Existe un público en Madrid, y probablemente en casi todas las ciudades de España, eminentemente masculino, que ronda entre los 40 y 60, con cierto poder adquisitivo y que vive ajeno a las modas de Michelines y Jorge Juanes.
Es el público al que las revistas de tendencias ignoran, al que no le importa gastar, pero que quiere comer bien en calidad y en cantidad. Ese público, en una ciudad ictiófaga como Madrid, devoto de las marisquerías, ese género gastronómico denostado por los foodies, esos individuos para los que Córdoba o Donosti están más cerca que Usera o Tetuán, el barrio que precisamente nos incumbe.
Tetuán, embajada cantábrica
Tetuán es un distrito madrileño enorme que se ubica entre Cuatro Caminos y Plaza de Castilla. El origen del nombre Tetuán de Las Victorias se debe a que fue el lugar donde se acomodó el ejército procedente de las victorias en África tras la Primera Guerra de Marruecos, que enfrentó a España con el sultanato de Marroquí entre 1859 y 1860.
Tetuán y Cuatro Caminos fueron los principales destinos de la emigración norteña hacia el Madrid de hace un siglo: gallegos, asturianos, cántabros y vascos tendían a instalarse en esta zona Norte, mientras que los manchegos, extremeños y andaluces lo hacían al Sur de la estación de Atocha. Su población ha sido tradicionalmente de origen modesto y actualmente es una de las zonas con mayor población hispanoamericana de Madrid.
A pesar de su humilde ascendencia Tetuán siempre ha sido un barrio aficionado al marisco, desde los bares más modestos a las grandes marisquerías de la zona más noble, al este de Bravo Murillo, donde estaban los restaurantes de más ringorrango como O Pazo, Combarro y Portobello de los que, hoy en día, solo sobrevive el primero. O algún bar ilustrado como La Zamorana. Mientras que, en la parte más mundana, se mantienen impertérritos los locales protagonistas de este artículo.
La Castañal
Es sin duda el más popular del grupo. Un restaurante de barrio modesto, con aspecto de restaurante de menú, sin ningún lujo ni pretensiones. Pero que siempre está lleno —hubo épocas en las que llegó a tener aparcacoches—. Su éxito se debe a que aquí se comen buenos mariscos a buen precio.
Inaugurado a comienzos de los años sesenta por el sanabrés Alfonso Ramos, junto a su esposa Maxi, como un bar de barrio en el que se servía algo de marisco procedente de Galicia y lo convirtió en un restaurante, La Castañal, donde hoy siguen al frente del negocio sus hijos, Alfonso y José Pedro que han sustituido los manteles de papel por los de tela y le han dado mayor empaque al local.
Aunque existe una carta física las recomendaciones del día son cantadas de vivavoz y hay que estar atentos. Son bastante finas las empanadas, de xoubas, zamburiñas, bonito... También triunfan el pulpo à feira y los pimientos de Padrón o las croquetas de carabineros. Entre los platos “serios” destacan las almejas, a la marinera o a la sartén, los camarones y los percebes de calibre grande y grueso. También es recomendable en esta temporada la centolla de tamaño considerable y que se sirve como más nos gusta, esto es, sin ningún aliño.
Aunque aquí viene a ponerse púo de marisco también tiene buenos pescado que, ay, llegan ligeramente pasados de punto. Aun así, es recomendable en esta temporada la lamprea y la clásica merluza a la gallega, con patata y grelos. Para los raritos ofrecen carne de ternera gallega y, de postre, filloa rellena de crema y queso de tetilla. La carta de vinos tiene todos los clásicos blancos gallegos y los igualmente clásicos tintos de Rioja y la Ribera.
La Castañal c/ Berruguete, 78 (28039) Madrid / +34 91 311 52 02 / Precio medio 50€
Casa Adriano
Es una casa de comidas refinada, de ambiente familiar y gallego hasta las trancas, con camareros de toda la vida, también gallegos. Este esquinazo de la zona de Bellas Vistas está presidido por una vitrina en la que se exponen todas las bondades que el mercado ofrece ese día. A la entrada, se dispone un pequeño mostrador donde reposan enormes centollos listos para ser cocidos.
Estética tradicional en piedra vista, con vidrieras y fotos en las paredes en las que aparecen Ferrán Adrià o Martín Berasategui. En el comedor, Adriano, el patrón, se pasea por las mesas preocupándose de que sus feligreses, que son familias, grupos de amigos y parejas de toda la vida, salgan satisfechos. Nada más sentarnos nos sirven una tacita de consomé, un plato de aceitunas y unas patatas con alioli.
