El occidente asturiano es, sin duda, uno de los lugares más salvajes y desconocidos que aún quedan en el tercio norte peninsular. Los enormes acantilados se levantan como muros frente a un bravío mar Cantábrico de tonos plateados y los pueblos de la costa siguen manteniendo su esencia y tradición como antaño. En el concejo de Valdés nos encontramos con el pueblo de Busto. Una aldea donde destacan los caserones con techos de pizarra y los enormes campos de maíz. Un lugar, visible desde la distancia por su inmaculado faro, donde la vida continúa al son de la huerta y la mar; sí, la mar. Solo quienes viven la ceremonia de la pesca en sus familias pueden considerar a este vasto mundo como la mar, con toda su riqueza, pero también con todos sus tristes y oscuros episodios.
Sus bocados cilíndricos, presentados en unas losetas de vivos colores, se venden cada fin de semana a las hordas de turistas que se acercan a Busto. Sus creaciones combinan las texturas de los quesos asturianos, los frutos rojos de las numerosas fincas que jalonan el Principado, así como los mejores chocolates traídos de todas las partes del mundo.
En Cabo Busto se trabaja, además, con productos frescos, de cercanía y que permitan hacer comunidad entorno a la repostería. Así, una de sus creaciones más conocidas, la tarta Asturias, combina la sutileza de la compota de manzana asturiana con el toque fresco y acidulado de la mermelada de sidra. Toda una oda a la tierrina.
La tarta Asturias combina la sutileza de la compota de manzana asturiana con el toque fresco y acidulado de la mermelada de sidra. Toda una oda a la tierrina.
Llegada la época navideña, el obrador pone toda su maquinaria a funcionar. La línea con la que trabajan durante estas fechas sigue marcada por su característica puesta en valor de los detalles, donde los sabores se combinan a la perfección con una sutileza de toques amargos y ácidos que complementan un bocado único y denso. Los polvorones artesanales o el esponjoso roscón de Reyes son parte de las creaciones que Ovalle realiza durante estos días.
Destaca también el tronco de Noel, un postre que cada vez se ve más en las casas españolas. Este dulce, importado de Centroeuropa, se basa en un enorme bizcocho financier de avellana, con almíbar de Cointreau y mousse de avellana cruda, cubierto de una mezcla de streusel de avellana y chocolate al 40%.
Sin duda, Cabo Busto es un ejemplo de la nueva generación de maestros reposteros que, pudiendo hacer carrera en las grandes ciudades, prefiere un estilo de vida más sosegado en sus orígenes. Una vuelta a la calma que solo se entiende cuando se visita este precioso enclave de la costa occidental asturiana y que guarda, entre otros, estos tesoros culinarios. Otra forma de hacer las cosas que demuestra que, con constancia y trabajo, los logros y el éxito irán de la mano. Orgullo que los nietos y nietas de aquellos marineros de bravas aguas, que bajaban al pedrero por oricios, vuelvan al origen. Vuelvan al hogar.