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Ídolos de mesas - Entrevistas

Susana Benito, la pastora 'milenial': cómo cuidar un rebaño trashumante en la montaña de León

Dejó Madrid para ejercer el trabajo de pastora y ha pasado los últimos meses cuidando de un rebaño trashumante de 500 ovejas, una práctca ancestral prácticamente desparecida

4 minutos

Pastoreo en el Puerto de las Pintas (Salamón) / Cedida Jose Barea / Susana Benito, la pastora 'milenial': cómo cuidar un rebaño trashumante en la montaña de León

Lo suyo es el campo, la montaña y las ovejas, pero sobre todo la coherencia entre su forma de pensar y vivir. Es madrileña, tiene 34 años y hace ya más de un lustro que cambió el ajetreo urbanita de barrios como Moratalaz o Vallecas, donde estuvo residiendo en la capital, por el sonido de los cencerros, la compañía de los perros y la tranquilidad rural.

Era educadora social hasta que paró y dijo que no quería seguir así, que no le gustaba lo que hacía. Dejó todo y dio un cambio radical a su vida. Susana Benito es una rara avis. Ella lo tiene muy claro, pero choca que una mujer joven como ella, con formación y futuro profesional por delante renuncie a tantas cosas, comodidades básicas incluidas. 

¿Cómo ha acabado siendo pastora?

La pastora Susana Benito y las ovejas trashumantes / Cedida Jose Barea

Aquí es Salamón, un pueblecito perdido de la provincia de León. Pero Susana no vive en él. Hay que caminar una hora cuesta arriba por un camino de piedras hasta llegar a la choza que le sirve de vivienda y que comparte con otra pastora, María González

Junto a la choza está el redil donde encierran cada día a las ovejas y desde allí sale a diario, para subir al “puerto”, que en argot del pastor trashumante es la zona montañosa donde los rebaños pastan en verano. 

Parafraseando a Burning le preguntamos, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como éste? “Siempre me ha gustado el monte; me lo inculcaron mis padres, y de pequeña era scout. Cuando terminé la carrera me fui a hacer prácticas a Bolivia y a mi vuelta y me replanteé la vida que llevaba, qué necesitaba para vivir y de qué manera podía ser responsable con mi vida sin dañar el planeta”.

Fiel a esa forma de pensar y con la idea de asentarse en un pueblo se fue a una cooperativa de cabras en Puebla de la Sierra, la Sierra Norte de Madrid, donde trabajaba su entonces pareja. Se quedó cinco años. Le gustaba ordeñar, la paridera, el careo, el modo en que el pastor dirige a su rebaño.

Aprendió de forma autodidacta, con la propia experiencia, trabajando con sus colegas e investigando por su cuenta. Tras su paso por la ganadería de la sierra madrileña —donde se hacen unos estupendos y poco conocidos quesos artesanos de cabra y oveja— ha ejercido de pastora en Navarra con dos rebaños y también en La Rioja.

Cuidar un rebaño trashumante de ovejas

Ovejas trashumantes en el Puerto de las Pintas (Salamón) / Cedida Jose Barea

 A de Benito le apetecía hacer un puerto no sólo por el paisaje sino porque supone una forma de conocer un paraje de una forma muy particular. “Desde que te levantas hasta que te acuestas estás descubriendo cosas nuevas en el entorno, en los animales”.

Lleva en la montaña leonesa desde junio de 2024. Vino contratada por la fundación Monte Mediterráneo, una organización que se dedica a la conservación de los sistemas agropecuarios tradicionales, y junto a otra pastora y unos cuantos perros ha pasado estos meses cuidando de un rebaño trashumante de 500 ovejas llegadas de Huelva en busca de agua y pastos. 

Esta forma de pastoreo rememora una práctica ancestral, con siglos de historia, a día de hoy prácticamente perdida. Lo que antes se hacía a pie, durante largos días de travesía desde Extremadura o Andalucía hasta llegar a las estribaciones de los Picos de Europa, ahora se realiza salvo contadísimas excepciones en camiones que transportan el ganado. Las pastoras los reciben en el puerto, los cuidan y pastorean hasta su regreso al lugar de origen, ya a finales de octubre.

En literas y sin baño

Ovejas trashumantes en el Puerto de las Pintas (Salamón) / Cedida Jose Barea

Cuenta Susana que siendo pastora en Madrid sacaba a los animales muy pronto a las seis o las siete de la mañana, pero que en los puertos no hace calor y no hace falta madrugar, sobre todo “cuando está la hierba mojada”. Las suben por las laderas y se pasan todo el día comiendo, cambiando la zona en que pastan, los careos.

“Tenemos careos distintos y las propias ovejas van cambiando de lugar en función de lo que les apetece comer. No repetimos careos porque ellas mismas van investigando el terreno”, cuenta. Se ayuda de los perros, especialmente de los dos más entrenados. Otra parte de su trabajo, porque a los mastines y collies hay que enseñarles a trabajar y que la obedezcan.

Por la noche las ovejas vuelven al redil y ella al chozo. Un modesto y pequeño habitáculo con dos literas y una mini cocina donde tienen que convivir dos personas más de cuatro meses. Las condiciones son precarias; tienen una ducha y agua caliente gracias a las placas solares, pero no hay lavabo ni baño. Como dice Susana, hay mucho campo y mucho monte y esa necesidad está cubierta.

También se apañan con las cuestiones domésticas. Una sola pastora no podría hacer el careo, limpiar y cocinar, pero al estar dos se turnan: siempre hay una que vuelve un par de horas antes y se encarga de las tareas básicas. Entre ellas hacer la comida.

No tienen coche que les permita bajar al pueblo a hacer la compra. O bajan y suben andando cargando con las mochilas llenas o cuentan con la ayuda de un vecino que les acerca las provisiones en todoterreno. Comen de todo, como en cualquier casa, ”lentejas, tortilla, macarrones, cosas así”, explica. 

¿Es un trabajo bien pagado?

Perro de pastoreo en el Puerto de las Pintas (Salamón) / Cedida Jose Barea

Susana es pastora a tiempo parcial, por lo menos a día de hoy trabaja la temporada de verano hasta mediados de otoño. ¿Le compensa económicamente, es un trabajo bien pagado para los inconvenientes que tiene y lo duro que es? Cree que todo es relativo, pero que es el mejor que ha encontrado en España, aunque “es insuficiente para el trabajo que haces. Eso sí, duro no me parece”.

Cuando acabe en los próximos días tiene el tiempo ya organizado hasta que termine el año. “Tengo un cachorro nuevo y he de entrenarlo: me tiene que salir fino, fino. Y en invierno quiero cuidar mis relaciones sociales; me apetece mucho ver a la familia, a los amigos, y terminar unos trabajos de formación en psicoterapia que tengo pendientes. Con el tiempo me molaría hacer algo con un rebaño de cabras u ovejas, transformar la leche. Pero necesitaré contar para el proyecto con tres o cuatro personas más. Aún no sé en qué zona. De momento me he comprado una autocaravana”. 

¿Y en el futuro, volverás a la montaña leonesa? “Sí, de momento quiero volver el año que viene”.