Para algunos quizás sea una celebración noña y edulcorada, pero lo cierto es que San Valentín puede ser una perfecta excusa para ponerse tontorrón, abandonarte al capricho propio de esta fecha e invitar a tu pareja a cenar. Pero no es cuestión de cumplir por cumplir, sino de hacer un esfuerzo, intentar enamorar a nuestra pareja, epatarles aún, conquistarles también por el estómago.
Si ella o él son disfrutones, no es fácil que se sorprendan con los menús que el 14 de febrero pululan por las cartas. Hay que currárselo un poco. Por eso os proponemos algo distinto: 7 restaurantes que enamoran por su cocina, por lo bien que lo hacen, por cómo se come y se bebe. Sitios bonitos y llenos de encanto, para disfrutar, relajarse y dejarse llevar. Espacios diferentes, cocinas muy fiables, una fiesta. ¿Hay mejor forma de seducir?
La buena vida
Hace ya 20 años que Carlos Torres y Elisa Rodríguez se instalaron en este agradable rincón del barrio de Las Salesas. Pareja personal y profesional, eran dos outsiders ajenos a la restauración, pero no a la gastronomía. A ambos les gusta comer y beber bien, y se nota. Consiguen que en su casa, recoleta, tranquila, con inequívoco aire de bistrot, los clientes salgan reconciliados con el mejor producto. Una cocina aparentemente sencilla, que juega con la temporada y las preparaciones esenciales, de cocciones medidas, llena sabor y sensatez.
Hay platos ineludibles como la raya a la mantequilla negra, las patatas a la importancia con congrio, la perdiz de Grousse, las setas, los guisantes lágrima, propuestas cambiantes con la estación. La bodega, responsabilidad de Elisa Rodríguez, es otro de los sólidos argumentos de la casa, con muchas referencias foráneas, principalmente francesas. // La Buena Vida Conde de Xiquena, 8. Madrid / 91 531 31 49 / Precio: 60-80 euros
Noi
Con un italiano (casi) siempre se acierta, sobre todo si, como ocurre aquí, se come francamente bien. Desde que abrió –pandemia de por medio– se ha convertido en uno de los mejores de cocina transalpina en Madrid. Tiene todo a su favor: está en una buena zona (pegando a la Cibeles), ocupa un espacio bonito y chic, de estilo italiano pop y la cocina vista; y sus platos poco tienen que ver con las trattorias del montón que tanto abundan. Gianni Pinto, su cocinero, ha logrado llenar un espacio culinario que casi nadie había sabido llenar. Pero él lo hace con una cocina de sabores auténticos, acaso un poco perdidos, pero aligerada, actualizada, escueta y absolutamente sabrosa.
No ofrece segundos: sólo antipasti, con abundancia de verduras y platos de pasta de elaboración propia, recetas de aquí ya allá, que recorren de norte a sur el país. Puestos a elegir no hay que pasar por alto la parmigana, puro terciopelo, con straccitella (el corazón de la burrata), la caponata siciliana o la pizzeta fritta con coppa (un embutido de cerdo). Cualquiera de sus pastas convence, porque en las salsas subyace un reconfortante sabor a guiso, como en los fetuccinie con ragú a la genovese. Irrenunciable el delicioso tiramisú, casi insuperable. Y en la bodega, manda, claro, el país de la bota. Molto bene. // Noi Recoletos, 6. Madrid / 91.069.40.07 / Precio: 45-60 euros.
Coque
No hay mejor propuesta que venir a vivir una experiencia gastronómica, de verdad, y dejarse mimar por los hermanos Sandoval. San Valentín puede ser la excusa perfecta y darse el capricho de conocer este tres estrellas de libro (aunque los de la Michelin parezcan no enterarse). Estiloso y elegante inmueble de mil metros cuadrados articulado en distintos espacios que el cliente va recorriendo antes de sentarse a tomar su único menú (también en versión vegetal). Desde la impresionante bodega con más de 3.000 referencias, a la sacristía Dom Perignon, la coctelería, la cocina I+D, en todas y cada una de las estaciones se prueba un bocado con una vino o bebida maridada ad hoc.
Un tour que va de la mano de Rafa Sandoval (sumiller), continúa en la cocina con Mario (chef y pequeño de los hermanos) y finaliza en el comedor, atendido por Diego como jefe de sala. El menú, largo, delicado, lleno de sutileza (tanto como la maravillosa vajilla donde se sirve) es un derroche de técnica y creatividad. Con un fondo de irrenunciable sabor, se pasea por la mejor materia prima, por la vanguardia basada en el estudio de productos y las innovaciones técnicas del cocinero madrileño. Siempre hay algún guiño a algún plato, alguna receta de la memoria de su tierra, de Madrid, y nunca falta su plato icónico, el cochinillo madrileño, un prodigio de asado. Lo dicho, una experiencia. // Coque Marqués de Riscal, 11. Madrid / 91 604 02 02 / Precio: desde 198 euros (sin vinos)
Le Bistroman Atelier
Mais, oui. ¿Hay algo más romántico que un francés en pleno barrio de los Austrias? Le Bistroman desprende “charme” en su comedor con detalles de mampostería, sillas de terciopelo azul, grandes ventanales y luminosidad a raudales. Una atmósfera idónea para una cocina netamente francesa interpretada por el franco-español Stephane del Río, que se expresa a través del recetario de toda la gastronomía gala, con especial querencia a los platos más meridionales.
