Sin playas y sin turismo, así es el litoral sur de Barcelona. El barrio de La Marina - Zona Franca vive recostado en las olímpicas faldas de la montaña de Montjuic. En sus bodegas, bares y restaurantes conviven las corbatas de alta dirección y los chalecos fluorescentes de la tropa estibadora. Menús del día y ambientazo de barrio marcado por el imponente biorritmo del puerto, un latido que imprime carácter. En sus calles todavía se respira la Barcelona que fue y que ya no lo es tanto. Donde unos piden callos, otros quizá piden rodaballo. Y todos se relamen, claro.
El fin de semana el ambiente cambia y el paisanaje toma el control. No verás ni una corbata. De pequeño mi yaya me paseaba la Zona Franca bajando desde la barriada del Polvorín y aún respiro ese mismo aire. El de una Barcelona obrera que aprieta los dientes y tira para adelante devorando cabezas de cabrito asado, mojando pan en la samfaina, la Barcelona que se empuja unos callos en los bares, en las terrazas, en el mercado. Periferia currante que esquiva el ecosistema turístico mientras construye un barrio con sabor a calle. Acércate y pregúntales dónde comer rico. Yo lo hice en su día y ahora tengo mi lista de locales convertidos en parroquias.
Granja Elena
La familia Sierra lleva décadas dando de comer maravillosamente y atendiendo con una complicidad bárbara a su abundante clientela. La dinastía nace hace ya casi 50 años de la mano de Abel Sierra y su madre Paquita. Luego se unió Olga Calvo y más tarde llegaría su hermana Carmen. Luego Borja, luego Guillermo y luego Patri. Desde bien temprano te puedes regalar unos desayunos con guiso que en el barrio son ya legendarios. Por las mañanas, y sobre todo cada sábado, los vecinos hacen cola para probar los morrocotudos bocadillos que prepara Carmen, devorar las mollejas con setas que cocina Borja, degustar los cafés de Guille, aromáticos, concentrados, y para disfrutar del certero consejo de Patri en el momento de escoger el vinazo. Comidas de lunes a viernes, sin cenas, porque aman tener una vida tanto como aman a su profesión.
Quiero, necesito, regalarme algunas líneas más para desparramar mi entusiasmo: sus garbanzos combinados con el beso meloso de la butifarra de perol. Los arroces, de lo que sea, que Borja cocina con sofritos confitados, caldos poderosos y una cocción precisa y perfecta. Es un metrónomo cocinando el muy campeón. Canelones siderales, pochas de impresión, pichones, liebre y postres de locura, orgasmo y pistacho. Un despiporre, una fiesta, un jaleo. Una emoción. // Granja Elena. Paseo de la Zona Franca, 228. Tel.: 933 320 241
Bar Iberia
En cuanto cruzas el umbral del Iberia, el ojo entrenado percibe los intangibles. Pistas situadas en la zona nebulosa de lo intuitivo y lo subliminal. Los ruidos que se escapan desde la cocina, las puertas de la nevera decimonónica que presiden la pared del final, la mirada de la parroquia radicalmente local cuando el que entra es desconocido y los olores mezclados del escabeche, los callos, la brasa y otros perfumes del paladar. Francisco y Longinos Álvarez son dos hermanos que han sabido construir un imperio de los sentidos a base de cocinar con solidez granítica la pura tradición guisada y de combinar una atención esmerada que sabe ser seria, relajada e informal.
Sus tortillas son legendarias, y sus callos monumentales. Algunos sábados, no todos porque el mercado tiene sus vaivenes, cocinan cabezas de cabrito asadas en la brasa. Y entonces es fiesta mayor. Al Iberia se viene a disfrutar con las cabezas, con los escabeches, con los guisos y si eres carnívoro con el solomillo y el chuletón. Uno de los sitios más golosos de Barcelona. Cero glamur y pura diversión. // Bar Iberia. c/de la Mare de Déu de Port, 219. Tel.: 936 815 239
Bodega Pasaje 1986
Cuando Xavi Alba abrió Bodega Pasaje y enroló al cocinero Patrick Picarin se entregó a una cocina de tradición y guiso hechos con mimo y esmero. En esta bodega de gastronomía fina puedes disfrutar tanto de las humildes albóndigas como del sofisticado marisco. Pídete buey de mar y disfruta con la esencia desmigada del acorazado convertida en cremosa cucharada.
