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CRÍTICA TV - Netflix estrena Iron Chef. Mucha cocina y poco drama

Estados Unidos es experta en tomar un producto extranjero, desbarbarlo, hermosearlo y venderlo al resto del mundo con un lacito. España, en comprar sucedáneos

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Traductora gastronómica y autora

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El cartel oficial de Iron Chef / Foto: Netflix
El cartel oficial de Iron Chef / Foto: Netflix

Se estrena en Netflix una nueva temporada de Iron Chef bajo el título de Iron Chef: la Leyenda de Hierro. Puede que a muchos eso de «nueva temporada» no les cuadre. ¿Hay más temporadas de este programa en Netflix? No. ¿Se ha emitido antes en España? Sí, en CosmoTV en el año 2018. O sea, otro concurso más de cocina, pensarán algunos. Sí, excepto que no es uno más. 

Si preguntas en Estados Unidos, no es un concurso de cocina, sino EL concurso. Iron Chef es el padre de este tipo de programas de competición culinaria. Allí lleva emitiéndose desde hace más de 20 años y es todo un referente. En España, en cambio, es todo un desconocido. Aquí nos ha llegado su legado, otros concursos como MasterChef en cuyas adaptaciones, en mi opinión, hay muy poca cocina y demasiado ruido. No obstante, su primigenia no es lo único que lo diferencia o lo hace especial. Si destaca es por méritos propios.

Un programa nacido en Japón

En realidad, este concurso nació en Japón, donde empezó a emitirse en 1993 y dejó de hacerlo en 1999 tras más de 300 episodios. Como en otros muchos programas japoneses, tenía un formato muy excéntrico. Muy resumido, contaba con un presentador, Takeshi Kaga, al que llamaban presidente (y si buscan imágenes, a más de uno le resultará familiar), que vestía de manera estrafalaria y llevaba una capa.

Tenía un castillo donde había construido una especie de coliseo que recibía el nombre de Kitchen Stadium y contaba con tres (más tarde cuatro) chefs profesionales y de renombre, los Iron Chefs originales, que se batían en duelo culinario contra otros chefs famosos. Su suerte la decidía un jurado compuesto por tres jueces y, además, había dos comentaristas: uno en una cabina desde donde podía atisbar todo el Kitchen Stadium y otro a pie de cocina para hablar con los cocineros y sus asistentes. Espero no ser la única a la que le venga a la mente Humor amarillo.

El concurso en sí era excesivamente complicado tanto por el formato como por las pruebas, con las que resultaba imposible vencer a los Iron Chefs. Decidieron prescindir de algunos componentes, como las pruebas eliminatorias entre aspirantes, que pasaron a enfrentarse directamente a los Iron Chefs en un duelo en el que debían preparar un menú de varios platos que debía girar en torno a un ingrediente (siempre exótico, siempre imposible de tratar) y tema, seleccionados por el presidente.

Un fotograma del programa original de Japón Iron Chef / Foto: Pinterest
Un fotograma del programa original de Japón Iron Chef / Foto: Pinterest

Ese nuevo formato más sencillo fue lo que hizo que Iron Chef triunfara en la televisión. Tanto que empezó a emitirse doblado al inglés en Estados Unidos. Tanto que, a pesar de haber acabado en 1999, se hicieron dos especiales en el año 2000, uno de ellos en Nueva York. Tanto que en 2005 la cadena de televisión estadounidense Food Network lanzó Iron Chef America.

Iron Chef aterriza en Estados Unidos

En la versión estadounidense de Iron Chef se mantuvo la figura del presidente, pero ya no llevaba capa, sino traje y corbata. También la figura del comentarista, que pasó a ser Alton Brown (a veces acompañado de otro homólogo) y se ha convertido en una figura tan importante, o casi más, como el propio presidente. El jurado, el ingrediente secreto, el tema, el menú… todo eso se ha mantenido, aunque poco a poco se ha ido refinando. Pasó de ser un Humor amarillo culinario a un concurso de gran interés gastronómico.

