Diría que el mejor momento para visitar Zamora es un fin de semana sin mucha trascendencia, sin puentes, ni festivos, ni fechas señaladas y mejor con frío que con calor. También es verdad que, durante la Semana Santa, está en su máximo esplendor y, como ya la tenemos a la vuelta de la esquina, algún guiño le haremos. A través de esta breve guía visitaremos cafeterías, confiterías, panaderías, restaurantes y, sobre todo, bares. Con el tiempo, acabará cayendo la declaración de Zamora como Paisaje Cultural Mundial. De momento, me permito declarar sus bares como Patrimonio de la Humanidad, tangible e intangible.
Esta Navidad, en una esquina concurrida de la ciudad, lucía una pancarta con un lema publicitario algo desolador: “Quédate y cuídala”. Quizá no te quedes, pero sí que hay que cuidar a Zamora. Así que si vas a pasar allí unos días, sé generoso y cuídala cuidándote durante la estancia; y llévate a casa ajos, mieles, quesos, embutidos y aceitadas, como mínimo.
Chocolate y churros
Los días de frío, nada como empezar con un chocolate bien caliente entre las manos, acompañado de unos churros, cómo no. Vamos a ir justo antes de dar un paseo por el Mercado de Abastos y tenemos las dos mejores a unos 15 metros. Como pasaremos unos días en la ciudad, podemos probar ambas y decidir en cuál queremos repetir. No será una decisión fácil. La Chocolatería Malú (Pl. Mercado, 25) acaba de cumplir treinta años. En las horas punta, es imposible encontrar sitio. Por suerte, el servicio es rápido y los clientes también. La espera será breve, pero si uno quiere entretenimiento, en lugar de agachar la cabeza y mirar el móvil, mejor pasar al fondo del local para ver la agilidad con la que preparan churros y porras. Cruzando la calle está la Churrería Lorenzo (Pl. Mercado, 2), fundada en 1925 y ya con la tercera generación al mando. El constante movimiento de clientes garantiza que a los churros les pase lo mejor que les puede pasar: que estén recién hechos, crujientes y sabrosos.
Chacinas, casquería y ajos
El paseo por el Mercado de Abastos será breve. Está algo desangelado, hay muchos locales vacíos y entristece un poco. Aun así, la visita vale la pena, es la mejor manera de conocer la cocina local. Especialmente interesantes las carnicerías, no solo por las chacinas, la oferta de casquería es impresionante. No conozco ningún otro mercado en el que tenga tanto protagonismo. Me gustan las paradas de verduras en el exterior, dan sentido y luz a este edificio modernista de 1902. Comprad algo, no seáis unos simples mirones, ajos, por ejemplo. Lamentablemente, si no es San Pedro, va a ser imposible encontrarlos en ristra. Si no estás cerca del mercado y te gustan los recuerdos comestibles, puedes comprar chorizos zamoranos, ternera de Aliste (IGP) o casquería en Embutidos Ballesteros (Av. Tres Cruces, 35), Embutidos Turista (Villalpando, 1) o la Chacinería Juan Carlos (Dr. Olivares, 5).
Despachos de pan
Sí, en Zamora también hay café de especialidad, por supuesto preparado con una La Marzocco. Es mi recorrido habitual, unos churros, alguna compra en el mercado y un latte para llevar en el Venga Va (Av. Alfonso IX, 6) para disfrutarlo dando un paseo los días de sol y acercarse a alguna panadería. Ojo, estamos en la ciudad del pan. Los supermercados y las franquicias están arrasando con todo, pero hay resistencia. La prueba definitiva es que hay numerosos despachos de pan, es decir, establecimientos donde se vende pan de diferentes elaboradores. Se me hace difícil recomendar alguno, porque hay donde elegir. Tal vez os guste Migas de Oro (Cortinas San Miguel, 2), Mil Delicias (Pl. de Fernández Duro, 3) o Midulce (Alonso de Tejada, 5). Estando de visita, va a ser difícil andar comprando barras de pan, ahora, hay que probar la hogaza zamorana.
Nevaditos y rosquillas
Si uno es goloso, Zamora, hasta hace muy poco, olía siempre a dulce. Ahí están aceitadas, nevaditos, cocos, rebojos, galletas de nata, mojicones y un largo, pero que muy largo, etcétera. Si estás dando un paseo por el casco antiguo, puedes comprar en Dulces La Rúa (Rúa los Francos, 10) o merendar en La Tahona de la Rúa (Rúa los Notarios, 4). Comprar rosquillas de almendra en el Convento de Santa María la Real de las Dueñas (Pl. Sol, 10) también tiene su gracia. Y, para saborear la historia, hay que pasar por El Esquiador (Av. Portugal, 22) que abrió su primera confitería en 1910 y se acabó convirtiendo en el imperio Reglero, donde surgieron los nevaditos, los caprichos de la reina y las famosas galletas Mayuca. Su fábrica del centro aromatizó la ciudad durante décadas.
Asado, cocido y sopa de ajo
Entre una cosa y otra se nos está echando encima la hora de comer. Aunque desayunaría, comería y cenaría en los bares de la ciudad, vamos a sentarnos, a ponernos cómodos y a disfrutar de una sobremesa tras una sopas de ajo, un cocido, un asado o algún otro plato típico y contundente de la gastronomía local. Igual un arroz a la zamorana en el Puente de Piedra (Belén, 3) o en el Restaurante Marta (Villalpando, 44) o un cocido zamorano en el Mesón del Zorro (Brahones, 4) o quizás un asado en Casa Mariano (Portugal, 28). Son todo experiencias autóctonas y, por tanto, auténticas. Si a uno le apetece algo más sutil, ahí está La Sal (Herreros, 29).
