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Dabiz Muñoz vuelve a Barcelona con Hungry Club: probamos sus bikinis a más de 14 euros

Visitamos el nuevo establecimiento del chef madrileño en el aeropuerto de Barcelona y descubrimos cuál es su carta. ¿Vale la pena comer en Hungry Club?

Iker Morán, periodista y autor en Hule y Mantel

Periodista

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El bikini club pollo spicy a la parrilla de Dabiz Muñoz en Hungry Club / Iker Morán
El bikini club pollo spicy a la parrilla de Dabiz Muñoz en Hungry Club / Iker Morán

Pocos retos más complicados que comer bien en un aeropuerto. La mayoría suele conformarse con minimizar la habitual sensación de haber sido atracado a cambio de bocadillos lamentables, cafés que no llegan al aprobado y botellas de agua vendidas a precio de sangre de unicornio. Una plaza compleja donde, no obstante, no es raro que grandes chefs prueben suerte.

Desde hace muchos años Jamie Oliver o Gordon Ramsay tienen restaurantes en diversos aeropuertos del mundo, Carles Gaig se atrevió en su momento cuando la Terminal 1 del Aeropuerto de Barcelona se inauguro y, más recientemente, los Hermanos Torres abrieron también en el aeropuerto catalán.

Una lista a la que se acaba de sumar nada menos que Dabiz Muñoz que, tras estrenarse en la T4 de Madrid, desde hace unas semanas abrió su nuevo Hungry Club en el aeropuerto de Barcelona. A la espera de que encuentre nuevo local tras el cierre de GoXO —ha pasado un año, ejem— curiosamente este negocio es ahora mismo el único del famoso chef en la Ciudad Condal.

Dónde se ubica y cómo funciona

Hungry Club de Dabiz Muñoz en el aeropuerto de Barcelona / Iker Morán
Hungry Club de Dabiz Muñoz en el aeropuerto de Barcelona / Iker Morán

Teníamos mucha curiosidad por probarlo, así que aprovechando el reciente viaje a la Gala Michelin hicimos una doble parada a la ida y a la vuelta para desayunar y comer en este nuevo local, situado en un espacio central de la recientemente remodelada zona de tiendas de la T1 del aeropuerto.

Vistoso, funcional pero no especialmente acogedor, el restaurante es una gran cocina abierta cuadrada alrededor de la cual hay taburetes para comer en la propia barra. No hay mesas, se trata de un bocado rápido y, de hecho, casi todo está pensado para poder llevárselo.

Abierto desde primera hora, algunos platos sólo se sirven a partir de las 12 del mediodía. Para el desayuno y almuerzo, los sándwiches y los huevos son las estrellas de la carta. Es martes, son las 11 de la mañana y con el aeropuerto a un ritmo normal, hay muy pocos asientos ocupados en Hungry Club. El personal, atento, anima a quienes se acercan a curiosear a que echen un vistazo a la carta.

Hay pantallas para poder hacer el pedido allí mismo y pensadas seguramente para momentos de alta ocupación, pero no hace falta pedir antes. De hecho, hay carta impresa que el personal acerca a los comensales una vez sentados. Acostumbrados al trato rápido e impersonal de los aeropuertos, aquí se juega bien esa combinación de espacio de comida rápida pero con un servicio mucho más atento y cuidado. Punto para Dabiz. O para su equipo.

Qué se come: los 'bikinys' de Dabiz

Bikini y café con leche en Hungry Club de Dabiz Muñoz / Iker Morán
Bikini y café con leche en Hungry Club de Dabiz Muñoz / Iker Morán

Aunque la idea era pedir un bikini normal y corriente para poder usarlo como referencia, caemos en la tentación de elegir el “bikini club pollo spicy a la parrilla”. 15,95 euros el sandwich, un poco más que el de jamón y queso que sale por 14,25 euros y que es, dentro de la parte salada y caliente, el bocado menos caro. Un café con leche para acompañar (3,10 euros el pequeño) que elevan el ticket de este desayuno tardío antes del vuelo a casi 20 euros.

¿Por un sandwich y un café?, pensamos dando el primer sorbo a un café de aspecto bastante justo pero que es más decente lo esperado. Estamos en un aeropuerto y saltarse ese detalle sería hacer trampa. Tanto para los precios como para el nivel de calidad exigible. ¿Hay café bueno en el aeropuerto? Que nosotros sepamos no y lo más parecido es el que alguna vez hemos tomado en un pequeño punto de venta de Illy.

El bikini —perdón, “bikinyi”— llega rápido, con una pinta deliciosa y de tamaño generoso. Es de lo que más se pide, nos cuentan. Además de los platos de la sección de “huevos voladores” donde hay desde una tortilla de patata que dejamos pendiente probar, unos benedict a la japonesa y versiones propias del clásico sándwich de huevo.

El primer bocado nos hace olvidar lo que podría parecer una clavada. Un paseo por cualquier otro puesto de comida alrededor confirma que los bocadillos por menos de 10 euros escasean y, en todo caso, no lucen como este. Pan de molde muy grueso y bastante tostado, relleno contundente, queso bien fundido, el picante justo, no falta el prometido pollo a la parrilla…

Efectivamente, hay menús del día que cuestan menos que este sándwich que tampoco sería el mejor que hemos comido en nuestra vida. Pero seguramente sí el mejor del aeropuerto aunque eso, y la firma de Dabiz Muñoz, haya que pagarla.

La carta de Hungry Club

El ramen ibérico de Dabiz Muñoz en Hungry Club / Iker Morán
El ramen ibérico de Dabiz Muñoz en Hungry Club / Iker Morán

Como la carta es relativamente amplia y no es plan de juzgar un sitio solo por un sandwich, a la vuelta volvemos a sentarnos en la barra de Hungry Club. Esta vez es mediodía, hay algo más de gente —pero no se acerca ni de lejos al lleno— y vamos de cabeza a probar el ramen para asentar un poco el cuerpo tras la larga noche de Michelin.

Un ramen ibérico de pollo (22,95 euros) y un agua con gas hacen que el ticket de esta comida que dura unos 20 minutos pase de los 27 euros. Estamos en el aeropuerto, nos repetimos mientras llega el ramen. De nuevo, magnífica atención por parte del personal que atiende y va preparando los platos.

No nos da tiempo apenas a ver la curiosa máquina que se usa para elaborar los huevos revueltos —similar al vaprizador de leche de una cafetera— y ya tenemos delante la bandeja con un gran bol de ramen, cuchara y palillo.

Caldo rico, claro, sabroso y con el prometido sabor ibérico. El pollo nos recuerda al del bikini del día anterior, bien los fideos, las verduras, setas enoki... Todo correctisimo. De nuevo, no es el mejor ramen de nuestra vida ni lo recordaremos siempre, pero uno se levanta de allí con la sensacion de haber pagado precio de aeropuerto pero, al menos, haber comido decentemente.

Esa es la clave y el punto a favor de Hungry Club más allá del evidente reclamo que supone el nombre de Dabiz Muñoz. Es caro o no es barato, como tampoco lo es ni lo pretende ninguno de los negocios del cocinero. Pero en el particular ecosistéma gastronomico del aeropuerto, todo parece menos caro y ademas juega a su favor con unos estándares de calidad que, tras haber probado un par de platos, nos parecen muy por encima de la media.

Las "pyzzas" y los perritos calientes que descubrimos que son algo más baratos que el bikini tendrán que esperar para próximos viajes. De todos modos, como sabe cualquiera que viaje, la mejor opcion por calidad-precio para el aeropuerto (y el avión) es llevarse el bocadillo de casa.