Que Japón es un destino increíble todos lo sabemos. Y en esa obviedad, la gastronomía juega un papel fundamental y es uno de los mejores argumentos para pasarse 12 horas en un avión y plantarse allí dispuestos a comer y probar todo lo que se nos ponga por delante. Pero es verdad que, como ocurre con tantos lugares, las sucesivas visitas ayudan a descubrir detalles menos conocidos y ayudan a matizar mucho la típica postal.
Japón es mucho más que cuatro megaurbes futuristas y, de hecho, la realidad se asemeja más a un país con muchas zonas rurales, y bastante cerrado al extranjero. El caso es que, tras haber tenido la suerte de viajar por allí unas cuantas veces, hay algunos consejos que me gustaría haber tenido a mano antes de ir por primera vez a un restaurante en Japón.
1. Lleva suelto
Suena raro en un lugar donde creemos que hay robots en cada esquina, pero lo cierto es que no es extraño encontrarse con restaurantes que no acepten tarjeta. Sobre todo, lugares pequeños y de precios moderados, así que mejor llevar siempre unos yenes a mano para evitar el paseo al cajero más cercano.
2. No les caes mal, no hablan inglés
En Japón no puedes dar por hecho que todo el mundo sabe inglés. Es más, posiblemente no sea así, restaurantes incluidos. Al final siempre hay maneras de entenderse, las cartas suelen tener fotos de los platos así que no suele ser mayor problema. Eso sí, cuando veas que los camareros te esquivan o que van antes a una mesa de locales que se sentaron más tarde, no es que te tengan manía es que les da pereza hablar en inglés o están esperando que el camarero que mejor se apaña esté libre para ocuparse él.
3. ¿Qué quieres comer?
Más que en elegir un local, lo primero que hay que hacer es pensar qué se quiere comer. Aquí se estila la especialización, así que donde vas a comer sushi, no esperes ramen, si vas a okonomiyaki no habrá currys, y si el lugar es de tempura, ya sabes lo que hay que pedir. Las izakayas (tabernas) son una pequeña excepción, con un menú normalmente algo más variado.
4. En el tercer piso
Otro detalle bastante desconcertante para el visitante occidental es que no siempre los restaurantes están a pie de calle. Es decir, en un mismo edificio puede haber diferentes locales en distintas plantas. Algo que suele complicar un poco dar con ellos por mucho que se tenga la dirección y creamos que Google Maps sea nuestra salvación.
5. No les líes
Los japoneses son muy de normas y de poco improvisar. Es un poco generalista, claro, pero se entiende el concepto. Así que tu estilo mediterráneo, mejor te lo guardas. En muchos locales se ofrece al mediodía un menú a precio cerrado. Todavía recuerdo la cara de terror hace años cuando un comensal le preguntó al camarero si podía repetir (pagando, claro) solo uno de los platos del susodicho menú. Al final, tras minutos de negociación la conclusión fue que no se podía y que lo que pedía era poco menos que una locura.
6. Sin alcohol y sin sobremesa al mediodía
La sensación en las grandes ciudades es que a cualquier hora hay gente comiendo. Así que por los horarios no hay que sufrir. Eso sí, sobre todo al mediodía y entre semana, lo de alargar la sobremesa no se estila. Comes y te vas. Punto. Si es un ramen, además rápido que se enfría. Y es que esta sopa está pensada para que en 10 o 15 minutos ya estés listo para irte y dejar tu cotizada silla y mesa al siguiente. De ahí que muchos locales especializados nos parezcan un tanto fríos a los occidentales, que ponemos los ojos en blanco al ver cubículos individuales para comer.
¿Cerveza al mediodía? Si miras alrededor verás que no se estila. Tampoco es que vayan a llamar a alcohólicos anónimos, pero tenlo en cuenta. Eso sí, por la noche en las tabernas la cerveza (en botella grande) y el whisky con soda (highball) desfila que da gusto y la comida es casi un complemento para aguantar el tipo. De ahí el formato tapa o platos de pinchitos para compartir que tanto gusta en este tipo de sitios.
7. Bien ahumados
Esta especie de bipolaridad con el alcohol es todavía más surrealista con el tabaco. En un país donde, desde hace años, no se puede fumar por la calle excepto en zonas determinadas resulta que hay restaurantes en los que sí está permitido. Combinado con lo que gustan las brasas (robata, yakiniku…) no es raro salir de alguna cena con más olor a humo o tabaco que de un pub español en los años 90. Tenlo en cuenta al hacer la maleta y programar tus outfits.
8. Los palillos y sober la sopa
Que el sushi se puede comer con la mano seguro que ya lo has leído decenas de veces. También que se come de un bocado —nada de un mordisco y luego la otra mitad— o que, si vas a untarlo en soja (que tampoco hace falta) se hace por el lado del pescado, no del arroz. Lo que es menos conocido es que clavar los palillos en el bol del arroz —o lo que sea— es algo que les parece horrible. En cambio, lo de sorber las sopas y fideos de forma bastante poco discreta allí es de lo más normal. Así que prepárate para una intensa banda sonora en ese local de ramen en el que eres el único extranjero.
9. ¿Propina?
Como también seguro que ya has leído, nadie espera que dejes propina, ni en restaurantes, taxi… Cuenta la leyenda urbana que se repite a todos los que viajan allí por primera vez que si dejas más dinero de lo que marca la cuenta te seguirán para devolvértelo. Por si quieres probarlo. Y, hablando de taxis, lleva la dirección del restaurante en japonés o una foto donde se vea el nombre. Los conductores seguramente no sabrán inglés. Ah, y las puertas se cierran solas. Intentar con cierta insistencia y fuerza cerrarla a mano es una manera genial de enemistarte con los taxistas.
10. El precio del sushi
Para comer fuera puedes gastar muy poco o una pequeña fortuna. La gama de precios es realmente amplia y lo que ocurre con el sushi es un buen ejemplo. En alguna cadena de kaitensushi —restaurantes en los que los platos van circulando por una cinta— es posible comer sushi hasta hartarse por menos de 20€ y de una calidad muy por encima de la media en España. En el otro extremo, una barra con un sushiman al otro lado preparando al momento cada pieza o con un menú degustación (omakase) se irá fácilmente por encima de los 100€.
11. Los konbini
Si el presupuesto es muy ajustado, son horas raras o queremos probar una experiencia gastronómica diferente, las tiendas de conveniencia (konbini) son un filón a explotar. Hay decenas por todas partes, las encontrarás sin problema a cada paso. Disponen de una amplia gama de sandwiches, sopas, fideos listos para calentar (en muchos hay microondas), café para llevar a precio de saldo, e incluso platos ya calientes, como piezas de pollo frito que, sin ser una maravilla, son comestibles cuando hay hambre y poco dinero.
12. La basura
Probar el surtido de bebidas de las máquinas expendedoras es otra experiencia que siempre seduce. Tú piensas en té frío o caliente y lo mismo en café, pero ellos ven dos decenas de posibles combinaciones, 30 sabores posibles de un refresco. Y luego está el Calpis (bebida de leche fermentada) que es otro universo. ¿Qué tienen en común todos ellos? Que cuando te lo acabes no sabrás qué hacer con la botella y te pasarás media hora buscando una papelera para tirarla. Desiste, porque no la encontrarás. La guardas y al pasar por otro punto con máquinas expendedoras o una de esas tiendas de conveniencia buscas allí fuera o dentro la basura y la tiras.