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Gentilhombres de boca, dos canarios en la corte

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En una publicación mensual que dirigí hace unos años, la revista especializada “Mesa Abierta”, publiqué un artículo interesantísimo del compañero y amigo Sergio Lojendio. Para más señas, un reportaje con el título los “Gentilhombres de boca, dos canarios en la corte”.En el citado trabajo, el estimado colega ofrece al lector una enorme cantidad de datos de época: “criados que atendían las fabulosas cocinas de monarcas, príncipes, altos prelados y poderosos nobles encargados no sólo de preparar las viandas sino de compras, almacenamiento y control, así como del servicio de mesa”.A este heterogéneo conjunto de servidores se le conocía como oficios de boca. Desde mediados del siglo XV hasta comienzos del siglo XVIII se produjeron numerosos cambios y durante el reinado de Felipe II llegaron a contabilizarse más de mil entre todas las casas reales. Como personas con ascendente canario figuran al menos dos canarios con la condición de gentilhombres de boca.El primero de ellos, Pedro de Ayala y Rojas Xuárez de Castilla, recibió este honor por doña Mariana de Austria, reina gobernadora del reino en la minoría de edad de Carlos II, que prestó juramento del cargo el 6 de enero de 1675. Este noble canario nació en Santa Cruz de La Palma el 10 de marzo de 1633, siendo tercero de los hijos de los condes de La Gomera y señores de la isla de El Hierro.El otro gentilhombre de boca natural del Archipiélago fue don Diego de Ponte y Llarena, nacido y bautizado en Garachico en 1638, que figura con esta condición por Real Despacho de Carlos II del 10 de enero de 1687. Los gentilhombres de boca estaban obligados a acompañar al monarca en todas las solemnidades públicas; en las comidas públicas servían uno de panetier, otro de copero y otro de trinchante, yendo los demás por la vianda a la cocina.

 Llaves que acompañaban a los nombramientos

Uno de los personajes más importantes en esta actividad llamada en general “Estado de la Boca” era un importante gentilhombre, el primero y más cercano a los monarcas, en el que depositaban una amplia confianza y al que otorgaban numerosas prebendas, es decir el Mayordomo Mayor, encargado, de la alimentación y el aposento del rey.A la hora de comer, la etiqueta estaba concebida para magnificar la grandeza del soberano, además de la abundancia, riqueza y ornamentación en la presentación de los platos, rasgos que denotaban una muestra de riqueza y probada generosidad. Se trataba de un acto rígidamente ritualista y el porte del rey y sus sirvientes tendía a ser majestuoso en aquel espléndido escenario, con un gran número de platos ostentosos y un servicio teatral y solemne.

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