Bodega Dosterras: herencia familiar y revolución mexicana en las tierras catalanas del Priorat

Fernando Grajales heredó el interés por lo enológico de su abuelo, dejó su México natal y se estableció en el Priorat, en el país de sus bisabuelos: dos tierras unidas por el vino

Mónica Ramírez

Periodista gastronómica

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Vinos de la bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat
Vinos de la bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat

Francisco Ibarra nació en México, país al que huyó su familia —originaria de Burgos— cuando estalló la guerra civil española. En el terreno laboral, su formación iba encaminada hacia los números, pero su pasión por el mundo de la comunicación lo llevó al de las palabras. Fundó y presidió el Grupo Acir, una de las empresas más importantes de medios en México. 

En lo personal, mantuvo el vínculo con sus raíces a través de los vinos, su otra pasión. Nunca faltaron en su mesa los ratos familiares compartidos con una copa de Rioja, Ribera o Priorat e incluso, ya en 2003, compró una finca en San Juan del Río y empezó a elaborar su propio vino.

Su nieto, Fernando Grajales, heredó el interés por el mundo enológico y tras tejer su formación y trayectoria laboral en torno al márqueting, en 2012 decidió cerrar capítulo, cambiar de vida y emprender en el sector vinícola con el apoyo de su abuelo. “Soy el único nieto dedicado al mundo del vino y el único, que no es hijo suyo, que tiene un negocio con el abuelo”, afirma Grajales.

Dos hombres y un destino

Fernando Grajales en la bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat
Fernando Grajales en la bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat

Después de explorar varias regiones vinícolas, Fernando recordó aquellos tintos de Priorat en familia y viajó a España para conocer la comarca. Se enamoró del paisaje catalán del Montsant, compró la finca Mas Figueres, en Marçà, y decidió que sería el lugar donde establecería su propia bodega.

“Nos gustó el entorno, pero no conocía los vinos del Monsant, ni siquiera sabía que existían. Cuando los probé, me llamó la atención la cariñena”. Y añade, “el paraje reunía tres aspectos que me sedujeron: esencia, carácter y misticismo”.  

A partir de ahí, explica que se sucedieron una serie de anécdotas y encuentros que reafirmaron su vínculo con ese paisaje. El bodeguero señala que cuando su familia visitó Mas Figueras se dio cuenta de que no era la primera vez que veían aquellas montañas. “Parece ser que habíamos veraneado aquí en 2004, y que ya por entonces habíamos quedado prendados del entorno”.

La siguiente coincidencia se dio en un avión, en un vuelo internacional. “Solanes era un vino que me recordaba a mi casa, era habitual en nuestras copas y era uno de mis favoritos. Incluso se me había pasado por la cabeza comprar la bodega, pero no sabía quién era el propietario. En un viaje, empecé a hablar con mi compañero de asiento —un desconocido— y cuando tocamos el tema vinícola, charlamos sobre preferencias, marcas... Resulta que él era elaborador de Solanes, en el Priorat”.

Otra sorpresa del azar fue cuando encontraron botellas de Scala Dei en la despensa del abuelo o cuando descubrió que la profesora de yoga de su madre vivía en el propio Marçà, “justo al lado mío”, precisa. Todo señalaba este municipio como el lugar de destino, y en 2013 empezaron a elaborar bajo el nombre de Dosterras.

Dosterras, el vínculo entre dos países

La bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat
La bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat

Dosterras representa ese hilo invisible que conecta a las generaciones de esta familia y rinde homenaje a los dos países donde han crecido. El origen parte de la bodega del abuelo, en 2003, para recoger y continuar su legado en España. Un negocio que consigue que el país natal y el país de acogida intercambien etiquetas entre generaciones. Un círculo que abre caminos, comparte legado, confraterniza pasiones y estrecha vínculos familiares. 

El objetivo de esta bodega es elaborar los vinos que a ellos les gustaría encontrar en la copa. “Hacemos los que nos motivan, al margen de modas. Son elaborados identitarios, que hablan del lugar donde nacen, con largas crianzas, de guarda, aunque es cierto que hemos empezado a acortar tiempos de barrica y botella para que haya mayor rotación”, afirma Grajales.

