Según datos del Ayuntamiento de Barcelona, a finales de 2022 había en la ciudad casi 173.000 perros y unos 165.500 niños menores de doce años. En estos casi dos años cabe suponer que los datos han inclinado aun más la balanza a favor de los perros, pero, en cualquier caso, es un dato que cada vez que se pone sobre la mesa suele despertar todo tipo de debates sobre demografía, envejecimiento de la población, y la hostilidad de las grandes ciudades con las familias.
Y es imposible no acordarse de este asunto al descubrir la singular política de admisión que hemos descubierto en una cafetería del barrio del Born de Barcelona. Paseaba el otro día por sus calles, esquivando turistas, cuando un cartel amarillo de considerables dimensiones me llamó la atención en la bonita entrada de este local que se define como cafetería y bar.
Está en la puerta, a la altura de los ojos, y ejerce casi como una barrera de acceso a este local que ofrece café, tarta, cerveza, vino, tapas…. “Por favor, espere a ser atendido aquí. Gracias. No menores 12”, leo. Debajo lo mismo en inglés, que estamos en el Born. Pero que no cunda el pánico con el tema del idioma que, por lo que leo, dentro las cartas están en catalán y en inglés.
Lo de hoteles y restaurantes con política 'adult only' ya lo conocíamos, pero era la primera vez que veía una cafetería en la que los niños no son bienvenidos.
Paso de largo pero retrocedo para confirmar que he leído bien, porque lo de hoteles y restaurantes con política adult only ya lo conocíamos, pero era la primera vez que veía una cafetería en la que los niños no son bienvenidos. ¿Se referirán a que los menos de 12 años no pueden entrar solos? Reconozco que es absurdo, pero mientras seguía caminando llegue a pensar en esta posibilidad porque la otra sonaba incluso más extraño. Un rápido vistazo a los comentarios de clientes en diversas plataformas confirmaron que, efectivamente, el cartel dice lo que dice y aquí no se puede venir con niños.
Tampoco con cochecitos de bebé dormidos, leemos en algunos comentarios de padres sorprendidos por las molestias que pueda ocasionar un bebé que ni siquiera está despierto. Por supuesto, no faltan comentarios positivos que destacan lo agradable del espacio, la bonita decoración y la atención al cliente, aunque abundan también quienes hablan directamente de un trato no muy correcto y de respuestas un tanto airadas cuando se planteaba el tema de los niños. Suponemos que el citado cartel de la entrada ha sido la forma de los responsables de dejar claro el tema y evitar conflictos.
El tema se vuelve todavía más curioso al descubrir que aquí los perros sí son bienvenidos. “En la entrada incluso hay un sofá especial para los canes”, leemos en la reseña de una página especializada en recomendar lugares pet friendly. Tengo un hijo y no tengo perro así que sería fácil jugar a los bandos y tener claro el mío, pero teniendo en cuenta que, sorpresa, hay familias con hijos y perros igual no tiene mucho sentido eso de tener que elegir.
El tema se vuelve todavía más curioso al descubrir que aquí los perros sí son bienvenidos. 'En la entrada incluso hay un sofá especial para los canes'.
“No es restaurante”, leemos en mayúsculas en su cuenta de Instagram. Juraríamos haber visto también ahí recientemente un pequeño texto con las normas de la casa donde se especificaba que nada de mover sillas, que nada de niños y que perro bienvenidos. Pero ya no está y tampoco ha habido manera de conseguir su versión: el mensaje enviado hace unos días sigue sin respuesta, en el número de teléfono que aparece tampoco hay respuesta.
Así que nos quedaremos con la duda de saber si ese mensaje ha desaparecido tras la pregunta que les hemos enviado —suponemos que el cartel seguirá en su sitio, ahora que lo pienso— y tampoco sabremos las razones de una política tan singular. Cada uno hace en su bar lo que quiere, pensarán algunos.
En realidad, por suerte, las cosas no funcionan así y de la misma manera que prohibir la entrada a pelirrojos, murcianos o expats tendría poco recorrido legal, lo de los menores tampoco tiene mucho sustento si alguien se animara a preguntar por la legalidad de la norma.
Igual que prohibir la entrada a pelirrojos o 'expats' tendría poco recorrido legal, lo de los menores tampoco tiene mucho sustento si alguien se animara a preguntar por la legalidad de la norma.
Y es que el clásico “reservado el derecho de admisión” que algunos abanderan como justificación para decidir quién entra y quien no, es algo más complejo. Más allá de las regulaciones de edad relacionadas con el tipo de establecimiento (una discoteca, un sala de juegos…) la única razón para poder negar la entrada a alguien en un local es que suponga un peligro. ¿Son los niños un peligro? A priori no, y las leyes no contemplan la presunción de culpabilidad.
Es verdad que hay decenas de sitios a los que ir con niños. Y que no es plan de ir uno a tomarse un café con el retoño y un abogado a un lugar en el que no se es bienvenido. Pero lo cierto es que tras haber estado en centenares de restaurantes y bares por medio mundo, el 99% de los problemas y molestias siempre los han causado adultos, no niños. O perros, ya que estamos.