Merenderos y bodegas
Los merenderos también son una opción interesante, en Los Pelambres (Ctra. Carrascal, 1) se disfruta de unas vistas espectaculares. En el Merenduero (Ctra de la Aldehuela, s/n) o Las Aceñas (Bajada Río, 2) también se puede comer en una terraza a orillas del Duero. Y, si has llegado en coche, siempre puedes hacer los 15 minutos que te lleva a El Perdigón y comer en una de sus bodegas, que son restaurantes situados bajo tierra muy peculiares. De ese estilo me gusta la Bodega de Valcabadino (N-122, 463). Sin necesidad de coger el coche, dando un buen paseo, está la Bodega del Arrabal (Pozo de la Nieve, 2) también muy auténtica. Después de un largo paseo por la orilla del Duero toca una siesta monumental o, en su defecto, una visita al casco antiguo y su impresionante patrimonio. La cosa es gastar y retomar fuerzas porque la noche será larga.
13 bares imprescindibles de Zamora
Por fin, lo mejor que tiene la ciudad como experiencia gastronómica: ir de bar en bar disfrutando de pinchos, caldos, tortillas, callos, crestas, cachuelas y un largo etcétera de pequeñas raciones de felicidad. En la costa mediterránea es simplemente inconcebible un caldo como tapa, no hace suficiente frío. En Zamora te inunda el alma de alegría, así que empezaría por ahí, igual en Bar Chillón (Diego de Ordax, 6), pero entonces hay que quedarse para disfrutar también de su original tortilla de patata regada con salsa de callos.
Con el calentamiento ya hecho, uno puede acercarse hasta una de las dos zonas de tapeo que se llenan de gente algo pasadas las ocho de la tarde: Los Lobos y Herreros. Os invitaría a probarlos todos o casi todos, aunque uno acaba teniendo sus preferidos. Un imprescindible, el Bar Lobo (Horno de San Torcuato, 1). Un local pequeño y siempre abarrotado, con un griterío constante: "¡Uno que sí y dos que no!", así se piden los pinchos morunos al gusto, según quieres que piquen o que no. Ahora que el dichoso virus parece que nos da un respiro, está bien disfrutar del contacto humano en los bares, el lugar perfecto para dejar el móvil y vivir el momento, algo que garantizan las bravas del Bambú (Alfonso de Castro, 3), con allioli, con salsa brava o mixtas. Son muy populares también sus mejillones tiberios.
Como en todas las ciudades de interior, existe una afición algo desmedida por la cocina del mar. No soy ningún talibán del kilómetro cero, pero cuando el mar no está a la vista, prefiero disfrutar de lo que da el campo. Del chorizo a la brasa, por ejemplo, en concreto el de la Bodega Chori (Herreros, 36). Local estrecho y alargado en el que, tras la barra, puedes ver como se asan. Estamos ya en Herreros y hemos empezado abajo, así que vamos a ir subiendo, parando en La Salita (Herreros, 24) para un montado de panceta; después en el Bayadoliz (Herreros, 7) para uno de morcilla; y finalmente en el Mesón Herreros (Herreros, 7) para disfrutar de su famoso croquetón de jalapeños. En la mayoría, curiosamente la asignatura pendiente es el pan, pero no se puede tener todo y menos a estos precios. Igual Zamora no puede presumir de tener la mejor gastronomía del mundo, pero en relación calidad precio y en Europa, es imbatible.
Nos quedan muchos otros bares lejos de estos dos polos y vale la pena caminar unos minutos para ir descubriéndolos. Está muy rica la tortilla de patata, servida jugosa, en el Benito & Co (Príncipe de Asturias, 1). El Pata Negra (Pelayo, 4) es un ganador habitual en el concurso de tapas de la ciudad y los sirven muy originales. El Rey del Jamón (C. de Blas de Otero, 5), con sus jamones cortados en vertical, es muy curioso. El Real (Obispo Nieto, 24) tiene mucho éxito gracias a su gran variedad de tapas. En el Bar Molino (Río Esla, 2) sirven unas tablas de embutidos y unos mejillones de escándalo. Hay incluso una bodega famosa por su ensalada, Chimeno (Pl. Sta. Eulalia, 4). La lista es inacabable.
...y en Semana Santa
Para acabar este bautismo gastronómico en la ciudad de Zamora hay dos experiencias de Semana Santa que nadie debería perderse. Primero, las sopas de ajo en el descanso de la madrugada nazarena. El Viernes Santo, alrededor de las cinco de la mañana, cuando la procesión de Jesús Nazareno llega a las Tres Cruces, los bares de la zona la sirven en cazuela de barro y con cuchara de madera. Un plato contundente que ese día, a esa hora, en ese lugar, no se parece a nada que hayas podido vivir con anterioridad. Y tampoco podemos irnos sin probar un “dos y pingada”, el almuerzo típico de la mañana del Domingo de Resurrección, después de la procesión. Son dos huevos fritos, unas lonchas de magras de cerdo pasadas por la sartén y una buena rebanada de pan frito. En el día D es prácticamente imposible encontrar sitio sin reserva, pero se pueden disfrutar el resto del año en el Motín de la Trucha (Carniceros, 2), por ejemplo. //