Patrick es un guisandero de alto valor, fíjate en su platazo de raya a l’all cremat. Receta original de barca donde la base de ajo perfuma el aceite con una caricia profunda e intensa. En ese aroma se cocina el pescado para lograr un guiso que causa adicción. Está en la carta desde el primer día. No me extraña. Tienen también una terraza tranquila. Otro plus que sumar a este local que en poco tiempo se ha convertido en una gastro referencia del barrio. // Bodega Pasaje 1986. Galeries La Campana, Gran Via de les Corts Catalanes, 162, Local 32 Interior. Tel.: 937 764 491
Bar Restaurante Maxi
Donde Barcelona se besa a hurtadillas con l’Hospitalet encontramos esta maravilla de pura esencia gallega. No hay concesiones: el pulpo se sirve con cachelos, nada de una parmentier lacia y desmayada. Los callos vienen con garbanzos y carne salada. En esta sinfonía de texturas blandas, carnosas y elásticas se encuentra uno con la verdad de la vida masticada. Es habitual el trasiego de chaquetas fluorescentes que entran y salen al ritmo de los turnos del puerto. Llevan serigrafiada en la espalda, bien grande, la palabra "estibador".
Es una señal que subraya el Maxi y su cocina profunda, sólida, rica y abundante. Abundante, reitero. En nuestra última visita la camarera nos recomendó bajar la cantidad de lacón a un cuarto del estándar. Y con eso nos dio sobradamente para disfrutarlo entre dos. Ahí lo dejo. Tienen siempre caldo gallego, caricias en la pituitaria con el rancio noble del unto y el verdor agreste del grelo, o en su defecto, de la berza si estamos fuera de estación. También ofrecen terraza, en acera amplia. // Maxi. Ctra. del Prat, 30B. Tel.: 932 968 410
Bar del Mercat de La Marina
A los mercados hay que ir a comer siempre que se pueda. En el Bar del Mercat les puedes pedir que te pongan encima de la tortilla un par o tres de anchoas, que le dan un punto salado y rancio que enriquece el cálido mordisco del huevo cuajadito. Sabroso y glotón.
Aunque lo imprescindible en este bar es el bacalao a la llauna, terso, jugoso, radiante. Mea culpa, penitenciagite, siempre me lo pido con gula. Me confieso pecador. Es una sinfonía de colores y aromas que embriagan. Lo sirven salseado con un generoso cucharón colmado de samfaina catalana. Las hortalizas dulcemente confitadas, sin prisa, sin pausa y con devoción. También preparan bocadillos y tienen una terraza cómoda y tranquila para desayunar con gusto y pausa. // Bar del Mercat de la Marina. Paseo de la Zona Franca, 178. Tel.: 666 992 061
Cal Campà
Los mediodías laborables son el reino del menú en Cal Campà. En esta casa cocina Eulalia y cada día propone cinco primeros y siete segundos en su menú. No tienen carta, pero sí buenas tortillas. Cada día bien tempranito cocinan una tortilla de 28 huevos que ofrecen para los desayunos y en su menú. La de patata la hacen con cebolla, y también se desmelenan con otras combinatorias como las de queso azul, las de escalibada, la simplicidad sublime de la tortilla de ajo y perejil o la de espinacas con queso de cabra…. Es su plato estrella, la verdad.
Su cocina es de guiso y tradición, con raíz catalana y mucho fondo. Su terraza es amplia y tranquila, alejada de la circulación y son una de las mejores opciones para tener un menú excelente y ajustado de precio. // Cal Campà. Paseo de la Zona Franca, 106-118. Tel.: 933 606 869
Restaurante Sánchez
En el Sánchez me impresionó el guiso de rabo, de majestuosa negritud. Profundo y denso. Las carnes se han fundido tras el tiempo de mansa cocción y apenas se sostienen agarradas al hueso como si de un último clavo ardiendo se tratara. Como intentando salvarse de un mordisco inevitable. Acariciando levemente con el dorso del tenedor el músculo guisado se derrumba y de ahí ya va directo al cielo de paladar para provocar placer y, en mi caso, un ligero temblor.
Todo esto sucede en una sala de sencillez descarnada, con mesas desnudas y paredes blancas. En la barra, una vitrina que conforme avanza la mañana se va poblando de viandas. El mejor momento es el domingo por la mañana, cuando coincide con el mercadillo de "las casas baratas". Tras el paseo entre gritos de bragas en rebajas llega el momento de la tortilla de patatas, el guiso de rabo y los caracoles en salsa. La belleza habita en los momentos. En los gestos y en nuestra mirada. La belleza inesperada puede surgir hincando el palillo en el caracol, vaciando su cáscara para sorber ruidosamente la salsa y terminar, al fin, limpiándote las barbas. // Restaurante Sánchez. c/del Plom, 34. Tel.: 932 231 012 ////