Recientemente he saludado al invierno en el bonito pueblo medieval de Gruyères, en el cantón de Friburgo (Suiza). Pocos nombres identifican tanto a una población con un producto como el queso que se elabora en este rincón de los pre-alpes suizos, a los pies de la cima del Moleson. Los turistas se acercan en masa a conocer este pueblo de postal por su castillo, pero sobre todo por el queso gruyère, preservado con Denominación de Origen Protegida. Estos son los básicos que debes saber si visitas esta ciudad amurallada, que parece anclada en la Edad Media.
¿Cómo se elabora el queso gruyère?
El queso gruyère se elabora únicamente con leche entera de vaca. Vacas que en invierno permanecen resguardadas en establos alimentándose de heno, y que en primavera y verano, pastan apaciblemente por las verdes laderas. Suele presentarse en ruedas de unos 30 kilos aproximadamente y, después de tres meses en rueda, son sacados para ser sometidos 24 horas en sal y pasar posteriormente a las cavas de curación y afinado.
En esas cavas, el maestro quesero mima cada rueda de queso, volteándolas y pasándoles capas de agua salada. Dependiendo de la intensidad que más nos guste del gruyère, la maduración va desde los 6 hasta los 24 meses. Y cada queso, con su marca grabada de AOP Gruyère como símbolo de calidad y tradición.
Qué hacer en Gruyères
En este pueblo, además de visitar las diferentes fromageries para ver cómo se elabora este queso, se puede disfrutar degustándolo en varios restaurantes. Como el Chalet de Gruyères donde pudimos comer la fondue AOP Chateau de Gruyères, que se elabora con queso relativamente poco madurado (9 meses) y aporta un sabor suave. La raclette se prepara con queso gruyère de 16 meses, y presenta el contrapunto más maduro e intenso que la fondue. Todo servido con pequeñas patatas asadas, pan y pepinillos como receptores del queso fundido.
Y para reafirmar lo que bautizamos en la mesa como “muerte por gruyère”, al llegar el turno de los postres, elegimos el de merengue con crema de gruyère, líquida y un punto dulce. Sin duda, ese merengue mojado en crema se ha convertido ya en un sabor imborrable para siempre en mi mente. Todo ello, con vistas directas al castillo de este municipio, con manto blanco y ciervos campando entre los pastos helados. ¿Existe mejor plan para culminar una mañana de caminata por la nieve?
Queso, castillo... y Alien
El castillo es imponente y preside, desde las alturas todo el valle y el pueblo, nevado estos días con más de un metro de grosor. Justo antes de llegar al castillo se encuentra el museo del artista y escultor Hanrsuedi Giger, conocido mundialmente como H.R.Giger y por ser el creador de la figura de Alien. La criatura alienígena protagonista de la película Alien, el octavo pasajero (1979), del británico Ridley Scott, y de los escenarios de esta obra de culto para los amantes del cine de ciencia ficción.
Vivió parte de su vida en Gruyères y aquí ha legado un museo, abierto en 1998, con obras propias —pinturas, esculturas, mobiliario y diseños para películas— y de otros artistas, como Dalí. También se ha creado el HR Giger Café, justo enfrente del museo, y que recrea elementos de la película. Entrar en este café es como adentrarse en el estómago de Alien. No deja ser peculiar y más si eres un fan de este filme. Los detalles de las patas de las mesas, las butacas, las paredes o el imponente techo, todo huele a Alien. Puedes tomar desde absenta hasta un zumo de manzana; eso sí, solo dejan hacer fotos si consumes.
