Cuatro capas bien diferenciadas y acento canario, esa es la seña de identidad del barraquito, el café más emblemático del archipiélago. Esta “poción mágica” suele alegrar los momentos del desayuno o acompañar, a media mañana, al bocadillo de pata asada (de cerdo) o de queso fresco y pasta de guayaba. Es el broche a una buena comida a modo de postre o la pieza esencial de la merienda junto a un rico rosquete lagunero. En definitiva, un imprescindible y omnipresente cóctel cafetero de las barras canarias.
Esta especialidad cafetera se asemeja al café asiático murciano o al clásico café bombón (también conocido como café goloso o café biberón), sin embargo, en el caso del archipiélago canario, la dosis oportuna del licor dulce aromatizado con cuarenta y tres especias es lo que le otorga esa personalidad tan carismática-particular.
La elaboración del barraquito
Su elaboración constituye toda una liturgia: en un vaso, por lo general de tubo pero corto y estrecho, vertemos una parte de leche condensada. Después, se añade otra parte de licor 43, dos de café expreso y se emulsiona con una parte de leche. Y, por último, se agrega un trocito de corteza de limón (sin la parte blanca, para que no amargue) y se espolvorea con canela.
Como resultado, lucirá ante nosotros el barraquito con sus sugerentes capas de distintos colores: blanco por la leche, amarillo por el alcohol, negro por el café y marrón por la canela. Se hunde la cucharilla, se juguetea un poco catando cada “estrato” de sabor y, finalmente, se revuelve para integrar todo el conjunto.
Con el paso del tiempo se pueden encontrar otros aderezos distintos a los clásicos, como espuma, nata montada o especias, algo que para los hosteleros más puristas resulta en extravagantes sucedáneos o imitaciones del barraquito original. Sin embargo, Víctor Lugo, caficultor de los únicos cafetales de Europa, situados en la zona de Agaete (Gran Canaria), considera que en cuanto a la elaboración “cada maestrillo tiene su librillo” y apunta que “más que como se confecciona lo fundamental es el respeto por la calidad y la excelencia del café”.
Tan icónico es este café para la gastronomía canaria que podemos encontrarlo en la carta de Gofio Madrid, el restaurante poseedor de una estrella Michelin que rediseña los platos más tradicionales de la cocina canariense.
Origen y mito del barraquito
Si bien es verdad que el barraquito se prodiga desde siempre en las ocho islas, el origen se sitúa en Tenerife, donde existe una arraigada tradición en su consumo, ciertamente cotidiano y plausible para endulzar cualquier hora del día.
La leyenda cuenta que el popular bebercio fue ideado hace varias décadas por Manolo Grijalbo, camarero del kiosco situado en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife. El lugar servía antaño como punto de encuentro y tertulia para los más variopintos personajes de la época: artistas, literatos, músicos y estudiantes.
Otro indicio histórico lleva al antiguo bar Imperial, ubicado junto a la plaza de toros de la capital tinerfeña, donde de forma asidua desayunaba el cliente Sebastián Rubio, apodado "El Barraquito", que solía reclamar su cortado largo con leche condensada, un vasito de licor 43, la correspondiente corteza de limón y un fisco de canela molida.