Soy un señor mayor y me gusta el pijama. Durante mi infancia era el explosivo final de las comidas festivas. Esa es mi excusa, porque es un postre dietéticamente injustificable. Un kilotón de calorías en combinatoria barroca: flan casero —en esto sí que no podemos fallar—, frutas en almíbar, helados y nata. De vez en cuando aparece un ocasional barquillo para rematar.
Obviamente excesivo, dulcemente aberrante, el pijama es una fiesta. Cuesta encontrar pijamas en Barcelona, pero los hay. Y cuando doy con ellos en los restaurantes es como si me chutaran en el cogote el cable de Matrix, pero en lugar de aprender a pilotar un helicóptero, regreso al pasado en un mordisco de emoción.
Y aunque nunca se fueron del todo, como lo atestiguan los restaurantes 7 Portes, Ca l’Estevet o Envalira, me parece que actualmente son algo similar a una micro-tendencia. Hay brillantes reinterpretaciones como las de Incorrecte o La Palma de Bellafila.
Los clásicos son cómodos pijamas de lino, con arruguitas, sonrisa y autenticidad. Los contemporáneos, son pijamas de seda a base de combinaciones nuevas, ligeras y granizadas. Los dos son buenos y ricos. Te dejan el cuerpo listo para siestear. Que no pasa nada, que son una fiesta. Pijamita y a mimir. Y ya está.
7 Portes
Pocas veces ocurre que nos podemos sentar a comer donde —literalmente— ha nacido la leyenda. Pero de vez en cuando la vida nos besa en la boca. Esto sucede con el 7 Portes. Aquí nació el pijama en 1951 como respuesta a la petición de la clientela embarcada en la Sexta flota de los Estados Unidos, que por entonces solía atracar en el puerto de Barcelona para solaz de marinería y oficialidad.
Los americanos pedían “Pechê Melba” y, o no los entendieron bien, o no sabían que pedían…y Paco Parellada les improvisó un pijama. Del ‘pechemelba’ al ‘pijama’ va un país entero que andaba justito de conocimiento idiomático pero sobrado de cocina, oficio y ganas de conquistar el paladar.
Este local abrió en 1836, aunque inicialmente era un café, y su cocina es un compromiso riguroso con la calidad y la tradición. Su comedor es histórico, único. Una sala decorada con maderas nobles y obras de arte. Arroces impecables, terraza molona y una cocina sólida de alta calidad. Y para terminar, pues su pijama. EL PIJAMA. // 7 Portes. Pg. d'Isabel II, 14, Ciutat Vella, 08003, Barcelona. Tel.: 933 193 033
La Palma de Bellafila
La Palma de Bellafila es el restaurante cultivado, de cocina fina y depurada de la Bodega La Palma, clasicazo del barri Gòtic. Ambos situados en las traseras del ayuntamiento, en el restaurante tienen el pijama más elegante y sedoso de todos los que hemos disfrutado. Una versión finísima que acaricia suavemente el paladar.
La cereza la confitan ellos mismos y resulta un bocado adictivo y alucinante. Estalla carnosamente, la coges por el rabito, te la metes en la boca y KAZAAAAM! Magia en el paladar. Tal como nos cuenta Alain Salamano: “Las preparamos con un almíbar suave y las envasamos en botes de cristal para tener durante una temporada. También ponemos una quenelle de helado de nata fresca y una espuma de piña”.
Andrés Ortiz es el jefe de cocina y junto a Martina Pérez —que se encarga de los postres—, querían evitar un pijama empalagoso y excesivo. Por eso “la piña está en forma de espuma y la nata se presenta como un helado de nata fresca”, por eso el flan tiene mucho sabor a huevo y dulzor controlado. Son cambios divertidos que no bastardizan el espíritu original del pijama. Un acierto. Melocotón de calidad, barquillo tubular y nada me falta. Pijamazo. Bravo. Quiero más. // La Palma de Bellafila. c/Bellafila, 5, Ciutat Vella, 08002, Barcelona. Tel.: 934 126 552.
Ca l'Estevet
Pocos locales quedan en Barcelona que puedan hacer sombra a la cocina tradicional de Ca l’Estevet. Con una fidelidad devota al recetario clásico catalán, son como los soldados de Esparta frente a las hordas de cocina gentrificada que asolan el barrio del Raval.
Muy buen flan, elástico y tembloroso, no aprecié el uso de la nata que es tendencia contemporánea en la ciudad. El clasicismo es radical. Sorprende un poco que al helado de vainilla lo acompañen con otro de frutos rojos, que cumple muy bien con la —supongo yo— labor principal de refrescar y desengrasar.
Antes nos habíamos zampado unos sesitos rebozados y un fricandó. Así que fue de perlas esta pequeña variación refrescante sobre la fórmula más habitual. Pijamazo, simpatía, oficio y buena cocina catalana tradicional. // Ca l'Estevet. c/Valldonzella, 46, Ciutat Vella, 08001, Barcelona. Tel.: 933 012 939.
Incorrecte
Melocotón braseado, granizado de ron con piña, helado de nata y cubitos de tocinillo como sublimación final del flan llevado al extremo de la no-lacticidad. Textura sideral. Terminan con helado de nata y zumo de limón, lo que convierte al postre en un conjunto fresco, goloso y ligero.