La carta, bastante extensa, muestra una pléyade de mariscos y pescados en diferentes preparaciones. Entre los entrantes aparecen todo tipo de platos, desde los demodé espárragos dos salsas hasta el salpicón de rape y bogavante. Pero los que aquí triunfan son el pulpo a la gallega, las almejas a la marinera, el arroz con bogavante… Y también la lamprea en temporada.
Los centollos llegan bien llenos con el carro servido a nuestro gusto, esto es, al natural, sin ningún aliño. Las quisquillas son portentosas en tamaño aunque un poco más cocidas de lo que nos gustan y las navajas son pequeñas pero finas y sabrosas. Buenos productos que se beneficiarían de unos puntos de cocción más ajustados. No esperen encontrar muchas opciones en la carta de vinos, pero un albariño de Lusco cumple estupendamente.
Casa Adriano c/ de Pamplona, 19, 28039 Madrid / 914 50 08 85 / Precio medio 55€
Naveira Do Mar
Naveira Do Mar es un recoleto restaurante que ocupa un esquinazo de una casita baja en el Tetuán más profundo. Fundado hace casi 40 años por el gallego Julio Bouza, hoy es su homónimo hijo el que lleva el timón y recita la carta de viva voz indicando los pescados y mariscos que han entrado ese día.
Su decoración ha cambiado en los últimos años y sus paredes ya no muestran aquellas fotos en las que aparecían los famosos de turno que visitaban el restaurante. Sin embargo, sigue siendo un punto de peregrinaje para los amantes del marisco, pero que no olvida los guisos, carnes y postres del recetario gallego, todo cocinado con acierto. Servicio atento de origen filipino, sigue manteniendo ese aire de restaurante familiar donde comer sin prisas (hasta se puede jugar una partidita al mus al finalizar la comida).
Pero a lo que se viene aquí es a comer marisco sin complejos: ostras, angulas, camarones, percebes, nécoras, centollo en temporada. Buen producto, perfectamente sazonado, tratado de forma sencilla pero correcta y sin mayores pretensiones. Aquí los pescados: merluza, besugo, rodaballo salvaje… están elaborados a la plancha o con ajada gallega o bilbaína y llegan perfectos de punto. Antes se puede probar la empanada de atún elaborada con masa fina o el pulpo a feira. Para los “raritos” que no quieren pescado siempre tienen chuletillas de cordero así como solomillos y entrecots procedentes del matadero de Betanzos. De postre unas buenas filloas, la tarta de Santiago, flan o la manzana asada. La carta de vinos es corta, pero se puede encontrar alguna sorpresa como el estupendo Ribeiro A Teixa de Luis Anxo Rodríguez.
Naveira do Mar c/ Santa Juliana 57.- Madrid / Teléfono 914594532 / Precio medio: 65 €
Burela
Burela es el quizá el más elegante del grupo y el que tiene más empaque como restaurante. Situado en una zona más bulliciosa casi contiguo a los juzgados de Plaza de Castilla. Fundado hace más de veinte años por Camilo Paredes, un lucense que venía bregado en Rianxo y otros templos madrileños del marisco gallego.
Nada más sentare a la mesa aparecen unos mejillones escabechados acompañados de buenas patatas fritas a la inglesa. Entre las entradas destacan el reconfortante caldo gallego y la empanada gallega de masa fina que se elabora cada día con distinto relleno. Son muy buenas las almejas a la marinera aunque quizá merecerían un menor punto de cocción, pero la salsa es de las de toma pan y moja (mención especial merece el buen pan que sirven en esta casa). Además sirven un buen pulpo a feira y unos sabrosos pimientos de Padrón.
El marisco es fresco, sabroso y solo le sobra medio minuto menos de cocción, pero están perfecto para el gusto local. Son estupendos los camarones, al igual que los percebes que, pese a ser pequeños, llegan recién cocidos y plenos de sabor. El centollo es de los que se recuerdan, lleno, carnoso y sabrosísimo.
Actualmente estamos en plena temporada de lamprea que goza de gran predicamento entre los buenos parroquianos que aquí acuden a disfrutar de este prehistórico manjar que se sirve en forma de civet al estilo de Arbó, acompañado de arroz blanco, pan frito y cebollitas francesas. También es recomendable el rodaballo a la gallega con una buena ajada. Al igual que en los anteriores, este no es un sitio para carnívoros, pero en la carta hay alguna que otra carne roja (chuleta o solomillo) e incluso unas chuletillas de cordero. La carta de vinos no es muy extensa, pero se sale del sota, caballo y rey y se pueden encontrar opciones como un Guitian fermentado en barrica o un Viña Mein con algunos años.
Burela c/ Nardo, 2, 28029 Madrid / 915 71 17 24 / Precio medio 70€