Sábado por la mañana en el mercado de Tsujiki en Tokio (Japón). Hace unos años aquí estaba la famosa subasta del atún y el mercado mayorista, pero un incendio del lugar fue la excusa perfecta para llevarse la lonja a las afueras de la ciudad y alejar a los turistas del trabajo que aquí se realizaba cada madrugada. Ahora la zona se ha convertido —más si cabe— en uno de los grandes atractivos gastronómicos de la capital japonesa, con decenas de puestos de comida callejera, restaurantes y una pequeña zona de venta de pescado donde los locales compran.
Hay colas por todas partes, pero una llama especialmente la atención. Tres personas despachan desde unas planchas lo que parecen unas inmensas galletas crocantes que, quienes han esperado casi una hora para conseguirlas, fotografían sonrientes antes de hincarles el diente.
Pero ni el tamaño ni el crujiente es lo más curioso de estas tako senbei, sino lo que incluyen en su interior: un pequeño pulpo que, aplastado e integrado en la galleta, se convierte en una especie de fósil comestible. Las hay con versión de gamba o pulpo, a 900 y 600 yenes respectivamente la galleta, unos 7 y 5 euros al cambio.
'Senbei' con harina de arroz
Los senbei, estos crackers gigantescos y finos con harina de arroz, son un clásico dentro de la comida callejera japonesa. Pero a la vista del entusiasmo de quienes esperan su turno, cambría pensar que la versión con pulpo (tako) es una de las novedades del momento.
En realidad no. Una rápida búsqueda confirma que hace años que en diversas ciudades de Japón se estilo este curioso pica pica desde hace años y que incluso la idea ha llegado a varios puntos del sudeste asiático. También se comercializan las plachas para cocinarlos, por si algún emprendedor se anima a acerca la idea por aquí y convertise en la nueva sensación de la comida callejera europea, notablemente más anodina que la asiática.
¿Cómo se preparan?
No tenemos tiempo para esperar nuestro turno y probarlo, así que nos conformamos con acercarnos a las planchas y ver cómo los hacen. El proceso requiere unos minutos, lo que también explica la larga cola que se va formando. Sobre una base con la masa de harina de arroz se coloca el pulpo o la gamba entera y cruda. El calor, la presión y un par de vueltas en la plancha hacen el resto del trabajo, que se remata con una tijera para dejar los bordes rectos y la forma de una galleta cuadriculada.
Fijándonos mejor, parece que las galletas de gamba triunfan más. Trabajan con gambas de un calibre considerable lo que permite que la forma quede mucho más definida que la de los pulpos. Y ahí está parte de la gracia de unas galletas que además de crujientes y ricas tienen que ser, sobre todo, muy instagrameables.