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Cuaderno de Viaje

Dónde comer en Cádiz en dos días: bares, tabancos y restaurantes tradicionales que son referencia

Pasamos 48 hora en Cádiz y Jerez de la Frontera entre tortillas de camarones, chicharrones, ensaladillas, cazuelitas y vinos generosos. En estos establecimientos, acertarás

7 minutos

Vista de la ciudad de Cádiz / Foto: Txaber Allué

Actualmente, el aeropuerto de Jerez recibe vuelos desde Madrid, Barcelona, Mallorca y Bilbao. También están las conexiones con alta velocidad. Con la temporada alta dando los últimos coletazos, parece que ya no hay excusa para seguir retrasando la visita que todos tenemos pendiente a la costa de Cádiz, aunque sea solo durante un par de días. Así que vamos a ver qué podemos hacer y, sobre todo, qué podemos comer en esta visita fugaz. 

Si nos alojamos en Cádiz, llegaremos pasando por el puente de la Constitución de 1812, que cruza la bahía y conecta la ciudad con Puerto Real. Allí se nos dibujará un peculiar skyline marcado por las torres mirador. Son un recuerdo diario del pasado esplendoroso de la tacita de plata y es que, en 1717, la Casa de Contratación y el Consulado se trasladaron de Sevilla a Cádiz, otorgando a la ciudad el monopolio del comercio con las Indias. Esto atrajo a comerciantes de medio mundo, que se construyeron estás casas con torres y miradores para supervisar la llegada de sus barcos. 

Dónde alojarse en Cádiz

El hotel Áurea Casa Palacio Sagasta de Cádiz / Foto cedida

En mi visita de 48 horas, tuve la suerte de alojarme en una histórica, la Casa Palacio Sagasta, con su característica piedra ostionera, de las canteras de Puerto Real, ahora un parque natural; sus guardacantones que protegían las fachadas de los embistes de los carruajes; sus balcones con una curvatura en la parte inferior de la barandilla para adaptarse a las voluminosas faldas de la época, que solían llevar miriñaques o crinolinas.

Y su típica estructura con una primera planta para las oficinas, una segunda, a la que se accede por una espectacular escalera imperial, para la familia, y una tercera para el servicio, todo coronado por la vidriera que cubre el patio interior y la torre mirador, claro. Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad reconvertido en un hotelazo, el Áurea Casa Palacio Sagasta by Eurostars Hotel Company (c/Sagasta, 1).

De bares: Casa Manteca, visita justificada

Los chicharrones de Casa Manteca en Cádiz / Foto: Txaber Allué

Como llegamos al atardecer, lo que toca es pasear por las calles largas y estrechas de la ciudad y dejarnos sorprender por sus peculiaridades y, especialmente, por sus bares. Confieso que más que por su historia, su cultura, su arquitectura o sus playas, yo estoy aquí por los bares. Quiero papas aliñás, tortillas de camarones, chicharrones, pescado en adobo y mil maravillas más.

La visita obligada es Casa Manteca en el barrio La Viña (c/Corralón de los Carros, 66). Qué sí, que es la taberna que recomienda todo el mundo, pero está totalmente justificado, por muchos turistas que vayan. Con dos locales, uno frente a otro, el histórico tiene alma, con las paredes llenas de fotos enmarcadas, latas de conservas apiladas, embutidos colgando, una barra de mármol que ha visto pasar la historia y los típicos azulejos coloridos, todo detalles que te sumergen en un mundo de fantasía.

El local de enfrente tendría poco interés si no fuera porque puedes ver la cocina en acción, presidida por una paella enorme, con cuatro dedos de aceite, donde se fríen un millón de tortillas de camarones por segundo. Hay que pedir de todo, pero no pueden faltar los chicharrones, finas lonchas de este típico embutido de Chiclana, servidas sobre papel de estraza y aliñadas con un poquito de pimienta y un chorrito de limón. Un escándalo. 

Las alternativas a Casa Manteca son muchas, no me perdería una de las tortillas del Ultramarinos El Veedor, tampoco la ensaladilla de Las Banderas, un queso Pajarete en la Taberna La Manzanilla, unos salmonetes fritos en El Laurel, una gilda en La Casapuerta de Luisa o la oferta tan económica como interesante, aunque con horarios complicados, del Kiosko Los 12 Hijos De Juan o de La Tabernita. Después, si acompaña el tiempo, hay que bajarlo todo dando un paseo por el paseo del Vendaval.

De desayunos y churros

Los churros de La Guapa en Cádiz / Foto: Txaber Allué

Hasta hace muy poco, jamás desayunaba en el hotel. Me parecía una oportunidad perdida. Siempre salía a la calle y preguntaba por un buen desayuno, algo que ahora es más fácil, se hace una breve investigación online y enseguida destacan los lugares emblemáticos para disfrutar de un desayuno local, nada de brunches o aberraciones por el estilo.

Con la edad, me he ido acomodando y es más habitual que me quede en el hotel. Me bajo el portátil y me paso dos horas trabajando, levantándome de vez en cuando hasta que me sorprendo con el tercer café de la mañana entre las manos. Es algo que evito hacer en las cafeterías, no me gusta ocupar un espacio durante horas, por muchos cafés que tome. Además, en los hoteles cada vez es más habitual encontrar productos de la zona, como los famosos Cortadillos de Cidra, las tortas de aceite o esa deliciosa locura que es la zurrapa de hígado ibérico. 

Los cortadillos de cidra en Cádiz / Foto: Txaber Allué

En cualquier caso, en Cádiz, uno no puede perderse una mañana de churros. Hay que acercarse a dar un paseo por el Mercado de Abastos y después hacer parada en La Guapa (Plaza Libertad, 1), por mucha cola que haya. Allí preparan los churros al momento, a su estilo, finos, fritos en una espiral caótica y servidos en un cucurucho de papel.

