Disney+ ha estrenado recientemente Nada, la serie con la que Robert de Niro ha decidido dar el salto a la pequeña pantalla, una comedia gastronómica de cinco episodios que narra el ocaso de un afilado crítico gastronómico bonaerense (porteño para los argentinos).
Aunque Robert de Niro no es el protagonista de esta serie —cuyo estreno mundial se hizo en la pasada edición del 71º Festival de San Sebastián, inaugurando la sección Culinary Zinema—, podemos verle en todos los capítulos narrando las andanzas del verdadero protagonista, Manuel Tamayo Prats, interpretado magistralmente por el actor argentino Luis Brandoni.
¿Cuál es el argumento de 'Nada'?
La serie arranca cuando el protagonista, un crítico gastronómico en horas bajas que sobrevive de malvender obras de arte, pierde a su empleada doméstica, que llevaba trabajando para él 40 años, y se da cuenta de que no sabe hacer absolutamente nada, excepto comer y beber.
El crítico, que es un snob insoportable, maniático del orden y la limpieza (aunque no sabe ni planchar una camisa), y que está totalmente anclado en el pasado, tendrá que apañárselas solo hasta que dé con Antonia (Majo Cabrera), una joven paraguaya recién llegada a Buenos Aires y que intentará convencer a Manuel para que la contrate.
Expresiones argentinas
La serie, de apenas dos horas y media de duración, es un homenaje constante a la cultura argentina y a Buenos Aires. Es maravilloso ver a Robert de Niro, que interpreta a un famoso escritor amigo del protagonista, hablar de “la verdadera ciudad que nunca duerme”, o del carácter de los porteños, intentar explicar la diferencia entre boludo y pelotudo, o definir la expresión "la concha de la lora".
Otro de los bonitos homenajes de la serie a Argentina es el título de los episodios, ya que cada uno tiene una expresión típica relacionada con la comida: “estar en el horno”, “remar en dulce de leche”, “la verdad de la milanesa”, “comerse un garrón” y “tirar manteca al techo”.
La visión gastronómica
El apartado gastronómico de la serie es impecable. Gracias al asesoramiento de la cocinera Narda Lepes, el cocinero Francis Mallmann (que cedió su casa para algunas de las localizaciones) y el periodista experto en vino Federico Oldenbur, la serie trabaja a la perfección hasta el más mínimo detalle.
Vemos recetas, cocina casera, restaurantes de todo tipo y una crítica a la cocina moderna, apostando por volver al origen y descubrir como una milanesa puede parecer un plato sofísticado, y una carne asada con dos huevos fritos encima el mayor de los placeres, además de descubrir platos paraguayos como el vorí vorí, el jukysy y el pirá caldo.
Otro de los puntos interesantes de la serie, en lo que a lo gastronómico se refiere, es mostrar cómo esos críticos que fueron estrellas del rock ahora están de capa caída, aunque siguen teniendo acojonados a los hosteleros y se siguen aprovechando de ello para conseguir invitaciones y cuentas gratis.
Quizás en la serie, por poner un pequeño punto negativo, me ha faltado que confronten a ese tipo de crítico con el foodie actual, que lo graba todo y realiza una crítica sin tener, la mayoría de las veces, ni idea de gastronomía, pero que tiene un alto poder de influencia entre la gente joven, y que también acojona a los hosteleros, aunque sea amenazando con malas críticas en el Tripadvisor o Google de turno.
¿Por qué hay que verla?
La serie, creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, directores de las conocidas Un ciudadano ilustre y Competencia oficial, funciona a la perfección y se ve con interés en una tarde, combinando escenas completamente hilarantes (la escena de la entrevista en la que se critica al periodismo actual no tiene desperdicio) con partes entrañables en las que vemos los problemas de hacerse mayor y no ser independiente.
La evolución del protagonista también es totalmente creíble y no resulta impostada ni acelerada en ningún momento, aunque quizás en el último capítulo sí que se recalca en exceso el cambio de este a través del personaje de Robert de Niro, en un discurso que no era necesario ni siquiera para el menos avispado de los telespectadores. En resumen, que quizás he mentido en el titular y la serie no lo tiene todo, pero lo tiene “casi todo”.