“Somos conscientes de que son vinos que van a contracorriente. Actualmente se piden referencias más aéreas, con notas más frescas, quizás más fáciles de beber. Los nuestros son más ‘terrenales’, con producciones limitadas y un perfil más complejo. No hacemos vinos de receta”. 

Al principio, al público le costó entender la filosofía de Dosterras. “Soy un rebelde y los inicios no fueron fáciles, pero es el camino que hemos elegido. Queremos hacer buenos vinos y transmitir un estilo de vida, respetando el entorno, las tradiciones, las personas que viven en el pueblo y el valor de la comarca. También nos gusta sorprender. Ahora estamos experimentando con barricas de Hungría y Croacia. Veremos los resultados”, confiesa Fernando.

Un espacio en crecimiento

Pisado de uvas en la bodega Dosterras / Foto: Jordi Gatell/Cordegat
Pisado de uvas en la bodega Dosterras / Foto: Jordi Gatell / Cordegat

El equipo está comandado por la enóloga Noemí Javierre y Andreu Cardenyas, el director comercial. A la primera la encontramos pisando uva, “este método lo utilizamos con algunos vinos, no con todos, y se nota en el resultado”, comenta. Por su parte, Andreu señala que las ventas se focalizan, sobre todo, en el mercado internacional, donde se exporta un 60% de la producción. 

Habitualmente, las referencias se inscriben en la D.O. Montsant, aunque hay algún vino fuera de la denominación. Elaboran unas 36.000 botellas anuales, pero en el horizonte tienen dibujado 150.000. “Llevamos tres añadas con todo vendido”, destaca.

Ayudó que en 2019 ampliaran y remodelaran instalaciones. “Con el nuevo espacio, también hubo un enfoque más preciso, de mayor madurez creativa y seguridad en nuestra trayectoria. Hemos dejado de malvender y ahora escogemos a nuestros distribuidores. Nos valoramos”, asegura Grajales. "En noviembre queremos volver a hacer una nueva ampliación”.

Junto a la bodega, se ubica una preciosa masía, con un jardín presidido por un cedro de unos 450 años, un pequeño rincón para brasa y una pequeña piscina. “Utilizamos este edificio como alojamiento. Habitualmente para familia y amigos, pero también hemos tenido bodas y eventos”, explica.

Anexo al jardín se han creado dos áreas —una de ellas techada— para comer, cenar o vermutear al aire libre. En este espacio, que solo funciona en fechas señaladas y con venta anticipada, se han habilitado un par de barras donde se sirven copas y tapas, con música de fondo.

La gama de vinos

La bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat
La bodega Dosterras en el Priorat / Foto: Jordi Gatell / Cordegat

La gama vinícola de la bodega Dosterras está compuesta, principalmente, por vinos con un estilo propio, fieles al paisaje que les otorga su personalidad, y con cierta complejidad. Son vinos expresivos, habitualmente elaborados con variedades autóctonas, con graduaciones altas, propias de las referencias de la comarca. “Cada vino explica la historia del año, no hay vinificaciones fórmula”, señala Grajales.

El Vermell es el tinto que podría definirse como el de ‘introducción a la comarca’. Es uno de los que más exportan y está elaborado con garnacha y cariñena, y un 20% de syrah y cabernet. Sus vinos más emblemáticos son Dosterras (100% garnacha de vides de unos 60 años, 14 meses de barrica y 4 años de botella), Finca Aigualsals (100% cariñena de finca de 75 años, 2 años barrica, 2 años botella) y Naixement (cariñena y garnacha, de una finca de 90 años, barrica y dos años de botella). 

El Niño, 100% syrah, lo podríamos describir como “el más fácil de beber”, menos complejo que sus compañeros de bodega. Carpatia es el menos representativo de la D.O. Montsant y uno de los pocos —sino el único— monovarietal de cabernet de la zona. Completa la gama Petit Miracle, elaborado con syrah, y un singular blanco, elaborado con roussanne, marsanne, garnacha blanca y pedro ximénez.