La maravilla es que puedes llevártelos a cualquiera de los bares de los alrededores donde pides el chocolate para ir mojando con tranquilidad. Me acomodé en el bar El Carrusel (c/Libertad, 12-20), el chocolate no es para echar cohetes, pero la experiencia vale la pena si a uno le gusta la autenticidad. 

Acercarse a Jerez: bodegas y bares

Visita a las Bodegas Tradición de Jerez de la Frontera / Foto: Txaber Allué

Con la alegría en el cuerpo, aprovechando que estamos a media horita de Jerez, nos vamos a acercar a una bodega. Es algo necesario. Los vinos generosos de la zona son grandes incomprendidos. Si no les has encontrado el punto, es porque no los has disfrutado como debe ser.

En la visita vas a descubrir un proceso de elaboración mágico, un trabajo de décadas y, lo más importante, vas a aprender a disfrutarlos. Hay donde elegir, pero hay una que destaca, no solo por la calidad de sus vinos, sino porque su visita culmina con un paseo, copa en mano, por un pequeño museo con obra de Goya, Velázquez, Murillo o el Greco, entre otros.

Estamos hablando de Bodegas Tradición (c/Cordobeses, 3), donde por 55 euros nos van a explicar el proceso de crianza y envejecimiento del jerez, disfrutaremos de una cata guiada y de la ya citada visita comentada de la colección de pintura española de los siglos XIV a XIX. Impresionante.

Puestos a tono, vamos a darnos un paseo, pasando frente a la Catedral, hasta alguno de los bares del centro. Una vez más, voy a recomendar el más popular, que es visita obligada. Estamos en Las Banderillas (c/Caballeros, 12) y nos volvemos a encontrar esa estética tan del toreo. A mi las corridas de toros no me interesan nada, pero la estética de estos locales me fascina.

Podemos pedir chicharrones por comparar, servidos en trozos toscos, algo secos, la ración es más que generosa. Los de Casa Manteca me costaron 4,90 euros con la caña, en esta ocasión fueron 7,30 euros. Más interesantes son las zanahorias aliñadas o el revuelto de la casa.

Como os podéis imaginar, en Jerez hay mucho donde elegir. No me perdería una cazuelita de riñones al jerez en La Moderna, una ensaladilla en El Molino o unos caracoles al jerez en el Bar Anselmo. No vamos a comer mucho porque a las siete y media queremos cenar mientras disfrutamos de todo un espectáculo flamenco. 

Un tabanco histórico

Bailaora en el tabanco El Pasaje de Jerez de la Frontera / Foto: Txaber Allué

Lo que en Barcelona llamamos bar-bodega en Jerez de la Frontera son tabancos y el más antiguo es El Pasaje (c/Santa María, 8), que el año que viene cumple cien años. Casi nada. Si queremos disfrutar del flamenco, tendremos que ir los mediodías a las dos o las tardes a las siete y media o dos horas después.

Una vez acomodados o simplemente apoyados en la barra, hay que dejarse llevar, en silencio, la bailaora nos lo recordará si hace falta, por chacinas de todo tipo, ahumados o montaditos, siempre acompañados de un vino de Jerez, claro.

Si queremos probar un poco de todo y vamos en compañía, lo mejor es pedir una tabla de embutidos y otra de ahumados, aunque nos perderemos la tortilla de pimientos o el queso payoyo con carne de membrillo. Recomendaría poner la atención en el tablao y en toda la energía que desprende la actuación y esperar al descanso para centrarse en las cosas del comer.

Además de un paseo antes de acostarse, recomendaría una carrera a primera hora. La playa de Santa María del Mar es una opción fantástica. No hace falta hacer los ocho kilómetros, la cosa es ganarse la comida, se viene un homenaje de despedida y hay que llegar con fuerzas. 

El Faro y su tortilla de camarones

La tortilla de camarones del restaurante El Faro de Cádiz / Foto: Txaber Allué

Otra vez en Cádiz, vamos a comer en El Faro (c/San Félix, 15), un restaurante emblemático, también con barra, imprescindible para todo el que quiera disfrutar de la cocina gaditana en su máxima expresión. Cruzar la puerta es adentrarse en un mundo de estética clásica, con mesas cubiertas con manteles de tela blanca, que contrastan con la madera oscura de las vigas, repartidas en diferentes espacios.

En las paredes, cientos de fotos de las celebridades que han disfrutado de la cocina de El Faro. De todas, me quedo con Halle Berry, que se pasó por allí después de emular a Ursula Andress en la playa de la Caleta, para Die Another Day.

En el restaurante, el menú degustación es una buena opción. Si uno prefiere carta, hay que probar la tortilla de camarones, una de las mejores que he probado. No es ortodoxa, dado que la preparan con harina de trigo y no de garbanzo, con camarones frescos, sin cebolla, agua fría, que no sifón y, además de perejil, lechuga de mar, con un pellizco de sal y frita en aceite de oliva. Crujientísima y nada aceitosa, una maravilla.

Personalmente, me quedaría en la barra, a por el tapeo y los platillos fríos, a derretirme frente a la ensaladilla del rey de oros o los pimientos asados con melva o tantas y tantas cosas más.

Ya en casa, uno se queda con ganas de más, como la película, vamos a necesitar secuela, es decir, 48 horas más. Tal vez es mejor dejarlo así, acabar con ganas, para poder volver pronto y gozar de nuevo de las mil maravillas gastronómicas que nos ofrece Cádiz.