Todo tiene ese espíritu chic que nos traslada a la cuisine del país vecino; la carta de vinos y champagnes (indefectiblemente suben el precio de la factura), las cocottes de cobre, el paté en croute o el foie gras de pato que sirven con la (poco dulce, se agradece) mermelada de membrillo o de piel de limón o la pichade (especie de ligerísima coca) de anchoas, finísima, crujiente. No falta la bullabesa, en distintas versiones –por ejemplo como base de unos delicados raviolis de brandada- o platos más contundente, como la col rellena de pularda de Bresse. Y, sí, irremediablemente, hay que dejarse un hueco para el postre, sea la ineludible mousse de chocolate, sea la tatin de manzana, una delicia. Longue vie à la France! // Le Bistroman Atelier Amnistía, 10. Madrid / 91 447 27 13 / Precio: 50-70 euros.
Manero
Un bar con estilo, un punto vintage, llegado el año pasado a Madrid de la mano de Carlos Bosch (Grupo El Portal, Alicante). Tiene un innegable aire de sofisticación –obra del famoso interiorista Lázaro Rosa-Violán– que le convierte en un local glamuroso, con dos barras y pequeños rincones con mesitas, mucho más allá de lo que presagia un bar. También la cocina apunta alto gracias a la calidad de los productos que trabaja, siempre escogidos.
Puede ser caviar, cangrejo real u ostras, puede ser su laterío fino (sardinillas, almejas, berberechos), los ibéricos, los quesos o, cómo no, maravillosos salazones en los que los alicantinos son maestros. Pero hay mucho más, desde los estupendos bikinis a los golosos lobster roll de bogavante en pan brioche, la ensaladilla, los platos de cuchara (albóndigas, garbanzos con espinacas, callos, rabo de toro….), los pescados o carnes. La bodega, capricho personal del propietario, no perdona el champagne y las buenas referencias en blancos y tintos. Los precios, razonables. Un flechazo. // Manero Claudio Coello, 3. Madrid / 965 144 444 / Precio: 35-50 euros.
El invernadero
Rodrigo de la Calle ha logrado llevar las verduras al terreno de la alta cocina, una propuesta no siempre entendida pero mantenida contra viento y marea desde que iniciara su revolución verde, 20 años atrás. Su defensa de hojas, hierbas, tallos, hortalizas, semillas, flores y setas, protagoniza una cocina de mucha técnica y estética preciosista, que pasa por todos los registros del sabor, juega con el comensal (le encanta el play food, los trampantojos culinarios) y difícilmente deja indiferente. En su universo, las proteínas animales juegan un papel secundario, de aliño (cuenta, por descontado, con un menú exclusivamente veggie).
El cocinero madrileño vive un excelente momento de forma, se le ve cómodo, una actitud que se refleja en sus platos. Da igual que se trate de un tartar de remolacha amarilla sobre hoja de shiso -a modo de taco-, de los delicados matices del ceviche vegetal de verduras con chipotle y espuma de leche de tigre de apio, del Frankfurt de la huerta con puré de patatas (en realidad unas berenjenas ahumadas y glaseadas), de cualquiera de sus arroces, que borda…. Verduras hasta el final, en la parte dulce (qué sutileza la refinada tatin de apionabo y crema de café) y que llega incluso a las bebidas, con sus vinos vegetales, fermentados de frutas o kombuchas, desarrolladas para acompañar los platos de su mundo vegetal. Pura magia. // El Invernadero Ponzano, 85. Madrid / 628 939 367 / Precio: 99, 125 y 155 euros, sin vinos.
Barracuda MX
El último proyecto de Roberto Ruiz y María Fernández tras el celebrado Punto MX (primer restaurante mexicano con una estrella Michelin en Europa), está a espaldas del Retiro y tiene nombre de pez. Y en este caso se centra en la cocina del Pacífico mexicano, de 8.000 km. de costa, platos frescos de sabores marinos y salsas cítricas que encandilan. Todo en medio de un espacio colorista, divertido, lleno de plantas y luz, presidido por una larga barra en la que cabe una coctelería de tequilas, mezcales, jugos y micheladas poderosamente atractiva.
Lo que sale de la cocina no son platos simples. Hay técnicas complejas, tradicionales y contemporáneas, producto español –hasta los chiles y el maíz proceden de su propio huerto ecológico segoviano- y, sobre todo, mucho sabor. Platos vibrantes, que reinterpretan lo mexicano y enlazan lo refinado con lo canalla. Una carta sonora y apetecible, donde hay que probar el guacamole, aquí con langostinos enchipotlados, el aguachile con salsa de chile habanero (un golpe de mar), las dobladitas de changurro estilo Baja California (de trigo, no de maíz; picantes, deliciosas). Y por supuesto uno de los iconos de la casa, el tuétano a la brasa (plato copiado hasta la saciedad en otro restaurantes) reinterpretado con atún toreado y chiles. Un mar y montaña absolutamente delicioso. Un restaurante padrísimo. // Barracuda MX Valenzuela, 7. Madrid / 911 088 999 / Precio: 45-60 euros.