Primero fueron los georgianos. Su tradición milenaria fue popularizada en España por Don Josep Roca Fontané (El Celler de Can Roca). Sí, Pitu Roca, con ese amor que profesa al vino, una inquietud digna de un chiquillo y un alma aventurera comparable a la de Indiana Jones, fue el primero en descubrirnos los vinos naranjas de Georgia. Ahí empezó la bola de nieve, todo el mundo hablaba del vino naranja.
Luego llegó la moda del naturi, trabajar los blancos con sus pieles es una forma muy artesanal, bla, bla bla. Más tarde llegó esa parte de memoria histórica, la que se pone a remover el pasado para descubrir cómo vinificaban nuestros ancestros (vamos, nuestros abuelos y bisabuelos) y al final de todo eso quedó una cosa clara: orange is the new wine. Que para quien no hable inglés, es como decir que el vino naranja es el siguiente peldaño.
¿Qué es el vino naranja?
Pitu nos devolvió esa memoria vinícola que había caído en el olvido. Pero ¿qué carajo es un vino naranja? Un vino naranja es aquel vino blanco que se ha macerado, fermentado y que ha pasado tiempo con las pieles, vamos lo que viene siendo el mismo trabajo que un tinto. Porque lo que se suele desconocer es que los blancos, por norma general, son prensados y separados de sus pieles para vinificarlos. De esta forma podemos entender fácilmente lo que es un vino naranja.
Esa misma forma de vinificar ambos vinos, hacen que los vinos sean radicalmente opuestos, dado que si a un vino blanco le quitas toda la piel, sus taninos, la oxidación que pueda presentar la misma piel y otros componentes, se pierden. Tan solo nos queda la expresión varietal del interior del fruto. Realmente los orange nos traen otra dimensión del blanco hasta ahora perdida, dependiendo del tiempo de extracción o infusión con las pieles, el vino va a ser uno u otro. Casi que los podrían llamar vinos cuánticos, porque las variantes y posibilidades son infinitas. Esto si es una dimensión de la locura y no lo que tiene el quejica del Dr. Strange de Marvel. Como soy persona de bien os dejo una lista, con ella podéis tener una guía de referencia. Si os los bebéis todos, pasaréis unos raticos fetén:
Abrisa’t, Bàrbara Forés
Comenzamos por dos de Terra Alta, una de las denominaciones de Tarragona, más conocida por su gran producción de garnacha blanca, los vinos naranja son llamados "vi brisat" (vino brisado). Arraigados a la tradición vinícola de estas tierras, son muchas las bodegas que los están recuperando y haciendo auténticos pepinazos con ellos.
El Celler Bàrbara Forés, pionera en Terra Alta con actual dirección a cargo de Carmen Ferrer y Pili Sanmartín, aúna tradición y buen hacer. Su brisado/orange procede de La Sendroseta, una pequeña finca con poco menos de una hectárea de tierra de panal. Maceración con pieles de quince días y criado en jarras de cerámica donde pasa 6 meses.
Brisat dels Arcs, La Furtiva
La Furtiva en Vilalba dels Arcs nos presenta Brisat dels Arcs, otro brisado/orange procedente de varias parcelas de tierra arcillosa. Según Òscar Navas, su elaborador, estas tierras maduran un poco antes y son ideales para hacer su vino, el cual pasa según el año entre 40 a 50 días con sus pieles y raspón. Navas ha vuelto a la casa familiar para iniciar un proyecto desde los cimientos, literalmente.
Sota els atmellers, La Salada
Siguiendo la ruta catalana, nos dirigimos al Penedés. Allí, Toni Carbó y Anna Serra en la bodega La Salada, recuperan la malvasía de Sitges para hacer un orange fino y elegante. Dependiendo de la añada, pasa de 8 a 15 días de maceración pelicular bastan para dar rienda suelta a este estupendo vino.
Komokabras, Adega entre os Ríos
La atlanticidad no está exenta de orange, como ejemplifica el Komokabras naranja de las tierras de Barbanza e Iría, de la mano del Panoramix galego José Crusat. En Adega Entreosrios confluyen la tradición mas pura de las manos del padre de José y la radicalidad más opuesto por parte del hijo. La versión más punky del albariño de sus ya de por sí punky vinos. En esta ocasión, cinco días con pieles y diez meses en tinaja, nos traen toda la acidez y frescura de la albariño, con un volumen y oxidación de ole guacamole.
Phinca Hapa Elvillar blanco, Bodegas Bhilar
La Rioja no puede ser menos y también se añade a la lista de los orange. Phinca Hapa Elvillar blanco, de Bodegas Bhilar, es un grandísimo exponente. Si lo de esta bodega ya de por sí normalmente me seduce, lo de este orange es otro nivel. Volumen, clase, aromas. Todo maravilloso. Veintitrés días de maceración y un año en foudre francés para asentar esta bestia sobre sus sueños.
De Sol a Sol, Esencia Rural
Cerramos el círculo peninsular con De Sol a Sol. Esencia Rural es la bodega de Juan Ruiz Villanueva, asentado en Quero Toledo, y De Sol a Sol Airén 2017, es la bestia de los orange nacionales. 357 días de maceración en frío, previos a una fermentación espontánea en depósitos de inox. Todo esto para uno de los vinos más incomprendidos del panorama, pero uno de mis favoritos. Frutas maduras, cítricos, volumen, la volátil por la nubes y la sensación de entrar a una herboristería al abrir sus puertas. Genuino y crudo vino naranja.