Pasó de ser un Humor amarillo culinario a un concurso de gran interés gastronómico

Puesto que los concursantes no son cocineros aficionados, sino profesionales, durante el episodio el espectador puede ver cómo funciona la cabeza de un chef: cómo piensa, cómo poco a poco va desarrollando el menú, en qué se inspira, cómo combina y construye sabores, cómo traza un hilo conector entre plato y plato. Alton Brown no se limita a comentar, sino que explica los ingredientes que están usando, de dónde vienen, a qué saben, qué efectos producen en la cocción, cómo afectan al sabor final del plato. O bien se explaya hablando de la técnica que está empleando un cocinero: en qué consiste, qué se consigue, qué efecto tiene, cómo funciona, dónde se originó, por qué. Eso sí, todo con el punto de humor y sarcasmo suficiente para no perder la atención del espectador.

Los Iron Chef: Curtis Stone, Marcus Samuelson, Dominique Crenn, Gabriela Cámara y Ming Tsai / Foto: Instagram
Los Iron Chef: Curtis Stone, Marcus Samuelson, Dominique Crenn, Gabriela Cámara y Ming Tsai / Foto: Instagram

Un programa sin dramas

A la hora de determinar quién ha ganado, la fórmula es sencilla: tres jueces catan los platos y reparten 100 puntos en base al uso del ingrediente secreto, el sabor, la presentación y la originalidad. Sin dramas, sin tensión, sin intrigas, sin puñaladas traperas innecesarias entre compañeros, sin nada superfluo para la cocina. Con criterio.

Eso es lo que más me gusta de este concurso, que no ha caído en el morbo y el sensacionalismo que ha acabado por caracterizar a este tipo de programas, como ha sucedido en España donde el interés no está en la evolución de los cocineros, sino en ver a quién echan esta semana, a quién se humilla en redes sociales o quién se pelea con quién por situaciones a veces provocadas por el propio programa (para desgracia de los concursantes que realmente vayan por la cocina).

Competitividad, no rivalidad

La narrativa de Iron Chef no se centra en lo personal, sino en lo profesional. Entre los chefs hay competitividad, pero no rivalidad. Cocinan para ganar, pero desde el respeto y la admiración mutua. Las derrotas se aceptan con deportividad y las victorias se celebran desde ambos lados del Kitchen Stadium. No hay drama, ni rencillas, ni egos, ni frustraciones mal gestionadas. No hay gritos, ni puñetazos en la mesa, ni comida que se lanza contra una pared. No hay nada de los que los sucedáneos de este formato han acabado por fomentar para ganar audiencia. En cada episodio se puede ver camaradería, destreza y un montón de profesionales disfrutando de su trabajo. Pero, sobre todo, hay mucha cocina.

La narrativa de Iron Chef no se centra en lo personal, sino en lo profesional

A España llega con más de veinte años de retraso, después de que sus derivados hayan arrasado y moldeado nuestra forma de entender este tipo de concursos, pero es una noticia fantástica saber que, por fin, vamos a poder disfrutar de Iron Chef sin movernos del sofá. Vamos a poder ver cómo cocinan figuras como Curtis Stone, Gabriela Cámara, Dominique Crenn, Ming Tsai y Marcus Samuelson, entre otros.

Vamos a descubrir ingredientes desconocidos, elaboraciones lejanas, sabores exóticos. Vamos a conocer historias personales que devinieron en cocinas con identidad. En definitiva, vamos a ver mucha cocina. Y, personalmente, espero que guste. Porque espero que fomente un cambio de tendencia en los concursos culinarios de este país en los que, por desgracia, hay mucho ruido y muy pocas nueces. Deseo, en definitiva, que Iron Chef venga a poner orden y a devolver la dignidad a la cocina más televisiva.