De Colombia a Moldavia, pasando por Tenerife (Ramiro Cuende)
Artículo de opinión de Ramiro Cuende, Bibliotecario de la Academia de Gastronomía de Santa Cruz de Tenerife, inspirado en un detalle vitícola de Olga Esanu (Sala de Etéreo) desde su país natal, Moldavia
Guardar
Se iba a llamar: “El día después”, pero tras pensarlo me resultó curioso lo que sucedió al final del convite, para nominarlo de manera distinta, me explico. Han pasado unos días desde que nos encontramos en Etéreo, sutilmente llevados de la mano del honorable brigadier, Luis Díaz de Losada, que depositó su confianza en Pedro Nel, o sea, empezamos por Colombia.Acompañados por Lourdes Fernández y, su Cráter, al que nos convidó en su doble formato, con el fin provocar distintas sensaciones en nuestros atentos paladares, en función del embotellado, una curiosa propuesta. Lo consiguió, no son las mismas vidas las de los vinos según sus recipientes, ambos deliciosos, el magnum etéreo, si lo prefieren sublime.Antes de continuar, me gustaría resaltar un detalle que me llamó gratamente la atención, guarda relación con lo que se ha dicho de la amable y correcta atención a lo largo de la sinfonía culinaria que disfrutamos, y fue la cara de felicidad de Domingo, el camarero al que Lourdes le propuso usar el aireador en la botella magnum para servir el vino, estaba encantado con su descubrimiento. Una bella lección Lourdes, le alegraste el ejercicio de su labor. Me comentó que el artefacto le hacía más cómodo servir las copas porque le alargaba el brazo, y que le encantaba ver como el vino llegaba abierto a la copa y no goteraba, aireado ¡Tú ves!La sorpresa surgió al final cuando Olga Esanu, camarera del restaurante y amiga del Gran Belín, cuando nos agasajó invitándonos a catar un vino de su tierra, la República de Moldavia, un caldo elaborado con sirah, de nombre Pastoral.El motivo de este bibliotecario artículo, se basa en que he de reconocer que fue la primera vez que conocía a persona de Moldavia, una moldava, la primera persona que he conocido de ese enorme valle, entre Rumanía y Ucrania. Por esas cosas mías mientras saboreaba aquel dulzón vino, me acordaba de Las aventuras de Tintín. La acción de cuatro álbumes de Tintín transcurre en parte o del todo en los Balcanes. Estos cuatro álbumes son El cetro de Ottokar (1939), Objetivo: la Luna (1953), Aterrizaje en la Luna (1954) y El asunto Tornasol (1956). Los nombres de los países, Syldavia y Borduria, son inventados, pero en la primera historieta se especifica que el primero es “uno de los estados de la península de los Balcanes”. Como saben los tintinólogos, el maestro Hergé se documentaba concienzudamente a la hora de preparar sus obras, de modo que leyéndolas con atención quizá podamos averiguar de dónde tomó la inspiración el dibujante.La curiosidad y la sorpresa me pusieron manos a la obra para conocer algunos pormenores de aquel curioso vino, y de su país de origen. Más concretamente en lo que hace a sus vinos. Créanlo, Moldavia siendo un país desconocido, posee las mejores colecciones de vino del mundo. Este pequeño país europeo tiene alguna de las bodegas más grandes del mundo. Milestii Mici, Cricova y Purcari son los máximos exponentes de lo que, para muchos, será "el próximo gran destino vitivinícola de Europa". Hoy solo recibe a unos 10.000 viajeros. Igual nos ponemos las pilas y vamos, traductora es posible que tengamos, si Olga nos acompaña.La bodega Milestii Mici, con sus 200 kilómetros de calles enterradas, bate todos los récords mundiales, ahí es nada. Otra llamada Cricova, es una antigua mina de caliza, viene a constituir una ciudad bajo tierra con 120 kilómetros de calles a sesenta metros de profundidad sobre el nivel de la hierba (20 plantas de sótano). Esa situación produce una temperatura constante de entre 12 y 14 grados centígrados, o, según dicen, la felicidad para los amantes del vino. Por eso guardan ahí en la cassa nº 275, o sea, la colección privada de vinos del presidente ruso, Vladimir Putin. O, en la cassa nº 291, la que pertenece a la canciller alemana, Angela Merkel. Esos mandatarios guardan en este lugar sus vinos bien frescos para cuando les apetezca, que no pueden desplazarse por motivos que desconozco, los amables moldavos se los hacen llegar en perfecto estado.El astronauta ruso Yuri Gagarin se perdió, según una tenaz leyenda, un par de días en esta bodega, aunque no padeciendo la sed. En el año 1966 Yuri Gagarin dejó incluso un elogio por escrito de los vinos de Cricova, que si no le hacían pensar en la relatividad del espacio tiempo, desde luego daban un alegre olvido. Lo mismo me pasó en el pasado convite, por momentos sentí un olvido alegre, la misma sensación que cuando leo un libro nuevo y me entusiasma, me olvido del tiempo. El vino está muy presente en la literatura, en la nuestra en particular. Por ejemplo en: “La bodega” de Vicente Blasco Ibáñez o “El Hereje” de Miguel Delibes.Pasamos un rato grato, todo salió a pedir de boca como debe ser en una aG que se precie. Desde que llegué a la barra del Etéreo, en la que me atendió Domingo, por cierto, no bajo la guardia durante toda la comida, su atención fue exquisita como la de todos sus compañeros ¿Les sorprendió Moldavia y sus vinos? A mi sí.Gracias a todos por aquel rato tan reconfortante, repetiremos.Ramiro Cuende, Bibliotecario de la Academia de Gastronomía de Santa Cruz de Tenerife