La cocina de Incorrecte es probablemente la que —usando la base tradicional catalana—, resulta más disruptiva y modernizada de todos los restaurantes que aún ofrecen pijama en la ciudad.
Marcel Pons, cocinero propietario, y Gabi Figueroa, cocinera de postres, decidieron evocar los recuerdos de infancia de manera más fresca y con un uso muy controlado del azúcar. Como su creación es fresca y ligera, la han bautizado como ‘pixama’. ¿Quizá una evocación divertidamente sonora al "sin piyama" de la canción de BeckyG? Como cuenta Marcel: “El pijama más incorrecto de Barcelona”. Una creación brillante.
Marcel también es un cocinero militante y antes de la despedida proclama: “Viva la cuina catalana, viva Barcelona y viva el pequeño comercio local”. Incorrecte. c/Cerignola, 11, Sarrià-Sant Gervasi, 08022, Barcelona. Tel.: 931 465 398.
Envalira Restaurant
Abierto en 1972, Envalira es un restaurante donde el tiempo ha decidido tomarse un rato para descansar. Gerardo, Sindo, Gloria y Elena son la generación de actual al cargo de la aventura. Envalira es un negocio familiar de autenticidad a prueba de bomba, menú eficaz, cocina sólida, sala menuda con mesas algo juntas y personalidad ruidosa. Mejor ir a primera hora, con menos afluencia, si eres amante de la tranquilidad.
Su pijama es viejuno, rico y contundente. Y aunque algunos podemos echar en falta la nata, compensan generosamente con dos esferas de helado tamaño gigante y un muy buen flan casero: fino, delicado y cremoso. Piña ligeramente crocante y melocotón clasiquísimo para terminar.
En la sala austera del Envalira el pijamismo es devoción: “Lo hacemos desde el primer día, nunca ha fallado el pijama en nuestra carta”, cuenta Gloria. “Somos amantes de la tradición y lo somos con orgullo”.
Además del pijama, otro plato intemporal adorna su oferta: el arroz a la milanesa —con pechuga, solomillo y jamón, servido en la mesa desde la paella—. Si te empujas los dos, como fue mi caso, tienes un viaje completo de ida y vuelta a la cocina y sabores de los ochenta. Luego el pijamita, y a mimir. Felicidad. // Envalira Restaurant. Plaça del Sol, 13, Gràcia, 08012, Barcelona. Tel.: 932 185 813.
Santa Magdalena
Quim Marqués es otro cocinero militante y desde su cocina defiende la cazuela, el chup chup y la cocina tradicional. Siempre basada en la despensa de calidad y los buenos guisos. La cocina de la paciencia. No sorprende que ofrezca una también una versión del pijama en su carta de postres. Es una versión sin fruta en almíbar, pero a cambio tiene probablemente la mejor nata de todas las que hemos probado recorriendo el pijamismo de mesa en mesa en la ciudad.
El helado tiene un plus: llega servido en un corte —con lo que también incluye el barquillo— y el flan es —otra vez— uno de los mejores de Barcelona. Así que el combo, al no llevar fruta en almíbar, resulta algo menos saciante que el original. A cambio, ganas ligereza, elegancia y tu dietista igual no se enfada tanto. Pero vamos, que disfrutar, vas a disfrutar. // Santa Magdalena. c/Sta. Magdalena, 6, Gràcia, 08012, Barcelona. Tel.: 933 035 133.
A Garrotxa
Uno de los pijamas más desatados, desacomplejados y barrocos que me he empujado al paladar. Maravilla heterodoxa, una reinterpretación con ninguna intención de sintonizar con la modernidad. Jesús Pérez y su hermana Sonia dirigen este restaurante de cocina gallega, con nombre de comarca catalana y situado en pleno extrarradio de la ciudad Condal.
Abierto en 1991, su cocina es tradicionalísima y su pijama es una explosión con tarta helada Comtessa —que ahora le han cambiado el nombre, pero nos entendemos más con Comtessa, ¿verdad?—, piña en bastones, tarta de queso, corte de flan en lingote y sirope por encima por si te faltan calorías para engordar. Tremendo, siempre es un gusto acercarse al A Garrotxa. Visca el barri de la Prosperitat. // A Garrotxa. Avinguda de Rio de Janeiro, 135, 08016, Barcelona. Tel.: 932 762 523.
Bola extra: El Jabalí (Martorell)
No es Barcelona ciudad, pero no puedo ni quiero dejarme fuera de esta lista el pijama del Jabalí, en Martorell. Un restaurante estrictamente familiar (madre, padre, hijo) con decoración quijotesca y abigarrada que incluye jabalí y liebre disecados en la pared, la segunda con gafas y leyendo un libro que sostiene entre sus patas.
Cocina más que clásica, elaboración excelente y producto de alto nivel. Se formaron en grandes restaurantes de Suiza y te puedes zampar un Châteaux Briand de solomillo o un steak tartar viejuno terminado en sala sobre una mesita gueridón. Tremendo nivel.
Y un pijamazo tamaño descomunal con todos los extras, incluyendo el barquillo y, en temporada, una fresa natural para que no se diga que no hay algo de temporalidad en este postrazo. Ideal para compartir, diría que necesario. Exponente máximo del exceso. Pijamita y a mimir. Y ya está. // El Jabalí. c/Mercadal, 26, 08760, Martorell (Barcelona). Tel.: 937 753 721.