido un referente en la producción de licores y siropes desde sus inicios. Sus productos, elaborados con ingredientes naturales y siguiendo recetas tradicionales, capturan el espíritu de la vida monástica y el amor por la calidad y la autenticidad.
Licores monacales en España
En España están los Aromas de Montserrat, un licor de 31 grados que se elabora con plantas autóctonas y que se hizo muy popular en sus inicios “por sus propiedades digestivas”. Actualmente, este licor que inventaron los monjes benedictinos de la Abadía de Montserrat se elabora en la fábrica de Anís del Mono, en Badalona.
En La Rioja está el milenario Licor de Valvanera, elaborado en el monasterio del mismo nombre primero por los monjes benedictinos y ahora por los del IVE. A este licor se le atribuyen propiedades “digestivas” por el enebro y la manzanilla, y se utiliza a menudo en la elaboración de repostería tradicional riojana.
El Licor de Tizona del Cid toma el nombre de la espada del héroe castellano por la vinculación con el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos), puesto que allí vivieron la mujer y las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar. Amarillo, dulce y con una graduación de 38º, el Licor de Tizona sigue elaborándose con semillas y hierbas según la ancestral fórmula secreta.
Sostenibles y artesanos
Estos licores se caracterizan por “su sabor refinado y complejo, resultado de la sección meticulosa de ingredientes y un proceso de producción cuidadosamente controlado”. por todo ello, los monasterios han sabido aprovechar la oportunidad para difundir sus productos que, además de historia y tradición, también se benefician de otros valores.
“A medida que los consumidores buscan experiencias gastronómicas y espirituosas únicas, las marcas de origen monástico continúan cautivando los paladares y los corazones de quienes valoran la calidad, la sostenibilidad y la elaboración artesanal”, indican desde el sector.