La arriera y pescadera Marisol Piñana (Pescadería Marisol, Deltebre) y la acuicultora Leidy Johanna Aya (Mariscos Cormar, Sant Carles de la Ràpita) son dos de las profesionales que dialogaron sobre su oficio en GastroDona, el evento de mujeres y gastronomía que celebró su segunda edición el 8 de marzo en la Antigua Fábrica Estrella Damm de Barcelona. Tras su charla, quisimos conocerlas más.
La arriera que los pone firmes
Marisol Piñana tiene 54 años y es arriera. Ella misma va cada madrugada a la lonja de pescado en Deltebre (Tarragona) para comprar el mejor pescado fresco que luego venderá en su tienda. Pescadería Marisol, así se llama, sin artificios. Porque Marisol no necesita nada más que pescado fresco “solo ofrezco producto de temporada. Lo que hay es lo que se vende, sin distribuidores” nos explica. “Cuando veo un pescado en la lonja ya le pongo la cara del cliente que me lo va a comprar. Por eso no puedo delegar en nadie. El pescado solo lo elijo yo, soy devota”.
Marisol conoce bien a todos los pescadores y es la única compradora en la lonja de Deltebre: “Todos son hombres. Y me tengo que hacer valer: mi fortaleza es que lo que yo compro, yo lo vendo, y saben que mi exigencia con el producto es la más alta”.
Los efectos del cambio climático afectan directamente a la pescadería: “Cuando empecé con mi padre, las capturas eran enormes. Ahora han bajado una barbaridad, hay más demanda de pescado de lonja que antes y el precio se ha disparado.” Eso sí, la pandemia sirvió para poner en valor, aún más, su trabajo ya que al prescindir de intermediarios siempre tenía género de calidad para ofrecer.
En cambio, el futuro de la pescadería Marisol lo ve nublado. Hay esperanza en Yasmina, su hija, pero Marisol prefiere ir día a día y comprobar que todo el pescado está vendido.
La economista que cultiva ostras
Leidy Johanna Aya Veja es economista. Hace diez años, al constatar que la empresa constructora de su marido no funcionaba bien, destinaron sus recursos a comprar dos viveros de ostras y mejillones en la bahías de los Alfaques y del Fangar, en el Delta del Ebro, sin tener ni idea de moluscos. Desde entonces, su empresa Cormar se ha convertido en un referente del cultivo de ostras.
“Mi entrada en un mundo tan masculino supuso un replanteamiento del papel de las mujeres en el cultivo de las ostras. Decidí que la mayoría de cultivadoras fueran mujeres y que los hombres pescaran. La delicadeza ensartando ostras para el cultivo afecta al producto, y ahí se nota la mano de la mujer. También lo es el encajado de la ostra, donde nuestro toque artesano aporta calidad”.
Leidy Johanna es de las pocas mujeres que dirigen una empresa como esta: “Me enfrento a muchos estereotipos. Desde el cocinero que espera a un hombre rudo cargado de cajas y aparezco yo explicándole como abrir la ostra con éxito, a desarrollar e incorporar mi punto de vista en las técnicas del mar”.
La empresaria ve con preocupación el futuro de las mujeres ligadas a la economía del mar: “Hay muchas trabas para ser marinera o pescadora. Por eso presido la asociación Dones del Mar, para fomentar la economía azul y ayudar a todas las mujeres que quieran ser marineras, pescaderas o pescadoras, trabajando por su visibilidad”.
El cambio climático es uno de los grandes retos del Delta del Ebro. Se nota en toda la actividad, pero especialmente en el cultivo de la ostra, un molusco que necesita agua por debajo de los 18 grados, y eso ya no es tan habitual en estas latitudes. El ciclo vital de la ostra cambia de ritmo lo que supone un nuevo reto para sus productores, distribuidores y consumidores.