Hace poco el cocinero Jordi Vilà declaraba la guerra al ramen abanderando la escudella como la alternativa local cuando hay ganas de tomar un plato de cuchara. Su propuesta, bautiazda como escudella street, es un formato pensado para comer en la calle y que permitiría a este rico cocido catalán plantar cara a la sopa nipona más internacional y que tantos adeptos tiene.
Más allá de comprobar que su escudella callejera estaba realmente buena, no sabemos cómo va el resultado del partido, aunque sí que acaba de entrar en juego un nuevo contendiente: nada más y nada menos que el cocido madrileño.
¿Dónde se come este cocido?
“Los jueves, cocido”. Esta es la propuesta del restaurante Molino de Pez, que hace unas semanas estrenó en la capital catalana esta tradición tan madrileña. ¿El primero de Barcelona? Tal vez sea mucho decir eso de que en ningún otro bar o restaurante se ha servido o sirve este plato, así que desde esta casa del Grupo La Ancha optan por ser cautos con esto de la exclusiva. “Somos uno de los escasos restaurantes que sirven este guiso en Cataluña y, particularmente, en la Ciudad Condal”, apuntan.
Aunque llevan apenas un mes ofreciéndolo basta pasear la mirada por el salón del restaurante para darse cuenta de que la idea está triunfando. Contamos media docena de mesas a nuestro alrededor en las que el cocido madrileño es el protagonista de la comida. Tiene, por cierto, un precio de 39 euros por persona, a lo que habría que sumar las bebidas y, si queda espacio, el postre.
Servido en tres vuelcos
¿Todo junto o dejamos la carne para el final? Es la única decisión que hay que tomar al pedir el cocido que, por supuesto, tiene sus tres vuelcos canónicos. Primero la sopa, con un caldo sabroso pero perfectamente desgrasado. Se sirve con huevo, jamón picado y un toque de fino para animarlo. Llega a la mesa en olla de barro y hay suficiente para rellenar el plato cuando la primera ración se acabe.
Los garbanzos pedrosillanos son la estrella del segundo vuelco. De nuevo, muy buen producto y cocción perfecta. Llegan, eso sí, muy bien acompañado con repollo, zanahoria, patata, morcilla y chorizo.
De todos modos, las carnes —viandas, si nos ponemos castizos— se reservan para el tercer y último vuelco. No hay que despistarse mucho porque se enfría bastante rápido. Una pena porque todo el mundo sabe que uno de los grandes placeres es poner el tocino entre pan y pan, apretar bien y conseguir que con el calor se impregne bien la grasa en la miga.
En la bandeja también hay generosas raciones de morcillo de ternera, pollo, gallina, panceta y pelota. Y como artista invitada, un poco de butifarra que juega en casa y se convierte en un simpático guiño local de este cocido madrileño en Barcelona.
Un cocido que nada tiene que envidiar a los mejores de la capial que hemos podido probar. En realidad ninguna sorpresa teniendo en cuenta que estamos en un restaurante cuyo guiso de lentejas es uno de los platos estrella y que en su casa madre en Madrid (La Ancha) llevan más de un siglo reivindicando este tipo de cocina.
Aunque el titular se hace solo y es inevitable evitar los recurrentes chistes sobre la escudella catalana a la que este cocido venido de la capital quiere robarle protagonismo, en realidad no hay en esta propuesta de los jueves ganas de conflictos territoriales. Ojalá sirva, eso sí, para animar a más restaurantes de la ciudad a ofrecer una buena escudella. Un cocido que como Vila señalaba en su pelea contra el ramen, cada vez cuesta más encontrar.